Capítulo 5

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A estas alturas de la vida solo una pregunta se repetía en mi cabeza: ¿Por qué?

Parecía que le caía mal a todos los factores que hacían que el mundo funcionase: al universo, al flujo temporal, a la teoría de la relatividad, al espacio-tiempo, a diosito y hasta a mi puta abuela.

Nah, mentira, no tengo abuela (Say something, I'm giving up on you).

A la única cosa que parecía que yo le caía demasiado bien era a la ley de Murphy. Porque como decía: "Si algo puede salir mal, saldrá mal".

Puto Murphy. Todo esto es por tu culpa. Nadie te quiere. Piérdete.

Y yo, en aquel mismo momento me quería perder hasta en mis bragas.

—Hey, ¿haciendo nuevos amigos?

Eliot señaló a Mai y yo la miré disculpándome. Sin embargo, mi sorpresa fue otra cuando vi como se revolvía en su sitio, con la mirada baja y con deseos de salir cagando leches.

Cuando una siempre está en situaciones incómodas (adivinen quién tiene la culpa. Exacto, yo), puede detectar hasta la más imperceptible señal de que alguien está rezando a la Virgen para que se abra la tierra y lo trague en ese mismo momento.

Y yo en aquello era el final boss.

No me explicaba la reacción de Mai. ¿Por qué estaba tan nerviosa? ¿Se conocerían? ¿A ella le gustaba Eliot? Pero a juzgar por como su piel había perdido el color, era como que más que atracción ella sintiera terror.

¿What the fuck, man?

Eliot, en cambio, seguía relajado y sonriente con una ceja alzada.

—¿Y bien?

—Sí, bueno... La acabo de conocer en clase —le respondí un poco extrañada por el ambiente que se había formado entre los tres.

Mai a punto de desmayarse.

Eliot relajado y sin mirarla.

Yo con ganas de ir al baño.

¿Qué? Soy humana.

—Esto... —habló por fin Mai. La miré y me extrañó que su voz no sonase tan serena y segura como antes —tengo que irme. Me acabo de acordar de que tengo una cosa pendiente... Con el director...

"Mentira", pensé, "desvías tu mirada hacia abajo": —No te preocupes. ¿Nos vemos en clase de matemáticas?

Ella asintió sin hablar y fue (literalmente) corriendo.

Aquello era muy extraño. Demasiado.

Miré a Eliot con la esperanza de que él estuviese extrañado o con un mínimo ápice de... algo.

De repente, me di cuenta de una cosa.

El papel.

La notita que me había lanzado Eliot.

"Mierda."

Me agaché con rapidez para cogerla. Pero cuando mis rodillas ya estaban totalmente flexionadas, él ya se estaba levantando.

"Mierda máxima."

Vi con un nudo en la garganta como desarrugaba el papel y alzaba las cejas mirando hacia mí.

—Esto...

—Tranquila, Saturno.

Estática.

Así me quedé.

Mi boca estaba abierta como si fuese a tragarme una polla al igual que mis ojos.

Cursi Saturno © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora