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Crow pov.

Llevo meses sin verla, la echo mucho de menos.

En su rancho dicen que huyó, que se fue por cuenta propia con la yegua que entrenaba esa mañana, otros dicen que consiguió un mejor trabajo en otro condado y por eso se fue, y quiero pensar lo segundo; he visitado varios condados y nadie parece conocerla. Es frustrante.

Su prima Milgret me busca mucho, dice que me parezco a Brace; pero yo no la puedo tener cerca, todo el tiempo está moviendo las manos y me estorba en mis labores. Ya se lo he dicho pero parece no entender. Siempre regresa a mí.

Igual como yo lo hacía con su prima.

Es de noche y estoy en una colina con mi caballo viendo el cielo nocturno, últimamente vengo mucho ya que es el mejor punto para esperar un regreso. Al frente se ve el camino que trae hasta el rancho y más atrás se distingue la carretera con algunos carros, pero ninguno viene en esta dirección. Nadie parece buscar este lugar.

Me siento tan vacío, abandonado. Sin ella ni si quiera pude terminar con buenas ganancias la temporada de cacería, el verla preparando trampas, andando por los senderos con el arco preparado, buscando huellas frescas a orillas de los ríos y charcos, disparando con extrema precición a los venados, derribando aves en pleno vuelo con su rifle, desollando a sus presas en cuestión de minutos, cargando a los venados sobre sus hombros y llenándose de su sangre, montando campamentos en las ramas de los árboles, escucharla contar historias a la luz de la Luna, verla todos los días por ahí en algún recoveco del condado, contar las cicatrices de sus brazos mientras duerme, verla arrendar caballos, recibiendo golpes y mordidas de estos animales, hacerlos respetarla y aceptarla, todo eso son cosas que no logro sacar de mi cabeza todos los días, son cosas que se me hicieron tan normales que no supe aprovecharlas cuando ella estaba aquí.

Y ahora que se ha ido sólo me queda una cosa por hacer.

Encontrarla.

Monto en mi caballo y le doy media vuelta, voy a buscarla  al único condado que me falta de los que están a la redonda.

Al amanecer distingo que estoy en el borde de un acantilado, a mi derecha algo llama mi atención, desmonto y recojo esa cosa, se trata de un revólver, uno demasiado bien conocido para mí, se ha oxidado un poco y está atascado. Al frente veo el otro lado del acantilado, el que está en nuestro condado, entonces entiendo su trayectoria: saltó por aquí y siguió adelante, veo a mis espaldas y encuentro un sendero hecho a la mala, hay ramas quebradas a lado y lado que ya han reto lado con la primavera. Vuelvo a montar y avanzó por ese camino hecho en un tiempo de desesperación.

Llego hasta un gran tronco, del otro lado sigue el camino que vengo siguiendo. Rodeo el tronco y sigo adelante hasta un alambrado. Si ella fue quien pasó por aquí entonces tuvo que haber saltado este alambrado a fuerza. Del otro lado se distingue un rancho, sigo toda la línea del cerco hacia la derecha hasta llegar a la entrada.

Y sin dudarlo entro y sigo hasta la casa principal. Si ella acabó aquí seguro saben dónde está. Amarro mi caballo a un árbol y una mujer delgada se acerca.

-¿Puedo ayudarle?

-busco a una chica llama Brace Anderson, también se hace llamar Calipso.

-se acaba de ir, con uno de los indios de la reserva.

Debí haber dejado mi condado hace tiempo y la habría encontrado justo a tiempo...

¿A dónde has ido, Brace?

LA VAQUERA SOBRE LA SILLA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora