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Los días avanzaban y Ashton aún seguía en coma, pero a pesar de que no despertaba, Peyton no perdía las esperanzas, y, sobre todo, se mantenía allí, a su lado, día y noche, como le había prometido.

La joven sentía como si todo fuese un deja vú, pues era la misma situación que había vivido los últimos días junto a Thomas. La menor había dejado de asistir a clases solo para estar al lado del mayor durante todo el día.

La madre de Ashton le insistía a la menor que no debía quedarse por las noches allí, pero Peyton no lo dejaría solo, ella cumpliría su promesa al pie de la letra, tal y como había hecho con Thomas.

Los días pasaban y Peyton no perdía la fe en que algún día el hombre despertaría. Solía hablarle sobre los estudios que le esperarían al regresar, también de cuanto lo necesitaba o simplemente le contaba historias de su vida. Claramente la menor no obtenía respuesta alguna, pero eso era lo de menos.

Era viernes y Peyton regresaba al hospital luego de un par de horas en su casa, ya que la madre del joven había relevado su guardia para poder permitirle a la menor ir a su casa y descansar un poco.

La mujer sonrió de lado al ver a la jovencita entrar con un café en la mano y su bolso en la otra.

—No debías venir, te dije que descansarás, pequeña. —La regaño con suavidad la mujer, preocupada por la dulce niña que cuidaba de su hijo.

—Y lo hice, ya me siento con más energías. Además, tú debes ir a casa, mañana trabajas y alguien debe quedarse con él, en caso de que despierte. —La joven le hizo entrega del café y la mujer la observó con tristeza. Le era tan increíble la esperanza que la joven cargaba, Peyton siempre le había parecido un ángel, y sus acciones solo lo confirmaban más y más.

—Mi niña, sabes que no es necesario. Además, tu deberías regresar a tus clases, no puedes estar todo el tiempo aquí. —La mujer tomó las manos de la menor y la observó con preocupación —Sabes que Ashton podría estar así durante meses, incluso años. No puedes detener tu vida por él. Sé lo leal que eres, me lo has demostrado con Thomas y sé qué harás lo mismo por Ashton, pero también deseo lo mejor para ti, Peyton. Eres como una hija para mí, y no quisiera que tu vida se detuviera por esto.

—Lo sé, pero esto es lo que quiero hacer, esta es mi elección, y jamás me perdonaría no estar con él hasta último momento. Después de todo, es mi culpa que él esté aquí...—La mujer apretó sus manos con fuerza y frunció el ceño.

—Nunca vuelvas a decir eso, Peyton. Tú no has causado nada ¿Entendido? Lo único que has hecho fue hacer felices a mis hijos y es lo único que importa. Ashton decidió esto, pero no fue tu culpa, no debes cargar con un dolor que no te corresponde. ¿De acuerdo? —La menor asintió mientras la mujer secaba las lágrimas que habían escapado de los hermosos ojos azules de la joven. —Te quiero pequeña. —Ambas se fundieron en los brazos de la otra, reconfortado su dolor, trasmitiéndose esa esperanza y fuerza que ambas necesitaban para aquella difícil situación.

~*~*~*~

Era de noche y la menor estaba a un lado de la camilla viendo la televisión, sujeta a la mano del hombre. Lo observó con una leve risa por la comedia que estaba viendo y suspiró.

—Espero que pronto podamos ver estas comedias juntos, en el sofá, con refrescos y frituras. —acercó su mano a la mejilla del mayor y la acarició con suavidad. —La barba te queda muy bien, pero estoy seguro que te desharás de ella cuando despiertes. Tu madre me ha dicho que siempre deseas verte joven y atractivo, aunque dudo que puedas verte más atractivo de lo que ya eres.

El ruido de las máquinas, tranquilo y continuo, solo hacían de aquel silencioso lugar, la cruda realidad de lo que estaba sucediendo. Peyton estaba cansada, tanto física como mentalmente, solo deseaba que aquella pesadilla acabará, que Ashton despertara de aquel maldito coma y que todo comenzará de una mejor manera.

El celular dentro de su bolso sonó, lo sacó y observó al hombre con una sonrisa.

—Es tu celular, tu madre me lo dio, dijo que no ha dejado de sonar desde que te halló en tu casa. Han de ser tus amigos. —La menor sonrió de lado y lo desbloqueo para ver que se encontraba en un chat con ella. —guau... —comenzó a subir lentamente, viendo la cantidad de mensajes de audio y texto que el joven le había enviado durante esos días.

"Peyton... Por favor, Ángel. Contéstame, necesito que lo hablemos."

La voz del joven sonaba tan desesperada, y a medida que oía los mensajes, parecía cada vez estar peor.

"Me odio, demasiado. Fui un estúpido, ángel. Lo siento..."

La menor sentía la angustia que la voz de Ashton cargaba en cada uno de esos audios, hasta llegar al último que le había enviado.

"Peyton... Eres hermosa, supongo que ya lo sabes. *hipo* Te amo... Te amo más que mi propia vida, ángel. Me siento un maldito idiota por haberte dañado... Desde que llegaste a mi vida has sido lo único que me ha mantenido en pie... Estar sin ti...*suspiro* Estar sin ti es como... Estar muerto. Perdóname amor... Lo siento tanto... Espero que puedas ser feliz, ángel mío..."

Peyton estaba devastada con aquel último audio, su voz estaba tan quebrada, se lo oía tan ebrio y a la vez, tan sincero. Sus mejillas estaban empapadas en llanto que había salido sin aviso alguno.

—Te amo Ashton. Lo siento tanto, perdóname... Perdóname por haberte traído hasta aquí... —la joven se aferró a la mano del hombre inconsciente y sollozo desahogando su dolor junto al hombre que amaba.

Aquella noche, durmió abrazada al joven sobre aquella camilla, reviviendo la última vez que había estado junto a Thomas, sintiendo que su amor se había ido y despertando con una suave caricia en su cabello y un leve susurro que la llenó de vida.

—Ángel...

Angel © |afi|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora