Capítulo 11

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Capítulo corto

La tarde junto a Paul había sido maravillosa. No me había sentido tan completa en mucho tiempo, ya que con su presencia, sentía que una parte que desconocía de mí, se llenaba.

Nos encontrábamos acostados en el césped, boca arriba, esperando que las estrellas empezaran a titilar en el magnífico firmamento, por encima de nuestras cabezas. Nuestros hombros se rozaban entre ellos, creando una sensación de calidez indescriptible.

Entendía a la perfección que los hombres lobos eran cálidos, pero con Paul las cosas eran diferentes. Todo con él era diferente.

—Estar contigo es increíble —musité, casi susurrando, sabiendo que él podría escucharme.

De pronto, él se incorporó sobre sus codos, girándose ligeramente en mi dirección. Su cabello, perfectamente peinado hacia arriba, se encontraba despeinado y lleno de rastros de hojas. Sus ojos oscuros, se veían mucho más negros que de costumbre, logrando que mi plena atención se dirigiese a ellos.

—Estoy tan feliz de haberte conocido, Bianca —dijo, llevando su mano derecha hacia mi mejilla, utilizando su pulgar para acariciar delicadamente la piel de esa zona—. Eres lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo.

La sangre no tardó en acumularse en mis mejillas, haciéndome sonreír como una tonta.

—Hay algo que debo contarte —murmuró, sin parar sus caricias—. Algo sobre lobos, muy importante.

— ¿Es algo que pondría en peligro mi existencia y ocasionaría que intentase irme corriendo de aquí? —le pregunté con un toque burla impregnado en la voz.

El miedo cruzó por sus profundos ojos, haciéndome sentir confundida. ¿Era algo tan grave?

—Sólo... escucha con atención, puede que te de un patatús —aspiró con fuerza por la nariz, dejando su mano quieta—. En las leyendas Quileutes, existe un... fenómeno, llamado imprimación.

— ¿Imprimación? ¿De qué trata? ¿Una vez al mes te conviertes en hada y lanzas polvitos mágicos, o algo así?

No se contuvo, soltando una gran carcajada, eliminando los rastros de tensión que había en el ambiente. Su mano empezó una nueva ronda de caricias en mis mejillas, dejándome más atontada que antes.

—La imprimación tiene lugar cuando un hombre lobo conoce a la persona de su vida, algo así como amor a primera vista. Para el hombre lobo, esta chica se convierte en su todo, es un amor incondicional —las palabras de Paul resonaban en mi pabellón auditivo—. Es como la gravedad, tu centro cambia, entonces, no es la tierra la que te sostiene. Es ella. Harías cualquier cosa, serías lo que sea que ella necesitase. Un amigo, un hermano, un novio, un protector...

Mi cerebro iba a toda velocidad, conectando la información que me proporcionaba Paul.

— ¿Sam está imprimado en Emily, cierto? —pregunté, más retóricamente que de otra forma—. Por eso es tan especial con ella, siempre está al tanto de su seguridad y... se siente culpable por las marcas de su rostro. Está enamorado de ella por la magia de la imprimación.

—Sí —afirmó él, dejando escapar un suspiro de alivio—. Ella es su impronta.

Asentí, sin decir ninguna palabra. Sólo lo miraba, intentando comprender el por qué me decía todo esto en nuestra... hmmm... cita.

De repente, una idea vislumbró en mi cabeza.

Paul era un hombre lobo, lo que significaba que tenía una impronta en algún lugar del mundo y, cuando el destino lo quisiese, se encontrarían y formarían una súper pareja feliz. Y yo quedaría en las tinieblas, consumiéndome en una eterna agonía, sola, solín, solita.

Out of the WoodsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora