Capítulo 7

277 60 10
                                    

Capítulo 7

Lucia

Las semanas pasan volando, y hay novedades en mi vida. Benja está viviendo conmigo, lo dejé quedarse en el cuarto que tenía habilitado para las visitas. Hemos comprado una cama, una mesita de noche, una lámpara y unos cuantos cobertores para el frío, aunque hace un calor endemoniado, porque ya es diciembre, y a diferencia de España, estamos entrando en verano.

Desde que Benja vive conmigo, cada tarde que llego a casa puedo cenar sin tener que prepararme una sopa o pedir comida a un restaurante, porque él cocina muy bien, y en agradecimiento a que lo dejo quedarse conmigo, me recibe con algo rico para comer.

«¿No es lindo? Hasta creo que me gusta»

Y aunque parezca extraño, porque llevamos unas cuantas semanas viviendo juntos, siento que somos como una pareja, no sexual por supuesto, aunque este hombre está bien bueno, y no me enojaría darme un revolcón con él. Pero lo digo porque, cuando me levanto para salir a trabajar, él me espera con el desayuno preparado, y en una bolsa de papel  deja un sándwich para que no pase hambre a media mañana, ya que últimamente me da hambre de la nada. Después se despide con un beso en la mejilla y se va a su cuarto, mientras yo salgo a trabajar. Lo divertido de todo, es que le dejo dinero para que compre para la despensa, pague cuentas y se dé un gusto por ahí, ya que él no trabaja y la que sostiene el "hogar" soy yo, sin embargo, no es una molestia, al contrario, me hace compañía, me hace reír, me cuenta en que va la serie y a veces jugamos a las cartas.

Como es costumbre me voy en metro a trabajar, y me ha resultado bien, llegando a una muy buena hora a la agencia. Saludo a los chicos del área creativa, y me voy a la oficina que comparto con Santiago.

—¡Lucia! —escucho detrás de mí, y me reprendo mentalmente, pues nunca paso a saludar al tío Javier, pero juro por Dios que me cuesta, y más cuando esta con Liseth, ya que la encuentro muy estirada, y no lo digo por las cuantas cirugías que tiene encima, sino que, acostumbra a mirar a las personas en meno, y eso no va conmigo.

«Que no esté con Liseth, que no esté con Liseth, que no esté con Liseth...»

—¡Tío! —exclamo, y me acerco a saludar.

—¿Cómo te ha ido? —pregunta con cariño, mientras miro de reojo que en su oficina no haya nadie más que él.

—Muy bien, este trabajo me gusta cada día más —y a la mente se me viene Santiago, que está cada día más guapo, hasta lo veo diferente, más contento y animado.

—¡Ay mi niña! Me alegro que estés contenta. Tu madre me llama todos los días preguntando por tu bienestar.

—Ahora entiendo porque siempre está ocupada la línea —digo bromeando, porque no puedo confesar que, desde que estoy con Benja he olvidado llamarla a diario.

—Lo importante es que estés bien, además estas más rellenita.

—¿Qué quieres decir? —pregunto arrugando la frente.

—No me mires así, solo es un cumplido. Siento que no estas tan delgada y te ves más hermosa.

—Ah... debe ser la comida chilena —es lo último que digo antes de despedirme e irme a trabajar.

Camino hacia la oficina que comparto con Santiago, sin poder sacarme de la mente que el tío me ha dicho sutilmente que estoy gorda. Tomo aire y alejo de la mente una idea que tengo escondida por ahí, pues no deseo ponerme paranoica, además, amo la vida que tengo en estos momentos, es lejos lo más cerca a la perfección, y espero que no cambie, aunque sospecho que pasará.

—Buenos días —saludo a Santiago, mientras me siento frente a él.

—Buenos días... ¿Cómo pasaste tu fin de semana? —pregunta sin mirarme a la cara.

Abre los ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora