Parte 11 - LES ENCUENTRAN CON DROGA

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Felipe sugirió que fueran a pasar el mal rato a la playa Las Machas, alejándose un poco de Bahía Inglesa, porque aún era temprana esa noche de sábado, y quería volver a embellecerla.

Tomaron el auto y se alejaron unos cuatro kilómetros al sur. La noche seguía bella y se sentaron en la orilla de la playa, a cinco metros del océano. Brindaron con Krug Vintage Brut, puesto que habían traído copas de la casa de Amor.

- Te confieso, Felipe, nunca había tomado una copa en un escenario idílico y champaña de verdad, es un mundo de diferencia. Creo que no pelearé contigo, esto es muy caro. Sólo me pregunto, ¿lo merezco? Sé que mínimo cuesta unos mil dólares.

- ¡Lo mereces!... Princesa, quiero decir lo que quedó pendiente en el restaurant.

La chica le puso los dedos en los labios.

- Hoy no, en otro momento, amorcito. Me digas lo que me digas, puedes llegar a la mitad de la frase y ahora vamos a tener un terremoto.- Sonrió.

Felipe, agregó:

- ¡Definitivamente no es nuestra noche! ¿Otro día cariño?

- ¡De acuerdo, mi rey! Por favor, no quiero darte lástima, deseo la verdad, con calma: ¿Serás capaz de perdonarme algún día?

- Mi vida, lo tuyo es un trauma, no una mala acción. No tengo nada contra ti. Nunca dejaré de amarte por ese problema.

Se quedaron en la arena mirando las estrellas, porque a diferencia de Bahía Inglesa, esta playa era solo de arena.

- Eres tan lindo y bueno, mi Felipe. Y pensar que una noche te miré como un presumido.

El sólo sonrió.

Se besaron, le acarició con mucha delicadeza los senos. Amor se dejó llevar, le quitó suavemente el short, su ropa más delicada y al consumarse lo íntimo, Amor miró las estrellas y sintió en su corazón que ese telón infinito tenía algo que no podía explicar, propio del mundo de la meditación, que le confirmaba que allí estaba la sublime eternidad que era testigo de esa pasión.

- Felipe, déjame que en este momento tan íntimo, sea yo quien cabalgue ahora sobre tu cuerpo, porque deseo que mires las estrellas y sientas lo mismo que me emocionó. Amado ni siquiera lo imaginas, pero la eternidad nos ama.

Luego, se recostaron, sin ropa por mucho rato y sin pudores, se acariciaron largamente.

Era una noche muy especial, el clima era cálido. Entraron desnudos y nadaron. En las olas jugaron como niños, se besaron largamente alumbrados por la luna.

Salieron a la orilla y continuaban acariciándose. Se sentían inmensamente felices.

- ¡ Abrázame, Felipe, mi tesoro!

Balizas y la sirena de un carro policial pusieron rojos sus desnudos cuerpos y con linternas dos policías los alumbraron al rostro. Llegaron prontamente a su lado.

- ¡Primero los artistas se ponen ropa , luego hablamos! – les dijo el suboficial.

Avergonzados lo hicieron muy rápido.

- Señor, señorita - dijo el suboficial – los hemos sorprendidos en un acto presuntamente sexual y totalmente desnudos, lo que es ofensas a la moral. Tendrán que acompañarnos a la comisaría, pero antes, necesito sus identificaciones. Ambos estaban muy avergonzados. Los carabineros se acercaron al automóvil.

Al saber que Felipe conducía le hicieron test de alcohol y marcó positivo, lo que daba un segundo delito, conducir bajo la influencia del alcohol. Revisaron el maletero del carro, buscando botellas. En la guantera había una bolsa con diez porros de marihuana.

- ¡Qué sorpresa, los jóvenes se dedican al microtráfico!... ¡Lo lamento, pero les sobran delitos! ¡Los brazos atrás!

Esposados los subieron al furgón policial:

- ¡Felipe, tenemos que estar serenos! De la marihuana no tengo idea.

- Te creo, tesoro. ¡Estoy calmado, pero muy amargado!

De la posta de salud los trasladaron a la unidad policial, donde se hizo el acta correspondiente de la detención, los fotografiaron de frente y perfil, les tomaron huellas dactilares y demás protocolo.

Usando el derecho al llamado telefónico llegaron los padres de Amor. Les señalaron que lamentablemente por los agravantes el fiscal determinaría su futuro, pues sería «formalizados» ante la justicia.

No hubo fianza y felizmente no quedaron en celdas. Debieron pasar la noche en un sillón de madera.

Juan Carlos, que ignoraba todo, fue a recuperar al día siguiente el paquete quedado en la guantera del auto, instancia en que el padre de la joven, Sebastián Zublime, tuvo elementos de pruebas en favor de los enamorados. Partió con un abogado ante el fiscal, que cambió la formalización, una vez comprobados los hechos.

Al menos no fue denigrante que los llevaran sin esposas, pero si llevaban petos amarillo con la palabra «imputado» en la espalda. Hubo un juicio abreviado y en base a las irreprochables conductas anteriores de ambos, y considerando que se declararon culpables, fueron condenados a dos meses de trabajo comunitario en Caldera, regando jardines en los parques y avenidas, a contar de las cinco de la tarde, de lunes a viernes, cuatro horas cada vez.

Por fortuna, Felipe no fue despedido en el trabajo, porque su desempeño había tenido excelentes resultados, pues en base a su empatía con servidores públicos y empresarios, nunca el banco había tenido tanto éxito en esa ciudad.

La joven tomó vacaciones y se creía que ambos fueron detenidos y condenados por manejar con unas copas... En eso nadie podía lanzar la primera piedra. Dieron por hecho que los dos manejaban sus respectivos autos cuando fueron detenidos. De cómo los encontró desnudos la policía, y la droga, casi no se supo.

La condena se hizo efectiva en marzo, época ya de pocos turistas en el concurrido balneario.

Por el período de la condena se fueron a vivir a la cabaña de Bahía Inglesa, en Caldera - y juntos regaban avenidas, parques y todo lo que tuviera verde.

Felipe viajaba desde Caldera a Copiapó, cada mañana para cumplir con su trabajo. Lo hacía en bus. Es una hora de viaje y regresaba cada tarde al terminar su jornada laboral. En su trabajo le habían dado el beneficio de retirarte a las 16 horas, para estar prontamente en sus labores de la condena.

Se vestían deportivamente y, prácticamente no tuvieron vigilantes. Pese a la tristeza por el castigo, hacían el trabajo con mucha dedicación.

Un día, hubo un fuerte seísmo e increíblemente Amor se mantuvo serena.

- ¡Nunca más, Felipe!, todo lo que nos pasó, tal vez me quitó el trauma de la tremofobia. Es posible que no necesite piscóloga.

Felipe no entendía nada. Era sorprendente.

- ¿Así de fácil?... ¡Es admirable!

Ella sólo indicó afirmativamente moviendo la cabeza. Lloró.

Felipe, que estaba muy feliz.

Amor le contó que había leído, que había golpes emocionales que permitían mejorarse de algo... Se emocionó.

Caminaron abrazados a tomar el automóvil para regresar a Bahía Inglesa.

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LA CHICA TREMOFÓBICAWhere stories live. Discover now