Capitulo 8.

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Peeta POV.

Cuando bajo por las escaleras me encuentro con la sorpresa de que hay alguien en mi sala.

Dos hombres con traje negro al parecer estaban esperándome.

-Peeta Mellark –dice uno de ellos.

-¿Si? –respondo, confundido.

Mi familia no está.

Y a ellos jamás los había visto en mi vida.

Las únicas personas con la libertad para entrar a nuestras casas provienen del Capitolio, y hoy inicia la gira de la Victoria, entonces estoy seguro que vienen de allá.

Pero no parecen estilistas, ni asesores de imagen; ni siquiera parecen amigables.

-Acompáñame –ordena uno de ellos.

Y no puedo hacer otra casa más que seguirlo sin preguntar.

No salimos de mi casa, como esperaba, sino que nos dirigimos al estudio.

El hombre me abre la puerta y me hace una seña para que entre.

-Gracias –le digo con amabilidad.

En cuanto cruzo la puerta estuve a punto de quedarme pasmado por la sorpresa, pero me obligo a actuar con naturalidad.

-Peeta Mellark –me saluda el hombre de cabello canoso que se sienta tras mi escritorio.

-Presidente Snow, que gusto tenerlo por aquí –le digo, lo más sincero que puedo.

-Vayamos al grano, joven Mellark. No tengo mucho tiempo, y quiero hacer un par de visitas más.

-Adelante –le digo.

Me indica que tome asiento frente a él.

No sé qué está pasando, pero estoy seguro que esto no es parte de la Gira.

-Verás, Peeta, la gente en el Capitolio está enamorada de su relación –comienza, mirándome directamente a los ojos-. Pero lamentablemente no es lo mismo para alguno de los Distritos.

El Presidente Snow es el tipo de personas a los que les debes prestar suma atención, pues sus palabras vienen siempre vestidas con doble sentido.

-La única manera de tranquilizarlos es dejarles en claro que su historia de amor es real. Y solo quiero asegurarme de que lo hagan cumplir.

-Nos encargaremos de eso –aseguro.

-Sí, bueno, sentía la necesidad de venir a aclararlo, porque parece que ambos... han estado distrayéndose.

En ese momento enciende una de las pantallas holográficas que había traído consigo.

Y me muestra una imagen que me deja paralizado.

Estamos Gale y yo besándonos.

Recuerdo ese día a la perfección.

Veníamos de regreso a la Aldea, y estaba tan oscuro y solitario que decidimos besarnos rápidamente.

Fue la primera vez que lo hicimos fuera de mi casa, o fuera del bosque.

Y había sido la única.

-Fue un desliz –digo por fin.

-Parece que nuestros dos amantes favoritos han tenido el mismo... desliz.

Y la imagen cambia.

Aunque en realidad solo fue una persona la que cambio.

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