En la aldea: los dos hombres que la interigan

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A las afueras del palacio ella va... camina entre la gente preguntándose como escapar de las intenciones del Rey, ¿Será bueno decirle a la Reina? ¿O será mejor callar y evitar todo contacto con el Rey?

Sin darse cuenta sus pensamientos se vieron abrumados por la dulce y delicada voz de su amiga de cabellos dorados.

– ¡Céltica! –Exclamo Mérida –ven quiero presentarte a unos amigos.

La delicada muchacha siguió a su amiga mientras, olvidando por un segundo lo que había pasado con el Rey, de repente se vio envuelta en una angustia y en una incertidumbre que parecían irreales, cuando llegaron a donde se encontraban los amigos de Mérida, la Ninfa se percató de que entre estos hombres se encontraban los dos que la intrigaban de manera muy distinta.

–Ellos son amigos de su alteza; El Príncipe, son caballeros nobles o al menos es como él los considera ya que no tienen el titulo como tal, pero son los pocos amigos del Príncipe que no son unos “Don Juan” –dijo Mérida un tanto emocionada.

Mientras tanto la Ninfa no podía escuchar del todo lo que su amiga decía, estaba abrumada por las emociones encontradas que sentía en esos momentos, alcanzo a escuchar que su amiga le presentaba a dos o tres hombres que para ella eran un tanto irrelevantes hasta que…

–Céltica, él es Edward uno de los caballeros más nobles que conozco y es de alta confianza – dijo Mérida.

–Hola dijo la damisela –viendo que el hombre que tenía frente a ella era aquel al que había ido a buscar.

–Hola, es un placer conocerte –respondió el apuesto caballero.

Era un torbellino de emociones para ella, al fin tenía el placer de conocerlo, al fin sabía cuál era su nombre y al fin había podido hablarle; sin embargo no le duro mucho el gusto cuando su amiga dijo.

–Él es Declan, la mano derecha del Príncipe.

Esté era el hombre al que ella temía de alguna manera, pues no sabía de qué se trataba, se sentía acorralada y aprisionada cuando lo miraba por lo que se limitó a decir un “hola” casi inaudible.

–Es todo un honor conocer a la encantadora doncella de la voz más hermosa que he escuchado –dijo el gallardo caballero con una voz que a ella le resulto estridente.

Céltica se sonrojo un poco y titubeo antes de agradecer los halagos de aquel caballero, parecía un joven amable pero no estaba segura de confiar en él.

Así pasaron la tarde las dos damiselas, con aquellos hombres que resultaron ser muy agradables para Céltica, en especial Edward, el hombre con quien había soñado hace tantas lunas.

Ninfa Celtica: La AldeaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora