Historias en la noche

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Caía la noche cuando las ágilas los soltaron en La Carroca; el punto álgido de una formación rocosa situada en el curso superior del río Grande, entre la Gran Repisa de las Montañas Nubladas y Rhosgobel; en los lindes occidentales del Bosque Negro. 

Poco había disfrutado Arien de aquel paseo, de un día de viaje, sobrevolándo las inmensas Montañas Nubladas, pues apenas se había dejado deleitar por la hermosa luz de las estrellas que aquella noche iluminaban el cielo. Y es que olvidada en el peñasco dónde casi perecen a manos de Azog había dejado una de sus pertenecias más preciadas. No había tenido oportunidad de recuperar su lanza de plata antes de que las garras del aguila la recogieran. Aún entre sus zarpas,se revolvió buscando debajo de su casaca y su camisa la joya que colgaba de su cuello. El collar, junto con la ahora perdida lanza, eran todo lo que la quedaba de aquellos momentos en los que creía haberlo tenido todo. Hasta que lo perdió. 

Sus pies tocaron la superficie del peñasco con una delicadeza pausada. Los recuerdos comenzaron a agolparse en su cabeza cuanto más tiempo mantenía la joya cerrada en su puño; y Arien estaba siento totalmente ajena al momento en el que porfín Thorin se mostraba agradecido por la valentía de Bilbo.  

Várias veces tuvo el rey enano que decir el nombre de la elfa sin que ella lo escuchara, pues su mente estaba muy lejos de allí. Fue Shanga, quien con un ligero toque de su cabeza en la espalda de Arien, logró que como tántas otras veces había hecho, la elfa escondiera todos sus recuerdos en lo más profundo de su mente y volviera otra vez a la realidad.

Arien se giró de golpe, guardando de nuevo el colgante dentro de sus ropas. Confundida miró a los enanos, al hobbit y al mago, pues todos la observaban también a ella y ninguno pronunciaba palabra. 

- Debemos buscar cobijo... - dijo comenzando a caminar en busca de una bajada de aquella roca 

- Esperad - la detuvo Thorin agarrandola del brazo cuando la elfa pasaba por su lado. Los ojos de ambos se unieron y Arien vio en los del enano gratitud- Os debemos mucho por lo que Shanga y vos habeis hecho por nosotros. Gracias. 

Arien asintió procurando que su sonrisa no pareciera fingida, pues esta no llegó hasta sus ojos. 

- No teneis nada que agradecernos, por eso estamos aqui. Ahora, creo que deberíamos buscar un sitio seguro. Shanga y yo iremos delante y nos aseguraremos de no haya trabas. 

-¡Espera!- dijo Kili abriendose hueco junto con su hermano de entre el restro de enanos- Creo que será mejor que tengas esto, por si hubiera problemas 

Fili y Kili llevaban en sus manos la lanza de plata de Arien había creido perdida. Sus ojos se abrieron como platos, se agachó a su altura y casi con manos temblorosas cogió muy despacio el arma. Arien miró entonces a los hermanos y sus verdes ojos brillaban de nuevo; como si una parte de ella hubiera vuelto a vivir.

- Casi pierdo el transporte para llegar hasta aqui, pero mereció la pena.

- Guren Glassui (te lo agradezco de corazón)- dijo en apenas un susurro. 

- No es conveniente que retrasemos demasiado nuestra partida.- interrumpio Gandalf posando su mano sobre el hombro de la elfa- Id ahora, antes de que los secuaces de Azog nos encuentren. 

Arien asintió, aún emocionada por tener de vuelta un pedazo de su alma. 

Sin tan si quiera tener que decir palabra, Shanga comenzó a bajar del peñasco, adelantando a Arien quien, con el puño derecho sobre el corazón, hizo una leve reverencia ante los enanos y se unió junto al tigre con todas sus energías renovadas. 

No les llevó mucho a elfa y tigre dejár atrás el risco, y al aventurarse unas dieciseis yardas, encontraron el lugar perfecto para descansar esa noche sin que ningún orco les dieran caza. Una cueva resguardada y rodeada por una barrera de boscaque, perfecta para ocultarles al exterior. 

The Things We Lost In The FireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora