S e i s

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Nick luce enfermo, no estoy segura de qué es lo que tiene, pero solo está acostado sobre mi pecho, no quiere comer, y solo duerme. Verlo así me destruye, y aún peor no saber qué es lo que ocurre.

— Tienes que comer algo, mi cielo.

— No quelo, mami.

— Anda, te haré una sopa y te la traeré a la cama, ¿Quieres?

No hizo ninguna mueca, solo asintió vagamente y, de la forma más dulce que pude, lo quité de encima mío y lo dejé en la cama.

Puse la comida a hacer y luego me quedé en el marco de la puerta de mi habitación, mirando como Nick se quejaba entredormido. Tenía que llevarlo a un médico.

Marque el número de mi guía maternal: mi propia madre.

— Hola ma. — Dije desganada.

— Hola Karol, ¿Qué pasó?

— Nick se ha enfermado y no se que hacer.

— ¿Qué tiene? — Preguntó preocupada.

— No lo sé, no quiere comer y neta está muy decaído. — Ella rió levemente.

— Debe ser algún virus estomacal, cariño, llévalo a un médico.

Agradecí su ayuda y una vez que Nick comió y volvió a dormirse, decidí abrigarlo y llevarlo con un médico.

El doctor Clavero era el mejor pediatra que había encontrado, y podía atendernos en su consultorio privado para evitar las molestias.

Toque timbre y el pitido sonó anunciando que podía entrar.

Si no estuviera en verdad preocupada por Nick me iría justo por donde vine.

Y es que entre los cientos de pacientes que este hombre debe tener, ¿Tengo que coincidir con Ruggero y su familia feliz?

— Hola. — Murmuro.

Nick se remueve adormilado entre mis brazos y nos dirijo hacia uno de los sillones que están en la sala de espera, rogando que estén tan centrados en su hija enferma que en nosotros.

—¡Karol, no me había dado cuenta que eras vos! — Susurra Cande.

Ruggero levanta la mirada y nuestros ojos se cruzan, sus facciones se endurecen por un momento pero luego me quita la mirada.

Sonrío suavemente y los saludo moviendo mi mano, para no despertar a Nick ni a Camila.

Es que la vida de verdad me odia, con todo su corazón.

— ¿Qué le pasó? — Me pregunta Cande y me encojo de hombros.

— Creo que es un virus estomacal, pero no ha vomitado. — Ella hizo una mueca de sorpresa.

— ¡Cami tiene lo mismo! Creo. ¿Se habrán contagiado en el estudio?

Eso sí era una mierda.

— Tal vez.

Ella no contestó, tampoco intenté hablar y menos que menos Ruggero.

El médico se despidió del paciente que salía de su consultorio y le pidió a Candelaria que solo ella entrara con la niña; no me sorprendía, su consultorio era pequeño y le molestaba que hubiera demasiadas personas.

Además, tenía el presentimiento de que Ruggero no era el padre más dedicado.

Ushe. — Murmuró Nick, haciendo que Ruggero sonría. — ¿Onde tamos mami?

Papá. »RuggarolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora