orange dahlia and orange gladiolus.

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El día había llegado. Irían a comer a un lugar juntos y según Stuart era por estar a punto de llegar a juntar todas las liras esterlinas para poder comprar un local.
Por el frío que hacía, Stuart durmió abrazado de Murdoc, el cuál se tendría que levantar para trabajar, pero no quería apartar los cálidos brazos de su amigo. Estuvo un buen rato acostado gozando aquello y se levantó, lo cuál hizo que Stuart despertara y el azabache se dio cuenta.

—Perdón Stu —habló el mayor viendo tan plácidamente acostado a su ajeno el cuál hizo una suave sonrisa que lo llenó de amor y muy bajo dijo:

—Recuerda que hoy iremos a la cafetería —el azabache asintió y se puso los pantalones.

Más tarde en el departamento, Stuart estaba bebiendo una taza de café, estaba demasiado nervioso, ya que no era un simple festejo, era algo que cambiaría las cosas.
Prendió la tv para despejar sus pensamientos, ya que el tiempo se le pasaba demasiado lento.
Nada saldría mal en su opinión, tal vez un retraso o tartamudeos, pero todo estaba bien planeado.
Unas horas antes decidió bañarse y elegir qué llevaría puesto. Mientras tenía solo la ropa interior y aún las gotitas yacían en su cabello y caían, él revisaba sus prendas bonitas.
Encontró una linda camisa floreada bien primaveral, pero todavía el invierno estaba ahí. Así que un lindo suéter naranja con unos pantalones de vestir blanco y unos zapatos de cuero marrones eligió.

—Oh Jesús Cristo, ¿Por qué me veo tan mal? Si hace unos dias me lo había probado y me quedaba más que fabuloso, hasta incluso Murdoc me lo elogió de tal manera —pensaba en voz alta, le dolía el corazón de tan solo pensar en verse cómo tal, un idiota.

Más tarde bajo y fue a una florería del otro lado de la ciudad, compró unas dalias naranjas y volvió al departamento. Al faltar poco para el encuentro, se comenzó a colocar las lindas flores anaranjadas en la cabellera azul.

—¿Será que necesitaré un poco de maquillaje? —volvió a pensar en voz alta y fue a buscar un arqueador de pestañas y luego se las pinto. Se convenció a sí mismo de que se veía hermoso aunque no le convenciera.

A la hora de la salida del trabajo, Murdoc se cambió en los baños y se encaminó a la cafetería donde habían acordado con Stuart. Pero antes compró unos glandiolos naranjas.
A lo lejos vió la cabellera azul vibrante con flores naranjas y se empezó a sentir un tanto mal por creer haber comprado las mismas flores.
Ya más cerca vió que Stuart lucia diferente.

—Hola Stu —habló Murdoc, su ajeno sonrió.

—Hola Mudz, ¿cómo ha ido el trabajo? —preguntó el menor.

—Bien Stu—respondió el nombrado. Stuart sonrió entre su leve sonrojo.

—Me alegro —la camarera vino y les tomó el pedido, ambos quisieron un café con unas deliciosas medialunas.

—Bueno Stu… te he traído éstas flores que sé que te gustan tanto —«oh Dios Santo» en la cabeza de Stuart se oía. Las orejas se le pusieron rojas, parecía que era verano y estaba bajo el rayo del sol a 40°.

—¡Mu-murdie…! —alcanzó a tartamudear el peliazul, un par de intentos de continuar la frase fallidos continuaron —… ¿T-tú lo s-sabes…?, oh Jesús Cristo, ¡Murdoc y-yo…! —Aquella expresión de confusión de Murdoc decía todo, pero Stuart no lo notaba.

—¡M-Murdoc…! —hizo un esfuerzo enorme, hasta que pudo decirlo —¡Murdoc y-yo… Yo te a… —el pecho de Stuart estaba a punto de estallar —¡Te amo…!.

Murdoc estaba confundido, ¿qué tenían que ver sus flores con esto?.

—Stuart yo…— «Oh… no…» Stuart se estaba por morir de vergüenza.

—Dios, ¿no sabes los significados? — preguntó y Murdoc asintió, había olvidado por completo éste pequeño detalle —; perdona Mudz, perdóname... —y se esfumó, se fue, y Murdoc no supo detenerlo.

Gladiolo naranja: amor fuerte y sensual.

Dalia naranja: Perfecta para una declaración de amor.

the flower boy;; 2docDonde viven las historias. Descúbrelo ahora