LA VAQUERA SOBRE LA SILLA

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Calipso pov.

Luego de haber cabalgado casi media noche nos detuvimos, al frente estaba el rancho, pero a la derecha, quedaba mi rancho.

Apreté la cuerda con la que llevaba el caballo para mi hermano, si han pasado más de dos años al menos tendrá algunos seis o siete años de edad. Y Milgret cerca de diesciocho. He estado lejos mucho tiempo.

El aire sopla desde detrás nuestro, está fresco, el otoño se acerca y con él la temporada de caza. Pienso en mi vida antes de irme del rancho.
Cuando papá se lastimó en el tractor, cuando decidieron que yo sería quien fuera a cazar ese año y el miedo de no poder hacerlo bien yo sola, el haber conocido a Crow aquella mañana, cuando fui a la capital por un regalo para Milgret sacrificando un día de caza, cuando la abuela me acompañó de madrugada a segar, cuando le confié a Crow mi historia.

Y luego, me fui como si nada. No volví, no me comuniqué. Cierto es que me disparaban, debió ser un malentendido.

Llego hasta el rancho al amanecer, doy agua a mis caballos y salgo por el camino rumbo a mi hogar.

Caminamos hasta media mañana, descansamos un rato y retomamos la marcha. Tal vez tome todo el día regresar.

...

He seguido la carretera durante casi todo el día cuando veo una señal que indica la terracería que lleva al condado donde está el rancho. Doblo a la derecha y conseguimos llegar con lo que queda de luz a la casa de mi abuela materna.

-que tal. Se ve igual que la última vez.

Abro su puerta y entro hasta las caballerizas, las ha dejado deteriorarse mucho. Dejo los caballos y voy hacia la casa.

Ya no hay tantas flores en el pórtico, ni pajaritos de madera. Tomo aire y toco firmemente la puerta. Escucho una voz al fondo seguida de pasos arrastrados. Por el pasillo viene una mujer de edad avanzada, encorvada, con los cabellos como la nieve que al verme a travez del mosquitero no sale de su asombro.

-Br..ace?
-hola abue.

Abre el mosquitero y ambas damos un paso al frente para abrazarnos, ella está llorando, está feliz. Y yo también.

Entramos, nos sentamos en la sala y conversamos un muy buen rato. Me hace mil preguntas, se sorprende con mis respuestas y vuelve a preguntar más. Y yo no me quedo atrás, también hago mil preguntas.

-nos hiciste mucha falta, mija, no te vuelvas a ir.

Paso la noche en su casa, tomo un baño y por primera vez en mucho tiempo, me acuesto en una cama.