Capítulo 9

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La sudadera negra era idéntica, tenía la capucha puesta y el olor... el olor era exactamente el mismo.

¿Sería él? ¿Y si fuese alguien que vestía igual y olía lo mismo? Digo... Casi todo el mundo viste ropa negra y masticaba hasta diez chicles de menta a la vez. Y sabiendo en qué estación estábamos, no era raro el hecho de que tuviese la capucha de la sudadera puesta. Hacía un frío de cojones.

Sin embargo, aunque hubiese una gran probabilidad de que él no fuese él, no podía dejar de mirarlo.

Pagó el ticket del autobús y acto seguido, se dio la vuelta para ir a su asiento.

El autobús estaba prácticamente vacío a excepción de una pareja de ancianos que dormían con la cabeza apoyada en el otro. Sin embargo, vi como caminaba hasta la parte trasera del autobús.

Tuve que levantarme y poner las rodillas donde estaba sentada para poder ver al menos una pequeña parte de su cuerpo. ¿Por qué tan lejos? Se podía marear.

Se sentó al lado de la ventana en la última fila y, pude ver sorprendida, como aún sentado la cabeza sobresalía de los asientos. Yo si llegaba a sentarme tenía que poner tres diccionarios en mi culo para que al menos se me pudiera ver la frente.

Pero ni aún así podía verle los ojos. La caperuza le cubría hasta la nariz.

Esperé, aún observándolo en aquella posición tan ridícula. Como si fuera una niña que quería cotillear quién estaba detrás de ella.

El chico parecía como si estuviese en el teléfono. Pero, ¿por qué no destapaba su cabeza? En el autobús hacía bastante calor, a diferencia del exterior. ¿Sería un ninja? ¿Un agente del FBI? ¿Un delincuente buscado por toda América? YA ENSÉÑAME TU CARA, MALDITO DESGRACIADO.

Y lo hizo nada más yo "ordenarle" aquello mentalmente.

"Hostia", pensé sorprendida por lo que acaba de hacer y lo que acababa de pensar. ¿Y si deseaba mentalmente un millón de dólares? Todo era posible.

Pude ver como detrás de aquella caperuza negra aparecían un par de ojos negros y un pelo caoba totalmente alborotado.

Algo hizo click en mi cabeza.

¿De qué me sonaba aquel chico? Tenía la leve sensación de conocerlo de antes. Pero a la vez no me sonaba de nada. ¿Sería un dèja vu? De alguna manera estaba segura de que no, pero seguía sin saber el porqué.

Todo esto era muy extraño o yo simplemente tenía memoria de pez y me imaginaba cosas que no estaban.

Sus ojos negros observaban su móvil y, de vez en cuando, se pasaba una mano mientras fruncía el ceño. 

No obstante, tenía una bufanda cerrada que me impedía ver su boca o su cuello. A este paso jamás sabré quién es ese chico si se sigue ocultando.

Tenía curiosidad, ¿vale? No todos los días un tío raro te salva de caerte, se va como si no hubiese pasado nada para que después te lo encuentres en el autobús y tu memoria sufra en agonía diciendo que lo conoces.

Mi vida es muy rara.

Tenía ganas de agradecerle o preguntarle si era él quien había impedido que mi culo se estrellar a contra el suelo.

Otra cosa es que me atreviera. Venga, ¿podría levantarme de mi sitio y decirle "oye, creo que eres el chico de la cafetería. Si es así pues gracias"?

"Tan poco estaría tan mal, ¿no? A nadie le viene mal que le agradezcan algo", pensé librando una guerra en mi mente. Gratitud o no mover el culo, ¿quién ganará la batalla? Dejen sus apuestas.

Cursi Saturno © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora