Yellow. Parte 2

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Después de que Can vomitara en la mayor parte de los jeans y zapatos de Tin, el chico se desvaneció cayendo de rodillas al suelo mientras el más alto miraba su ropa en una mueca de asco.

—¡Can!¿Estás bien?— Preguntó Ae quien había corrido primero para auxiliarlo, pero tan pronto como el moreno se arrodilló a su lado giró su cabeza hacia un lado tratando de no ser el segundo en vomitar.

Su ropa se encontraba mayormente manchada de vómito, en especial sus zapatos y pantalón, y su cuerpo mismo emanaba un aroma a ebriedad y alcohol. Ae lo sujetó de la cadera, pasando un brazo por sus hombros.

—Creo que por el momento será mejor si lo llevamos a mi apartamento— Sugirió Pete, mientras sus amigos el miraban como un dios de la salvación

—Has enloquecido Pete— Habló Tin con total molestia, pasándose una unas cuantas servilletas por los jeans sucios—Además como piensas llevarlo ¿Eh? Te recuerdo que has venido en mi auto y no creo que uno de tus amiguitos venga en algo con qué llevarlo.

Con aquel comentario el castaño se ganó más de una mirada de molestia, excepto por Pete quien solo le miraba con una sonrisa y juntaba ambas manos en señal de súplica.

Tin le miró intensamente, tratando de que su amigo dejara de insistir pero al final, tras soltar un fuerte suspiro de resignación el chico terminó aceptando.

Esta se le iba a cobrar a Pete con intereses incluidos.

—Vamos Can tenemos que irnos— Dijo el muchacho de regordetas mejillas, tomando a Can de las misma forma que Ae lo había hecho, mientras Can solo se dejaba hacer tal marioneta.

Así el grupo de amigos bajó hasta el estacionamiento del bar para ayudar a Pete ya que el ebrio chiquillo no dejaba de removerse inquieto tratando de huir.

—Por favor cuida bien de el— Se despidió Ae observando cómo sus amigos luchaban por dejar a Can recostado en la parte trasera y a Pete subirse al auto junto con Tin en parte delantera.

—Lo haré no te preocupes— Sonrió tiernamente Pete, observando a su pequeño novio desde el cristal de la pequeña ventana mientras Tin comenzaba a poner en marcha el coche.

El moreno solo le devolvió la sonrisa viendo como el carro comenzaba su andar hasta perderse de vista.

...

—Oigaaaaan ¿Quienes son ustedes?— Preguntó Can desde el asiento trasero mientras pataleaba a el asiento de Tin— Les llamaré extraño 1 y extraño 2— Pete solo sonrió nervioso viendo como su acompañante tenía una sonrisa cada vez más aterradora.

—Esto debe ser una broma— Soltó Tin en un susurro molesto ganándose la atención de Pete— Más que un borracho parece que tomó algún alucinógeno.

—¡Sho no estoy borrasho!— Gritó con diversión el menor— Tu si lo estás linda y sexy copia de Mettanat.

Tin le miró por el retrovisor tratando de que su sorpresa no se notara mucho, mientras seguía conduciendo. En cambió Pete se llevó ambas manos a la boca impidiendo la salida de una risa escandalosa que podría ocasionar que Tin los abandonara a su suerte a las dos de la madrugada.

Una vez que llegaron al apartamento de Pete, Tin rápidamente ayudó a sacar al casi inconsciente chico causante de todo ese alboroto, ganándose una total mirada de sorpresa por parte de Pete.

—No me malentiendas solo lo hago porque quiero que termine de una vez por todas esta estúpida situación— Habló Tin mientras sujetaba a Can por la cadera, comenzando a caminar hacia la puerta.

Pete solo les siguió en silencio hasta que entraron a su apartamento. El más alto comenzó a caminar con Can en brazos hacia la habitación de Pete mientras este se dirigía a la cocina por unas cuantas aspirinas y agua.

En cuanto Tin entró en la habitación dejó caer bruscamente el cuerpo de Can sobre la cama causando que este rebotara y fuera a dar directo al suelo.

—¡Tin!— Soltó en un grito alarmado Pete dejando la bandeja con agua y aspirinas a un lado de cama

— ¿ Que esperabas? Este chico pesa más de lo que aparenta— Bufo el castaño observando como Pete le arrastraba de un tobillo, hasta cargarlo un poco y al fin depositandolo en la cama.

—Muchas gracias Tin. Creo que a partir de ahora me haré cargo yo— Agradeció Pete girándose a ver como el castaño ya estaba caminando fuera de la habitación.

—No me agradezcas— Gruño Tin ya desde la puerta principal— No lo hice por gusto— Finalizó para después salir del apartamento y soltar uno que otro suspiro de cansancio.

¿Cómo era posible que un cuerpo tan delgado pesara tanto?

Pesaba más que un jodido elefante.

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