D i e c i n u e v e

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Karol.

El calor me sofocaba y la luz que entraba por mis ventanas estaba matándome. Tardé algunos segundos en acomodarme a la realidad y entonces... MIERDA. Volteé lentamente y sí, ahí estaban Ruggero y Nick. Durmiendo como dos bebés.

Mi cabeza dolía como los mil demonios y solo tenía flashes de lo ocurrido la noche anterior. Solo sabía que había bebido de más, que Ruggero estaba en mi cama con Nick, ¿Acaso se nos ocurrió jugar a la familia feliz?

Intentando no despertarlos salí de la cama y me dirigí por una pastilla para mi resaca. Mi madre parecía haberse marchado, lo cual me hacía entrar en pánico porque significaba que nos había visto en casa; mi móvil marcaba las 10:45, había dormido muy poco. Tomé otra para llevarle a Ruggero y volví a la habitación. Tenía que ser buena anfitriona, en especial teniendo en cuenta que probablemente necesite que él me recuerde lo que ocurrió anoche.

— Creí que te gustaba dormir. — Dijo suavemente con su voz ronca.

— Dios, casi me matas del susto. — Respondí llevando la mano con el vaso a mi pecho y él rió. — Ten.

Le tendí su pastilla y agua la cual agradeció con su rostro, él llevaba la misma resaca que yo, o incluso peor.

— ¿Ahora puedes volver a la cama?¿Por favor?

— ¿Qué ocurrió anoche, Ruggero? 

— Derribamos algunos muros. — Respondió ya con los ojos cerrados.

Nick había tardado dos segundos en estirar su cuerpo en mi parte de la cama, por lo que Ruggero abrió las frazadas y dio unas pequeñas palmadas en el colchón, a su lado. En un espacio realmente pequeño. Nada estaba saliendo según lo planeado; no es que tuviera un plan, pero si existiera la neta que esto no sería parte de él. 

Me recosté a su lado y, como si fuera un acto reflejo, me abracé a su cuerpo, respirando su olor aún con esa culpa persistente en mi mente. Lejos de lo esperado, no me torturé pensando demasiado las cosas, solo caí profundamente dormida.

Moraleja: El alcohol nunca trae buenos resultados.

Para cuando desperté, ya bastante pasado el mediodía, ni Ruggero ni Nick estaban en la cama. Podía oír la televisión encendida y sus voces teniendo una conversación que no podía distinguir. 16:40hs. Soy la peor madre del mundo. Salí de la cama mejor de lo que esperaba, para luego encontrarme con una imagen que parecía sacada de una película. Ruggero cocinaba utilizando solo unos pantalones de pijama y Nick lucía igual; se había adaptado bastante rápido a la idea de Ruggero siendo su papá. Reían de algún programa infantil en televisión y sentí algo demasiado extraño en mi pecho, no podría describirlo.

— ¡MAMI! — Chilló Nick corriendo a mis brazos. — Papi ta hacendo paqueques

Mi corazón se encogió y crucé miradas con Ruggero por un segundo, sus ojos brillaban más de lo que lo habían hecho nunca, no era la primera vez que Nick lo llamaba de esa manera, pero se sentía diferente; yo sentía el peso en mi espalda mucho menor, y podía ver que él también. Las cosas entre nosotros habían mejorado notablemente.

Comimos entre risas, Nick fue a su habitación a jugar y Ruggero y yo quedamos solos viendo televisión, recostados sobre el sofá, como si fuera algo que hiciéramos a diario.

— Ey, ¿Vamos a hablar de lo que pasó anoche o seguiremos fingiendo que nada ocurrió? — Preguntó divertido.

— ¿Quieres que sea honesta? — Él lanzó una carcajada suave y yo sonreí.

— Debemos hacerlo. 

Quité mis ojos de la tv y los posé en él, que me observaba atento.

— No sé qué es lo que quieres que diga. — Murmuré.

Papá. »RuggarolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora