red dahlia

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Uno se pone a recordar cuánto tiempo pasó del agotador verano, la primera vez que lo vió. Parecía un niño delicado sin rumbo alguno, en cuánto Murdoc más lo conocía: ese niño frío se iba haciendo aún más cálido. Tal vez porque no lo conocía o tal vez porque Murdoc descongelo al niño, pero dicho hombre jamás había sido tan dulce. Murdoc solo había intentado comunicarse.
Todo fue convirtiéndose cada vez más tenso: de las tiernas agarradas de mano o abrazos que daba Stuart a terminar durmiendo juntos en un mismo apartamento.
Murdoc en un principio entendía lo que sentía, pero luego se fue cuestionando todo cada vez más ¿Era gay? ¿Amaba a Stuart cómo amigo? ¿Era solo atracción sexual?.
Mas solo se limitó a evitar esos pensamientos y engañarse a sí mismo, todo por el simple hecho de no querer dañar a Stuart.

En las últimas horas se dió cuenta de lo que hacía y estaba decidido, sus cuestiones se habían respondido. Él quería tanto a Stuart cómo Stuart lo quería a él. ¿Pero un solo te amo decía todo? No. Aquellas flores que recibió lo decían, Stuart se había confesado a él hacía mucho tiempo.

El azabache estaba sentado en la vereda de la casa de Stuart. Estaba esperando a que, en algún momento, dicho hombre se digne a abrir.
Pero no lo hizo y éste aún así esperó, hasta caer la noche y la nieve también. Los faroles se prendían y aún de su amor no había señales.
Tres lágrimas tibias cayeron, pero él no estaba llorando, se las secó y miró a su alrededor y ahí estaba: Stuart Harold Pot, con un ramo de dalias rojas.
Antes de poder articular alguna palabra, Stuart lo interrumpió.

—Perdón —habló con la voz rota, sus lágrimas caían sin cesar y Murdoc también lloraba, era inexplicable aquel sentimiento.

—¿Qué perdonarás? ¿El amor que sientes? —preguntó y abrazó a su ajeno para que llora en su hombro hasta que cese dicha acción.

—Murdoc, en serio que te amo. Pero perdón si te he hecho sentir incómodo alguna vez —habló Stuart otra vez. Éste separó el abrazo y lo miró a los ojos. No se necesitó más diálogo. Ambos intercambiaron las flores, envueltos en llanto y demás.

Murdoc dió el paso, se acercó a su ajeno, sus miradas se entrelazaban, ambos sabían lo que quería el otro y, sin más, unieron los labios en un cálido beso bajo la nieve.
Tanto tiempo se desearon que ésto fue cómo soñar despiertos.
Al separarse lo volvieron a hacer unas dos, tres y cuatro veces más. Se deseaban tanto.

Mantuvieron un silencio hasta que llegaron al departamento de Murdoc, dónde Stuart miró todo a su alrededor, confundido.

—¡Dios mío! ¿Qué ha pasado aquí? —preguntó el peliazul y Murdoc lo miró confundido.

—¿No te habías mudado para tú casa devuelta? —cuestionó el azabache y su ajeno negó con la cabeza repetidas veces. 
Ambos se propusieron ordenar la casa, pero habían cosas que faltaban.

—Entraron al departamento a robar —dijo Murdoc tomado de la mano viendo que el tarro con todo el dinero que habían juntado durante meses para que Stuart pueda abrir la florería.

dalia roja: Te querré siempre.

bueno gente éste es el final jsjjqj una verga literalmente boe igual fue hermoso escribirlo uwu, así q bueno al fin terminé una historia.

the flower boy;; 2docDonde viven las historias. Descúbrelo ahora