Capitulo 4.

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Gale POV.

Subimos las escaleras en silencio.

-¿Y si tus papás se dan cuenta? –le pregunté antes de que entráramos a su casa.

-No lo sabrán. Y si se dan cuenta, no tienen nada que decirme. Cuando regresé de los Juegos, con todo esto, mágicamente me convertí en el hijo favorito.

Frunzo los labios.

Peeta me había contado que la relación con sus padres no era la mejor; con su madre específicamente.

-Okay –acepté nuevamente.

Ahora, después de tomar un poco de agua en su cocina, estamos subiendo a la segunda planta, en donde se encuentra la habitación de Peeta.

El lugar es enorme, tiene un montón de cosas que desconozco, y la cama es tan grande que fácilmente podría dormir toda una familia ahí.

Me esfuerzo por no juzgar las injusticias, así que centro mi atención en Peeta.

-¿Quieres darte una ducha caliente? –me pregunta.

-Sí, necesito quitarme el olor a bosque.

Sonríe.

Camina hacia uno de los muebles y regresa para entregarme una toalla limpia.

-El baño está por allá –señala la puerta a mi derecha-. El agua caliente sale de la llave derecha. Los botones junto a esta son para espuma, jabón y shampoo.

No tenía idea de lo que hablaba, pero me limité a asentir.

Me dirijo al baño, que es tan sorprendente como la habitación.

Está impecable.

Hay un apartado para el inodoro, otro para la regadera, y otro más para una tina.

Me desvisto, cuelgo la toalla en el perchero, y me dirijo a la regadera.

En casa me las había arreglado para fabricar una regadera manual, así que las conocía mejor que el resto de la población, pues la forma más común de ducharnos es por medio de baldes de agua fría.

Localizo rápidamente lo que Peeta me explicó.

Una ducha en regadera con agua caliente, es algo que jamás me imaginé tener.

Me meto bajo el agua, sintiendo como cae cálida por todo mi cuerpo.

No tengo idea de que hace el panel junto a las llaves, en donde hay varios botones con indicadores.

Por suerte encuentro una barra de jabón en el lavamanos, así que puedo asearme completamente.

Quisiera jamás salir de aquí, pero Peeta me espera afuera, así que me apresuro.

Seco mi cuerpo con la toalla, y la anudo a mi cintura para salir.

Peeta está de pie frente a la ventana, mirando hacia afuera.

-Las regaderas son increíbles –le digo.

El voltea y sonríe.

Trae consigo otra toalla y un par de prendas, las cuales me entrega cuando se acerca a mí.

-Puedes usarlo para dormir –me dice sonriendo.

-Gracias.

Asiente, y se dirige a la ducha.

Peeta me ha entregado un short y una sudadera.

Entro fácilmente en el short, aunque me queda demasiado corto para mi gusto.

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