Parte 5 - FELIPE Y UN HECHO INESPERADO

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Con Amor no se divisaron más. Evitó pasar frente a la tienda. Además, tenían intereses diferentes. Felipe, los fines de semana variaba de lugares de diversión con sus amigos y amigas. Su entretención habitual era un gimnasio, sumada a su pasión por leer y escuchar música en casa. En esto último llegó a ser un experto.

Cierto día le dio un cólico renal, con derrame interno. Estuvo muy grave en el Hospital de Copiapó. Sus padres y amistades fueron su aliento y gran compañía. Se sintió más reflexivo y prefirió olvidar definitivamente su platonismo por Amor, más aún, porque había estado ad portas de la muerte. Sintió que debía olvidarla. Se juró tener muchos cambios, porque -según pensaba- , estaba en deuda con Dios, pues el médico especialista le explicó, que estuvo demasiado cerca de morir, porque por tener una severa herida interna en todo el uréter, no era posible operarlo.

Luego de salir de la UCI, al ser derivado a sala, optó por no pedir pensionado, temía aburrirse porque era un conversador innato. Prefirió la sala común, pues, luego que el curita le dio los últimos sacramentos, no estaba de ánimo para estar solo.

Ante el tedio de mirar siempre la alba pared, prefería conversar con sus vecinos de dolores físicos, en caso que ellos pudieran: Sus compañeros fueron un agricultor accidentado en un caballo, un joven que se estrelló en motocicleta y su vecino de cama, un minero con crisis de silicosis, que contaba, según Felipe, sólo mentiras de sus amigos duendes; del diablo en la mina «La Pascuala», del mucho oro en pepitas, las que guardaba en un saco papero. Sumaba historias de piratas, en circunstancias que apenas conocía el mar. A ese señor muy mayor, llamado Faustino, era al que encontraba más divertido y entretenido. Un domingo, día de visita, por alguna extraña razón hasta sus amigos lo olvidaron, así que tomó con calma «Las Crónicas de Narnia», que lo leería por cuarta vez.

En eso estaba cuando Amor entró como una flecha y se dirigió a su cama.

-¡Hola Felipe! ... ¿Estás mejor?

Fue como ver a aparecer una fantasma de los que contaba su vecino. La chica, que frisaba los 23 años, blaser rosado; falda del mismo color en cuero, botas, uñas, cartera y blusa rosa. Más bella se veía con sus cabellos largos y sueltos, con dos aretes grandes, suavemente maquillada, un reloj de deportes y una cadena de oro delgada con un Cristo. Saludó cariñosamente a los demás enfermos, se sentó a su lado, le tomó las manos.

- ¡Amor, por favor, hoy deseo hablar yo, ! – Exclamó, Felipe.

- Está bien, pero te suplico, primero quiero saber de tu salud.

- ¡Estoy mejor!... En cinco días, si Dios quiere, me iré de alta, con largo reposo a mi departamento. Hay una herida que debe cicatrizar lentamente.

Faustino, el minero, al sentir la palabra «amor», levantó el pulgar aprobando la relación.

- ¡No es lo que cree, amigo!-, le dijo Felipe.

- Paisita, entonces habló uno de mis amigos duendes, a los que siempre veo. - Agregó el minero.

- Deseo ser tu amigo, Amor

- ¡Yo, no Felipe y punto!

- ¿Por qué entonces has venido a verme? ¿para torturarme?... La he pasado muy mal, no quiero dramatizar pero estuve pronto a morir. No bromeo.

- Lo sabía, no me dejaron entrar antes. Sólo quiero decirte que eres un tonto.

La joven sonrió, le tomó las manos, luego le dio un profundo y largo beso. Felipe respondió con pasión.

- Nadie se ha muerto por mentiroso - reflexionaba Faustino en voz alta – Amor, es amor. Es como que yo negara que tengo silicosis y paso todo el día «chupando» oxígeno.

Hasta los demás enfermos rieron.

- Felipe de mi corazón, creo que no seré tu amiga, hasta donde me puedas soportar, seré tu enamorada. Te mentí con lo del novio. Al principio de verdad me caías mal, te encontraba muy vanidoso. Cada día te miraba desde la tienda, al principio con odio y después comenzó a despertar el amor. Esperaba con anhelo tu salida del banco para verte.

- Te amaré mucho... Te recordaba aquí sólo como una bella e inalcanzable mujer, con quien no debía soñar más.

- A la segunda semana cuando te sentabas frente a la tienda, me di cuenta que el hombre que ignoraba, el que osadamente me regaló una rosa, era lo que diosito tenía reservado para mí.

- ¿Y por qué me fuiste a correr, dos veces?

- Porque una mina interesada en ti, hizo un falso correo y se hizo pasar por ti y eran cosas hirientes, que te odié... Pasaron varios días y supe la verdad de la impostora. Te llamé al banco para disculparme, debía hacerlo y tu secretaria me dijo que estabas muy grave.

Se le descolgó una lágrima. Felipe le tomó la mano y se la acarició. Fue un momento mágico, el que jamás soñó, ni siquiera despierto.

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LA CHICA TREMOFÓBICAWhere stories live. Discover now