Sinopsis

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Unas manos masculinas y firmes recorrían con suaves caricias su cuerpo en un camino lento que ya se sabía de memoria.

Ella se retorcía debajo del cuerpo de su esposo fingiendo que disfrutaba del momento cuando la realidad era que desde hace dos años las cosas habían cambiado.

La chispa se había apagado.

Desde que descubrió que su esposo le era infiel con su mejor amiga todo se complicó y aunque guardo silencio por temor a perder al hombre que amaba simplemente ella ya no pudo ser la misma.

Cada toque de su marido sobre su piel le resultaba repugnante. Siempre que compartían ese momento tan íntimo en el que entregaban sus cuerpos ya no era algo tan puro y divino como ella lo sintió por largo tiempo.

Su esposo había arruinado por completo ese lindo sentimiento que se provocaba en su pecho cada vez que se entregaba en cuerpo y alma.

Desde su infidelidad ella se esmeró en que las cosas siguieran como antes pero sus esfuerzos solo la llevaron a que la llama de su amor se extinguiera hasta dejarla en la nada.

Ni siquiera las cenizas de ese viejo amor servían para salvar su matrimonio.

El miedo a quedarse sola fue lo único que la detenía de terminar con todo e irse lejos sin volver a ver a las dos personas que la lastimaron tanto.

Su esposo y su mejor amiga que desde hace dos años eran compañeros de cama y amantes.

El primer golpe de esa realidad le dolió como el infierno pero luego de dos años el dolor se fue dejándola con un vacío en el interior que incluso muchas veces comenzó a creer que su esposo la había matado por dentro.

Las viejas emociones que una vez la desbordaron hasta cometer la locura de casarse a los dieciocho años a pesar de la negativa de sus padres, ya no estaban. Ya no había nada. El sentido de su vida había perdido el rumbo y ahora estaba atrapada en una burbuja llena de mentiras y verdades a medias.

En cuanto su esposo llego a su final feliz se puso de pie sin decir nada entrando al baño para tomar una larga ducha. Siempre era la misma aburrida rutina luego de tener relaciones sexuales.

Ella se sentó en la cama cubriendo su desnudez con la sábana blanca de la cama. Miro la hora en el reloj de su mesa de noche y abrió el cajón sacando unas pastillas anticonceptivas y se tomó la que le tocaba.

Obviamente su esposo no estaba enterado de que ella se cuidaba para no tener hijos.

Ellos llevaban años queriendo tener hijos pero luego de que todo el matrimonio perfecto se destruyera ella se había negado rotundamente a embarazarse de un hombre que probablemente ya no la amaba y que simplemente estaba junto a ella por la costumbre o incluso por la ilusión de un sueño hermoso que una vez tuvieron juntos, el de casarse y formar una linda familia teniendo así el final feliz de un cuento de hadas.

Luego de unos minutos su esposo salió con el cabello húmedo y una toalla blanca enredada en su cadera.

Ella no podía negar que su esposo era un hombre realmente atractivo. Su cuerpo entero estaba tonificado, literalmente parecía un dios griego de 25 años que a pesar de ser joven no se le notaban los años.

Su cabello era oscuro azabache y sus ojos de un color oscuro bastante profundo.

Este se quitó la toalla sin importarle quedar expuesto a su esposa que lo miraba desde la cama. El pelinegro camino hasta el armario y saco una pijama para dormir cómodo.

Ella lo miraba atentamente apretando los labios.

Se suponía que ver a semejante hombre desnudo frente a ella debería causarle algún tipo de sensación pero no pasaba nada. No se ponía roja de la vergüenza, sus latidos no se aceleraban y mucho menos se encontraba nerviosa.

Suspiro con pesar cansada de la situación. Cansada de la monotonía en la que se había convertido su vida de casada.

No podía negar que había sexo porque lo había y de una manera exagerada todo por buscar un embarazo que nunca llegaría debido a los cuidados meticulosos que emprendía.

El sexo tampoco era malo, era realmente bueno, el problema radicaba en que desde hace un año y medio no conseguía un maldito orgasmo. Siempre tenía que fingir y eso la tenía tan cansada y aburrida.

Se soltó su largo cabello castaño dejándolo caer por sus desnudos hombros.

Solía atarse el cabello cada vez que tenían relaciones ya que a su esposo le molestaba que le cayera su cabello en la cara.

Se puso de pie sin soltar la sabana y entro al baño sin decir nada. Ya dentro dejo caer la sabana y como siempre se observó en el espejo analizando su desnudez tratando de encontrar el problema que había en su cuerpo que al parecer ya no reaccionaba a su esposo.

Su cabello castaño caía ondulado sobre su espalda. Su piel clara tenia pintado uno que otra marca que su esposo había hecho, al parecer no se había dado cuenta de ello hasta verlos en su cuerpo marcados.

Sus ojos esmeralda recorrieron el reflejo de pies a cabeza y como siempre, no hallo un problema visible.

Abrió la regadera y se metió debajo de ella sin importarle que el agua al principio estuviera fría, esta poco a poco se fue calentando hasta relajar todos sus músculos.

Cerro los ojos dejando que el agua cayera sobre su rostro haciéndola olvidar por un par de minutos del desastre en el que se había convertido su vida cuando en un pasado había imaginado que para ese punto estaría sudando miel.

Besos que enamoran #2 [Sin Corregir]⭐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora