Cuando había entrado a aquella cafetería el ruido de las personas hablando era infernal. Personas riéndose, otras gritando y creo que oí un gemido por ahí. Turbio.
Sin embargo, en cuanto el suelo dejó de acercarse a mi cara, todo cesó. Silencio.
Tenía los ojos fijos en el suelo y tan abiertos que dolía. Seguía sintiendo aquella mano sobre mi estómago sosteniéndome.
Noté como presionaba para que me levantara y yo obedecí sin saber muy bien que estaba pasando. Estaba estática.
Noté mis ojos secos y fue como recibir un soplo frío de realidad. Parpadeé y sentí como si todo se empezara a mover a mi alrededor.
"¿Qué?"
Me giré para ver quién era aquella persona que me había salvado de la caída y vi como un chico se daba la vuelta y empezaba a andar con paso apresurado hacia la salida.
Tenía la cabeza cubierta por la capucha de su sudadera por lo que no tenía nada para ver quién era, ni para identificarlo después. Aún así, el fuerte olor mentolado se me había grabado en la cabeza.
¿Qué cojones acababa de pasar? ¿Estaba viviendo la Cenicienta invertida o qué pasaba?
La gente murmuraba cosas mientras me tiraba miradas de vez en cuando y yo me cogí del brazo en un intento de no quedarme como una idiota en medio de todos.
En aquellos momentos mi mayor deseo era hacerme lo más pequeña posible. Odiaba que la gente se me quedara mirando y murmurando cosas por ahí. Sin embargo, no pasó demasiado para que pareciese que la cosa ya no importaba. Todas las personas que habían enmudecido anteriormente, se dieron la vuelta y empezaron a hablar por ahí.
En realidad, parecía que desde el chico cruzó la puerta, era como si nada hubiese pasado. Como si acabara de entrar el presidente y la gente enmudeciera en su presencia, y que cuando hubiese salido, el asunto se hubiera pasado de moda.
Pero aquello no quitaba el hecho de que me había pegado un buen susto y de que había pasado un momento bastante desagradable al ser el foco de atención de casi todo un instituto.
"Dios, no debí haber entrado aquí, ¿en qué estaba pensando?"
Me cubrí las mejillas y noté el calor emanar de ellas. Ni siquiera lo había notado. Y era normal, me había pegado un susto de los buenos y ya recién empezaba a notar los pies.
Fue realmente extraño, como si en aquellos instantes el tiempo se hubiera parado por completo. No sabía como explicarlo en realidad. Lo más raro era que mientras el chico estaba en la cafetería, la gente estaba observándonos. Todos. Y cuando se fue, solo algunas personas hablaban, dedicándome miradas de vez en cuando. Como si hubiese dejado de existir casi al completo y aquel chico era todo lo que importaba.
Me sentía rara...
-¡Saturno!
¿Eh?
-¡Aquí, detrás de ti!
Me giré hacia de donde provenía la voz y vi como Eliot agitaba su mano desde una mesa.
Le devolví el saludo un poco incómoda por la atención que estaba llamando y él me hizo un gesto para que me sentara con él.
"Oh, no, claro que no."
Agité mis manos en señal de negación y señalé la salida haciendo caras raras para que entendiese que no me iba a sentar con él. Me sentí ridícula.
-¡Siéntate con nosotros, anda! -exclamó alzando la voz y varios presentes giraron su cabeza para mirarle y después mirarme a mí.
Mierda. Ya había hecho un espectáculo, no podía hacer otro.
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Cursi Saturno ©
Fiksi Remaja«Alcé los ojos y me di cuenta de que era su mirada la que quería ver nada más despertar, nada más vivir...» _ Los inseguridad y la torpeza siempre han sido las mayores cualidades de Saturno. Atada a una madre extremadamente estricta, comienza su seg...