Capítulo 36

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–¡No puedo creer que acabo de asistir el parto de una yegua! ¡Mis papás no me lo van a creer!– James se encontraba más que emocionado.

–Lo hiciste muy bien, mi amor– lo apremió Kylie amorosamente.

–Claro que lo hiciste bien, muchacho– secundó Frank satisfecho con la ayuda obtenida. –¿Nunca pensaste en ser veterinario?–

Después del éxito obtenido con el nacimiento del potrillo, todos volvían a casa para merendar juntos.

–La verdad es que no, de pequeño quería pertenecer a la armada, ¿sabe? Pero el primer día que me enlisté, me enfermé de diarrea y salí corriendo a casa–

Las risas se escucharon debido a lo que James había dicho, y él también rió.

Continuaron bromeando sobre aquello cuando entraron a la casa.

–Prepararé lasaña y ravioles para cenar– anunció Nonna contenta, quien sostenía una canasta con los tomates que había recogido de camino. –Esta noche quiero consentirlos–

Mientras caminaban, todos sonreían, sin embargo las sonrisas que perduraban en su rostro y en el de todos los demás, se esfumaron al instante, y en su lugar apareció el horror.

La escena que encontraron los dejó paralizados.

Al pie de la escalera, Ariana se encontraba en el suelo, inconsciente, y rodeada de un charco de sangre que provenía de sus muslos.

Al pie de la escalera, Ariana se encontraba en el suelo, inconsciente, y rodeada de un charco de sangre que provenía de sus muslos

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El rojo los impactó hasta casi marearlos, y ninguno ahí fue capaz de reaccionar al instante ante lo que sus ojos veían.

La primera en gritar fue Marjorie, quien soltó los tomatillos que llevaba en las manos, y estos cayeron al suelo sin apenas hacer ruido.

–¡¡¡Ariana!!!– el grito horrorizados los despertó del shock.

Nonna casi cayó desmayada, pero al instante su esposo la sujetó.

James reaccionó al instante y enseguida corrió a su lado para tomarla entre sus brazos, tan laxa como una muñeca de trapo, tan pálida como la nieve, y la sangre escurriéndole sin cesar.

–¡Oh, por el cielo bendito!– exclamó Frank al borde del terror. Los llantos de su esposa penetraron en su cerebro de manera ensordecedora.

Kylie se acercó prontamente para tomarle el pulso, lo notó débil, con poquísimas fuerzas.

–¡Te...tenemos que llevarla a un hospital! ¡Creo que está teniendo otro... otro aborto!–

La palabra aborto ocasionó que los llantos de la anciana se escucharan con más agudeza.

Frank la abrazó con fuerza mientras él mismo intentaba mantenerse en pie a pesar del dolor que le causaba ver a su nieta de aquella manera.

Todavía conmocionado, James corrió con la joven embarazada hasta salir de la gran casa y poder llegar hasta la camioneta.

Corazón Rendido® (AG 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora