Capitulo 2: Como en los viejos tiempos.

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En un parque de la misma ciudad, otra pareja discutía. La pelea llevaba tanto tiempo que ya ninguno de los dos recordaba porque había empezado la discusión.

-si todo lo que digo y hago te parece mal, entonces dime ¿Qué seguimos haciendo juntos?- dijo Kevin más que enojado.

-Kevin, no entiendo porque siempre que tu inicias las discusiones debo ser yo quien arregle todo. Eres tan controlador y obsesivo, tu no eras asi. ¿Qué es lo que nos pasó? Nuestra relación ya no tiene fundamentos.

-pues entonces si yo no soy competente para ti, quiero saber que es lo que, segun tú, me hace falta para ser digno de tu querer. ¿Qué necesitamos para seguir?

-¡ya no aguanto tu actitud! Por mi puedes hacer lo que se te de la gana. Dejame en paz, ya no puedo seguir así.- respondió Amelia con el rostro empapado en lagrimas mientras se alejaba de Kevin.

-¡está bien, si eso es lo que deseas! Igual volveras a buscarme...- gritó Kevin enfurecido, Amelia no se dio vuelta, ni siquiera reaccionó solo siguió caminando lejos de la vista de él.

Kevin pensó por un momento que había ganado la discusión, pero como siempre se dio cuenta de que no era así, solo había logrado sacar su instinto animal o mejor dicho de bestia y había conseguido alejar a Amelia una vez más. Esa mañana le había dicho que la noche seria muy especial, solo para ellos y que la recordarian por un largo tiempo.

Se puso las manos sobre la cabeza y dijo en voz baja

-¿Qué hice?... maldita sea, ¿Qué he hecho?- apreto el puente de su nariz tratando de ignorar las inmensas ganas de llorar que sentia.

Empezó a caminar hacia su auto, por un momento no sabía que hacer, quería disculparse con Amelia pero estaba consciente de que no era el momento adecuado.

Llegó a un pequeño bistró de comida argentina en el que había ido a comer una o quiza dos veces, no era fanático de la comida con muchas especias, pero la comía por Amelia.

Se dejo caer sobre la silla y tiró sobre la mesa la caja azul amarrada con un listón blanco. La caja se abrió dejando salir el anillo que contenía; pensaba pedirle matrimonio esa misma noche.

Kevin agarró la argolla de plata entre sus manos, tenía incrustado un diamante en la parte superior, no era de 14 kilates ni mucho menos, pero era una muestra significativa de lo que sentía por Amelia.

Después de tomarse una taza de té que le supo a rayos, dejo el dinero exacto sobre la mesa, tomó el anillo con su caja y salió caminando del local.

En lo que llegaba a su auto, chocó con otra persona por ir con la mirada baja. El otro sujeto le dijo

-oye ten cuidado

-lo siento... ¿Alan?- el otro chico sonrió y se apresuró a decir

-¡Kevin! Que bueno verte, hace meses que no sé nada de tí, ¿que ha sido de tu vida?- le dio un abrazo tan fuerte que demostraba que enserio lo había extrañado. Kevin se encogió en su lugar al recordar a Amelia y le dijo

-nada, solo he estado por ahí, ya sabes trabajando... ¿y tu? Enserio que habías desaparecido, no contestabas mis llamadas.- Alan se masajeó la nuca como si pensara su respuesta y dijo

-oh pues... es que... me cambie de casa...

-¿de verdad? Creí que tenía tu celular...

-erm... tengo que irme Kevin, traigo prisa, pero aqui te dejo mi numero de celular, deberiamos vernos luego... adios.- Alan le dio un papel a Kevin con su numero de celular apuntado y salió practicamente huyendo.

Pensamientos inconscientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora