Capítulo 17

280 64 17
                                    

CAPÍTULO  17

CAROLINA.

Me quedo mirando hacia un punto fijo, intentando asimilar lo que está pasando, y una profunda tristeza me embarga, pues ahora menos que nunca tengo posibilidades con Santiago, aunque la vez pasada, cuando fui a buscar mi obsequio navideño e intenté algo con él, me dejó más que claro que solo seríamos amigos, y que nuestra aventura había terminado.

Nunca me consideré una mujer obsesionada, más bien, siempre he creído que, el amor profundo que siento por Roberto, me ha hecho aceptar su conducta torcida, pero ahora, que pasé la línea con Santiago, tengo la imperiosa necesidad de que él sea para mí y, lo que es peor, tampoco deseo perder a Roberto, quiero tener a mi lado a los dos hombres que me hacen vibrar.

«No es obsesión ¿O si?»

—¿Quién acompaña al señor Santiago Aristegui? —escucho a lo lejos. Me acerco mirando hacia todas direcciones, asegurándome de que Lucia se haya marchado ya.

—Yo —digo levantado mi mano izquierda.
Bebo el último sorbo de café y boto el vaso al basurero, dándome prisa antes de que la enfermera se retire—. ¿Lo puedo ver? —pregunto llegando a su lado.

—¿Qué parentesco tiene con el paciente?

—Soy su prometida —miento, intentando que vea la sortija de compromiso que tengo con Roberto, para que mi mentira sea más creíble.

—El señor Aristegui se encuentra estable —dice caminando por un largo pasillo, subiendo al ascensor hasta el tercer piso, conmigo detrás—, pero el doctor le dará más detalles.

—Gracias —digo, al mismo tiempo que nos detenemos frente a una puerta.

—El doctor López ya vendrá, si gusta puede pasar a ver al paciente, pero trate de no incomodarlo.

—Gracias —repito, mientras tomo valor para entrar a la sala, y ver en qué estado se encuentra.

Abro la puerta sigilosamente, intentando hacer el menor ruido posible. Entro, y lo primero que veo es a Santiago acostado sobre una cama con cobijas blancas. Me acerco para mirarlo con más detención, poniéndome a llorar al ver un lado de su rostro hinchado, el labio partido, y una sutura en la esquina de su frente.

—¡Por Dios Santiago! —exclamo en silencio.

La puerta de la habitación se abre, para dar paso al doctor que está atendiendo a Santiago. Limpio mis lágrimas y hago un gesto con el rostro.

—Buenas noches —saluda el profesional—. Soy el médico de turno.

—¿En qué estado se encuentra mi "novio"?

—El señor Aristegui está estable. Estuvo inconsciente producto del golpe en la cabeza. Le hicimos una resonancia magnética y salió bien. Él recobró la conciencia hace un par de horas atrás...

—Pero... ¿Por qué está dormido? —interrumpo.

—No se preocupe, él estará así hasta mañana, solo está bajo el efecto de la anestesia.

—Comprendo... Y, ¿su brazo? —pregunto, al ver un vendaje alrededor de él.

—No alcanzó a ser fractura, es solo un esguince. La verdad es que ha tenido suerte, porqué me han dicho que la parte del copiloto del auto en el que iba, está totalmente destruido.

—¡Wow! —exclamo, recordando el día en que lo acompañé a comprar su preciado auto. Ahorros adquiridos con el solo propósito de obtenerlo.

—Será mejor que vaya a descansar, ya mañana podrá hablar con él.

Abre los ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora