Capítulo 8

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Los seres humanos tenemos funciones básicas que satisfacen nuestras necesidades.

Sin embargo, cuando nos sorprenden en plena función, la cosa se vuelve muy desagradable.

Un ejemplo es cuando haces pis y te descubren (si se quedan mirándote run, bitch, run), cuando estás a punto de besarte con tu novio y estornudas o cuando te ruge el estómago en plena vida.

Y no, no me refiero a un pequeño ruido. No. Me refiero a un puto rugido de estegosaurus.

Hay personas que saben camuflarlo bien. Tosiendo, moviendo la silla, ¿pero yo qué hice?

—Creo que el fin del mundo se acerca.

Y entonces vi como Ben escupía su batido.

—¡Agh, idiota! ¡Cuidado con mi blusa! —chilló Thalia levantándose de golpe y sacudiendo su ropa.

Y entonces vi como un tío pasaba por nuestro lado y se resbalaba a con el batido que Ben había escupido.

—¡¿Pero qué cojones?! —gritó el chico a Ben con el culo lleno de líquido rosa. El otro no podía ni responderle debido a que estaba con las manos en la cara totalmente rojo.

—¡Fue mi culpa! Yo... Eh... ¡Lo siento! —grité (o sea, GRITÉ) levantándome de golpe.

—Que os jodan —me contestó y se fue no sin antes seducirme con su dedo. Ya sabemos cual.

Me senté totalmente acalorada por la vergüenza del momento y bajé la cabeza con ganas de que la tierra se abriera y me tragara.

"Soy una jodida mariposa", pensé, "un aleteo y... ¡PAM! rompo hasta culos".

Miré hacia Eliot y me lo encontré con una mano sobre su boca y su pecho temblando.

"No puede ser."

Dejé caer mi cabeza entre mis brazos, escondiendo mi cara todo lo posible y deseando que el timbre me salvase. Tal vez no fuese mala idea que el camión se estrella contra mí, o que viniese ya el fin del mundo.

Joder. Yo no era un desastre... Lo siguiente. Era una catástrofe para la humanidad. Ya no era mala suerte, o torpeza. Con tan solo pronunciar unas palabras acabé afectando a tres personas. ¡Tres personas! Que alguien me mate por favor, soy muy pobre para contratar un sicario.

Sentí un golpecito en mi cabeza y levanté la mirada para, después, no creerla.

—Creo que podemos retrasar un poco el fin del mundo con esto. No es mucho pero, de momento estaremos vivos.

Era su bandeja. Con un plato medio lleno de pasta y una manzana.

—¿Qué? ¡No! No pienso aceptarlo, Eliot —dije empujando la bandeja hacia su dirección.

"¿Qué haces, estúpida?"

Cállate, estómago. Esto es por tu culpa.

Él volvió a empujar la bandeja de comida hacia mí y yo me desinflé. Mi voluntad ya era lo suficientemente frágil con hambre y el chico me estaba provocando. La pasta era mi comida favorita...

—Eliot... —suspiré, rogándole con la mirada.

—Vamos. Si no quieres hacerlo por mí, hazlo por la humanidad —me guiñó un ojo y yo me permití sonreír aún muriéndome de la vergüenza.

Cogí el tenedor, un poco dudosa y volví a mirarle. Él sonrió y alzó una ceja.

—Que aproveche —susurré y di el primer bocado mientras Ben golpeaba la mesa a punto de escupir un pulmón.

Cursi Saturno © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora