Capítulo 5

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>Qué bonita es...<

Pensó Emmet en cuanto la vio bajarse del vehículo.

Ariana era tan bella que a veces le dolía mirarla.

Y aquella mañana no era la excepción.

Se veía preciosa con su cabello suelto al aire, una camisa azul que llevaba anudada a la cintura, jeans ajustaditos, y sus infaltables zapatos de tacón.

Emmet la observó acercarse a él, y por un segundo se quedó hipnotizado.

Hermosa como siempre, pero colgada del brazo de aquel imbécil.

De pronto la ilusión terminó, y el guardaespaldas se recordó dónde estaba, por qué, y con quién.

Ariana lo miró fijamente, y ni siquiera le dio tiempo de reaccionar por completo cuando le habló.

–No hace falta que entres con nosotros– le sonrió, pero fue una sonrisa mordaz. –Te avisaré si necesito algo– terminó de decirle justo antes de rodearlo y pasarse de largo hasta la entrada de aquel lugar.

Casi sin aliento, Emmet se giró para poder mirarla. Incluso la vista que ofrecía por detrás era espectacular.

A él le gustaba más cuando se vestía así como era ella misma, que cuando se transformaba para ser la famosa cantante.

Exhaló frustrado, pues demasiadas veces le había dicho que era su guardaespaldas, no su sirviente.

Pero incluso mayor que aquello, había una cosa más que lo frustraba en gran manera...

Le costaba demasiado conflicto aceptar que aquella hembra tan sensual fuese a casarse con ese payaso que tenía por novio.

Emmet miró el lugar al que habían entrado y prontamente reconoció la importante marca.

Tiffany & Co.

Famosa y muy costosa joyería donde seguro comprarían el anillo de compromiso.

Emmet sintió de pronto una sensación muy extraña dentro de su pecho, y se negó rotundamente a reconocer que eran celos.

Él no estaba celoso en lo más mínimo.

Desde luego que no, joder.

Solamente pasaba lo que era obvio... Ariana era demasiada mujer para Nathan Sykes.

Lo pensó, pero prontamente se dijo que debía alejar tales pensamientos de su cabeza.

Se recargó enseguida en la camioneta estacionada, y se dispuso a esperar a que la futura novia saliera del lugar, de la mano de su prometido, y con el maldito anillo en el dedo.

Tan solo eso.

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–Oh, ahí está mamá– exclamó Nathan muy sonriente, poco después de que entraran al lugar.

Ariana miró hacia el lugar en que su prometido señalaba, y en efecto pudo verla.

Nicole Sykes se encontraban justo al otro extremo de la tienda, tan hermosa, tan elegante, tan jovial, y tan exasperante.

Nicole Sykes se encontraban justo al otro extremo de la tienda, tan hermosa, tan elegante, tan jovial, y tan exasperante

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