Parte 10- EL MOMENTO CÚLMINE

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Luego de un aperitivo y un fino picadillo, hubo un brindis pleno de ternura, la invitó a sentarse, le acomodó la silla y se aprontaron a la cena.

El agradeció a Cecilia Mariana el aperitivo y el picadillo, porque había estado excelente.

-¡Felicitaciones al chef!

Esas tres últimas palabras eran sólo el santo y seña para que entraran 10 charros con su vocalista cantándole «Querida», de Juan Gabriel. Tal vez era la primera vez que el corazón de Amor batió récores de latidos, como le pasó a Felipe en el casino.

La joven se puso de pie, se acercó, le tomó las dos manos y le besó.

Luego de la canción fueron disfrutando cada exquisitez de la cena. Fue más de una hora de bellos recuerdos, desde antes del pololeo, sus naturales y pequeñas rencillas y ese beso del Hospital que aún guardaba tibio en los labios.

Ahora venía el momento cúlmine: La petición de matrimonio, y ojalá la respuesta más bella del mundo.

Enseguida, debería abrir suavemente el morrión, poner a la mitad las copas de la champaña francesa; brindar y de inmediato entrarían los charros cantando el segundo tema, «¡Abrázame fuerte!»; Cecilia Mariana entregaría las rosas... Incluso la relacionadora pública había programado un aplauso para los novios por parte de los numerosos asistentes, culminando una parte de esa noche de hadas.

Los ojos miel de Amor eran como dos cirios encendidos en Pascua.

Felipe acarició la pequeña caja de terciopelo en el bolsillo, la sacó, no le mostró el anillo, se aseguró...Todo estaba bien.

Con los anillos escondidos en una de sus manos, le dijo, con voz armoniosa y profunda.

- ¡Princesa, quiero decirte algo muy especial!

Amor, lo miraba sorprendida, aunque sospechaba que la cena fue por algo. Había pensado que le regalaría un viaje al Caribe, a una de las playas de moda; la noticia de su nuevo ascenso o cualquier cosa linda que celebrar. Ni siquiera imaginaba una petición de esa naturaleza...

- ¡ Amor Zublime, con toda la pasión del mundo, quiero decirte en esta noche tan feliz, donde hablan mi corazón y lo sentimientos, que...

Sus palabras fueron interrumpidas por un fuerte remezón de tierra, es decir un temblor de mucho ruido y movimiento horizontal, el que asustó mucho y sembró el pánico en la joven, contagiando a otros asistentes.

Amor intentó escapar; su pulsera se atoró en el mantel y arrastró todo al suelo, incluyendo las velas encendidas. Tropezó, derribó el carro de los licores y vinos finos, se fue de bruces, y a la vez derribó a su enamorado, a quien le cayó el vino que estaba abierto. Nunca supo en qué se enredó el vestido, rompiéndose de arriba abajo, dejando gran parte de su cuerpo desnudo.

Felipe, le gritó que se calmara, apenas lo consiguió a medias, estaba como hiptonizada. Temblaba; aún así, la cubrió con su manchado vestón; la tomó y llevó en brazos hasta la playa, depositándola en la conchilla. Una vez más la aferró fuerte a su cuerpo.

Tal vez, por el pánico sembrado, nadie se había fijado que Amor estaba un 90 por ciento desnuda. Cuando la protegía, sólo quedaban segundos del término del movimiento telúrico, que resultó ser grado 5,8 Ritcher, que asustó mucho, pero no significó un gran peligro. Luego se sentó en la alba conchilla y rompió a llorar. Los demás comensales miraban con pena la escena. El la consolaba.

- Felipe, no puedo controlar la tremofobia... ¡Lo siento tanto, mi amor!

La energía eléctrica se cortó. El joven le hacía cariños. Mariana Cecilia le prestó a amor una chaqueta de verano limpia, una polera con el logo del local y un pantalón de deportes y preguntó si estaba bien.

- Si, ya pasará, muchas gracias, amiga.

El director del grupo de charros se acercó, para decirle que lo lamentaba. Enseguida pidió a la relacionadora pública que acompañara un momento a Amor. Esto con el objeto de ir al restaurant y hablar con el dueño.

- Yo pagaré todos los daños, señor. Volveré otro día. ¡Le pido mis sentidas disculpas!

Este respondió:

- Lo siento mucho, don Felipe- y asintiendo al pedido le dio un apretón de manos.

Se retiró con la botella de champaña. Dio las gracias por todo a la relacionadora. Amor lo abrazó y no sabía si continuar llorando o reír.

Quien lo hizo, fue Felipe. Ella se contagió y los dos rieron mucho, descargando sus tensiones. Como Amor perdió un zapato, no quiso regresar por el otro y caminaron a la cabaña de sus padres, donde cada uno se duchó para relajarse. La joven se puso ropa deportiva y Felipe una tenida de verano que le facilitó un hermano de la joven, incluyendo un par de crocs.

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LA CHICA TREMOFÓBICAWhere stories live. Discover now