Cuídame

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Tras los alegres lamentos de la decepción, me aguardaba un corazón roto y quemado.
Abrasado.

Ella, tan frágil entre sus mil demonios, dejó escapar una tenue sonrisa.
Una que sacó otra mia.

Sus demonios y los míos jugaron, dejándonos solos un misero rato.
Suficiente fue para ver sus ojos,
oscuros y misteriosos.

Alzó sus manos hacia mi,
entregandome su tesoro más preciado, algo tan delicado.
Algo tan mal cuidado.

Y en un momento de silencio,
se atrevió a decir muy bajito:

"Abrázame, para sentirme protegida en tus cálidos brazos.

Acariciame, para dormir sobre tu regazo sin reclamos ni llantos.

Cuídame, como nunca lo hicieron antes"

Él no contestó, sólo tomó el tesoro.
Lo guardó, lo arregló.

Simplemente, lo cuidó.

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