Capítulo 11

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Estoy muerto y soy un vampiro. Y las criaturas morirán para que yo pueda vivir: beberé su sangre para seguir viviendo.

Lestat de Lioncourt

Luvan

—¡¿Porqué tuviste que llamar a este imbécil?!— exclamé con furia.

—¡Eh! Più rispetto cugino— se defendió Alex.

—Lo necesitamos, nos ayudará a resolver lo que está sucediendo—. Musitó Vito.

Me limité a mirar a mi primo; lo recordé cuando solo era un niño.

¡Corre! ¡Pero no escaparas de mi!
Una sonrisa torcida y maliciosa se formó en los labios de Vito.

—¿Por qué no la dejas en paz?

—Porque ella sabe lo que somos y no puedo dejarla así.

La mujer había descubierto lo que éramos, no podíamos correr el riesgo de que se lo dijera a todo el pueblo, aunque por un lado me daba pena. Ella había corrido hacia su cabaña. Nadie se le escapa a mi hermano; ninguna presa y ella…había hecho su juego mucho más interesante.

—¡¿Dove queste?!

Entramos en su cabaña y la hallamos llorando y escondiendo algo debajo de la cama.

—Te dije, nadie puede esconderse de nosotros.

Yo me quedé atrás de él.

—Piedad por favor ¡Piedad!— suplico ella.

Se apresuró en menos de un segundo hacia ella y la tomo del cuello.

—Nunca esperes piedad de alguien como yo —. Se lamió los labios— Me deleitare con tu sangre, ciao.

La mordió en el cuello Hasta dejarla sin vida y dejar su cuerpo inmóvil en el suelo.

—A veces me sorprende la rapidez con la que haces la cosas.

—Soy un vampiro, hermanito.

Mientras salíamos de aquel lugar escuchamos la voz de un niño.

—¡Mamma! ¡Mamma!

Un niño pequeño saliendo de abajo de la cama «entonces era eso lo que escondía» el pequeño llevaba el cabello desordenado, unas pequeñas botas negras que iban por encima de sus pantaloncillos cafés con tirantes sobre su camisa blanca.

Aquel pequeño se acercó al cuerpo de su madre para hacer algo imposible: despertarla. No se dio cuenta de que nosotros estábamos observándolo. Mi hermano comenzó a caminar hacia el.

—No lo hagas, es solo…un niño.

—Un sabroso niño humano.

—Acabas de matar a su madre, no lo hagas.

—Tranquilo— se acercó al niño y este le miró— ¿Cómo te llamas?

El pequeño pareció haber entendido el español.

—Am Alexandro —miro a su madre—. Perchè miei mamma non sveglio?

Vito me miró a mi, noté un destello de compasión en sus ojos.

—Tu mamma no va a despertar y tú ahora vendrás con nosotros, quanti anni has?

Con sus pequeños dedos nos mostró la edad que tenía: seis años.

Amor, Obsesión Y Sangre [Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora