Capítulo 11

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Capítulo 11

LUCIA

El tío Javier nos ha invitado a todos a almorzar y, cuando digo a todos, me refiero a la empresa completa, desde personal de aseo, recepcionistas, secretarias y, nosotros los publicistas.

-¿Por qué el tío Javier nos ha invitado a almorzar? -pregunto a Santiago que no deja de mirarme

«¿Tendré un moco?»

Instintivamente me aprieto la nariz por si acaso, nunca se sabe cuándo pasa un accidente así.

-Todos los años lo hace -responde cortando una llamada telefónica que me tiene vuelta loca, pues su celular ha sonado toda la mañana, y él no se digna a responder.

-¡Ya! -exclamo ofuscada.

-¿Qué te ha molestado? -pregunta, dudoso con mi grito.

-Dos cosas -digo, pellizcando el puente de mi nariz-. ¿Por qué no respondes a la persona que te ha llamado toda la mañana?

-Porque no deseo hablar con esa persona -responde, y aprovecho de analizar su rostro, lo que me indica qué, es una mujer y lo ha herido-. ¿Qué es lo segundo que te molesta?

-¿Tengo mocos, el labial corrido o...? -me subo de hombros.

-¿Por qué preguntas eso? -dice riendo.

-Me miras mucho y, a decir verdad, he creído que tengo un moco, lo del labial se me ha ocurrido ahora.

-Eres muy graciosa, me alegra tanto tú compañía -confiesa, a lo que me sonrojo, pues a mí también me gusta su compañia, hasta el punto de extrañarlo los fines de semana, aunque Benjamín también me divierte.

-No has respondido a mi pregunta -digo sonriendo más de lo normal.

-No tienes mocos.

-Entonces...

-Solo creo que mi hermano es afortunado -extrañamente mi corazón se acelera, y empiezo a sentir algo adrenalinico dentro de mi, pero, no puedo descifrar lo que es.

-Pero si solo...

-¡Nos vamos! -grita unos de los chicos del área creativa, asomando la cabeza por el marco de la puerta, por lo que, me levanto tomando mi bolso para ir al restaurante.

-Estaba pensando... ¿Qué tal si le respondes a la persona que insiste en hablar contigo, y le dices que no deseas que te siga llamando?

-No es tan fácil.

-Comprendo -digo.

Bajamos el ascensor en completo silencio, mientras algunos compañeros se nos unen en cada piso, entretanto, no puedo dejar de pensar en que la persona que insiste en comunicarse con Santiago debe ser muy importante, hasta tal vez es la mujer de la cual está enamorado, lo que me provoca una pizca de celos, sin embargo, sé que no soy nadie para sentirme de esta manera, pues no me gusta adueñarme de la voluntad de las personas, me gusta que el destino haga su trabajo, sin ningún tipo de presión.

Llegamos al restaurante que no está tan lejos de la empresa. El metre saluda a todos con cordialidad, y ellos hacen lo mismo con él, comprendiendo que, es el mismo restaurante todos los años. Entramos y está lleno de gente, todos concentrados en sus mesas y acompañantes. A nosotros nos dirigen hacia una esquina, al lado de un ventanal que da a una calle frente a un parque. Nuestra mesa es especial, pues es larga, con manteles blancos y carpetas color vino. Antes de sentarme, decido ir al baño donde una llamada telefónica me alerta.

-Hola... -digo sin fijarme en el número, mientras busco el baño.

-¿Lucia? -escucho al otro lado. Es una chica de voz calida.

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