Capítulo 4

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Di un salto sobre mi sito con la mano aún extendida como gilipollas y me giré hacia atrás para ver quien acababa de entrar de aquella forma.

Mi mandíbula calló al suelo.

Detrás de la puerta que había rebotado contra la pared por la fuerza surgió una cabeza rubia. Y detrás de esa cabeza rubia un cuerpo que parecía sacado directamente de una revista porno.

Era una chica con un rubio claro y natural que te cegaba nada más verlo. Y aunque era bajita, su cuerpo parecía estar esculpido en mármol. Bien proporcionado, en forma, con unas curvas de las que yo, que en un principio soy heterosexual, quedé con la lengua fuera.

Cerró la puerta con una pierna y remató su entrada sacudiendo su pelo. Tal y como la prima buena de Ross, del programa de Friends.

Adiós autoestima, vuelve pronto... ¿Autoestima? Rayos.

La seguí con la mirada y me di cuenta de que cada uno de sus gestos eran perfectos. Como si los hubiera ensayado durante horas delante de un espejo. Se sentó al lado de aquel chico que me había mirado mal y le guiñó un ojo. Creí que él le haría caso o que intentaría ligársela, pero continuó rayando su libreta mientras la chica se relamía los labios y sacaba pecho. Y aquello me pareció extraño... ¿Sería gay?

Escuché un carraspeo y me giré hacia de donde provenía. Me di cuenta de que seguía con la mano en alto como idiota y que la gente me estaba mirando. Me encogí en el sitio mientras la bajaba y apretaba los labios.

-¿Y bien, señorita...?

-Collingwood. -me apresuré. Era mi apellido pero él no siguió con el tema.

-¿Cuál es la respuesta?

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El timbre sonó y yo inspiré profundamente mientras lloraba hecha bolita en mi interior. Sin embargo, a pesar de mis lágrimas mentales, aquel ruido del demonio se me antojó un alivio enorme.

Suspiré dejando salir todo el aire que había estado conteniendo desde que dije la respuesta... incorrecta. Me volví a dar una palmada en la cara. Mira que era estúpida pero este día me estaba superando.

Empecé a recoger todas mis cosas con lentitud. Metía mis libros poco a poco y con la notita de Eliot aún en mi mano. Estaba realmente tensa y no ayudaba el hecho de que tuviera la ligera sospecha de que el chico vendría hacia mí para exigir su respuesta. No tenía pruebas, pero tampoco dudas. Y aquello me ponía nerviosa. Demasiado.

"Quizás si me cuelo entre aquellos tíos...", pensé mientras ponía cara de intelectual y observaba a unos chicos causando alboroto junto a la puerta. "Quizás si me agacho y voy corriendo como un T-rex..."

¿Qué podría salir mal?

Me levanté de golpe con intención de ejecutar mi infalible plan y sentí que algo me pinchaba la rodilla y me atravesaba todo el cuerpo en un escalofrío. Así, super casual, acababa de romperme la rodilla contra la mesa.

-Jo... der... -gemí cerrando los ojos y volviéndome a sentar -Joder, joder, joder...

Mi rodilla había estado empezando a mejorar desde el día en que me la había lesionado en la piscina. Y venía ahora y me la volvía a dañar. Me cago en la puta.

Apoyé mi cabeza en el escritorio mientras profería más insultos en mis pensamientos.

Y en medio de aquellos insultos, sentí unos toquecitos en mi cabeza. Giré mi cabeza aún apoyada en la mesa para ver quién era el que lo había hecho. No tenía ganas de levantarme, la verdad. Quienquiera que me hubiese llamado la atención iba comerme un poquito el coño.

Cursi Saturno © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora