Sólo el inicio

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Orihime se despertó después de su abuso, se encontraba muy desorientada, su cuerpo le dolía demasiado y no podía enfocar con claridad su entorno. Espero unos minutos en el frío suelo, mientras que su mente deambulaba entre la conciencia e inconsciencia. De repente podía sentir que volaba a otro lugar completamente diferente y lejano al lugar en donde se encontraba ahora, sin embargo los dolores de su cuerpo la trían otra vez a la realidad.

—Amigos...—susurro débilmente, mientras las imágenes de sus compañeros, venían a ella, mostrándole los momentos felices que había vivido con ellos, los cuales le parecían tan lejanos.

–Lo hiciste por ellos Orihime, recuérdalo, no importa nada esto si ellos están a salvo, debo ser fuerte... vine aquí por ellos... para que estén bien—pensó tratando de darse ánimos a si misma.

Cuidadosamente empezó a moverse, tratando de ser lo menos brusca posible para evitar sentir más malestares. Todo su cuerpo se encontraba pegajoso debido al sudor que ya se estaba secando, tenía muchos mechones de cabello pegados a su cara y también en su espalda; pero no eran comparados con lo pegajoso y húmedo que se encontraba su entrepierna. Podía sentir como el líquido que quedaba en ella, se escurría, cuando trataba de cerrar las piernas.

Se sentía tan enfadada consigo misma, había gemido como si fuera una prostituta cualquiera, por más que intento suprimirlo esto salió incontrolablemente cada vez que llegaba al clímax, o por lo menos a los primeros de ellos ya que de a poco fue perdiendo la conciencia.

–Como pude...— dijo con lágrimas en los ojos, no entendía como podía estar tan dividida; cuando Ulquiorra la penetraba lo único que pedía su mente era que se detuviera, en cambio su cuerpo pedía la atención del pelinegro, lubricando y haciendo más fácil su paso dentro de ella.

Ya estando en una mejor posición, se sentó y trato de calmarse. Se encontraba sólo con su sujetador y su calzado; debía buscar algo para cubrirse, pero su vestido quedo echo trapos y su ropa interior estaba destrozada.

—Maldición—se sentía tan expuesta en ese estado, aun trataba de no llorar, tratando de ser fuerte por sus amigos, pero era tan difícil. Entonces trato de levantare pero sus piernas no le respondieron, aun así trato de pararse, intentando varías veces hasta que lo logro, sin embargo en cuanto se vio de pie sus rodillas se doblaron y cayó directamente al suelo; en cuanto sintió el frío piso de su habitación comenzó a llorar desconsoladamente- no puedo- murmuraba entre sollozos—no puedo más...—repetía mientras los recuerdos de su violación volvían a su mente, como una película que nunca acababa.


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Ulquiorra estaba deambulando por los pasillos de Las Noches, se encontraba bastante cansado mentalmente con todo esto, primero la prisionera discutía por no querer comer, luego lo involucra en esta odiosa misión, además parecía que su señor Aizen disfrutaba de la situación, cuando le encomendó este trabajo sonreía más de lo normal y cuando le reporto que la misión ya había sido completada, río a carcajadas y lo felicito, sin mencionar que Gin, (que se encontraba con Aizen cuando fue a reportarle sobre el termino de su misión) no perdía la oportunidad de molestarlo, seguramente todos en Las Noches ya sabían lo que había hecho con la mujer.

Se detuvo frente a la habitación de la pelinaranja, quedándose unos segundos viendo la puerta hasta que se dispuso a entrar. En la habitación se encontraba la mujer llorando desconsoladamente en el suelo; todavía estaba desnuda por lo que seguramente había despertado hace poco.

—Mujer—al decir esto Orihime se volvió a verlo, no se dio cuenta en que momento entro el espada, pero en cuanto lo vio, un terror inmenso la hundió y comenzó a temblar incontrolable. Ulquiorra al observarla suspiro, al parecer los problemas continuarían—no te preocupes, no tengo ordenes de abusar de ti, no en este momento, así que levántate.

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