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Desencanto

Dejarlo a disposición de los vástagos de la mano negra era una idea que le parecía bastante agradable y de esa forma no estaría involucrado en su desaparición o muerte. Sonaba muy tentador. Tal vez podría dárselo a Suigetsu y de esa forma enloquecería y sacaría de su cabeza esa obsesión por Hinata que le molestaba de sobremanera.

Lo miraba de forma aburrida, sabía que estaba hablando, porque articulaba la boca y movía sus manos, pero el azabache no le prestaba atención. En su mente disfrutaba imaginar las mil y una formas de descuartizarlo, hacerle sufrir lo más posible. Si no fuera porque Shisui le prohibió, específicamente, eliminar humanos, a ninguno de ellos, sin importar lo involucrado que estuviese o cuanto conocimiento tuviese sobre el submundo o en este caso, que simplemente era molesto, provocando que su paciencia se agote con facilidad, si fuese por él ya estaría disfrutando de su instinto más primitivo.

-Hey!!- le hace un par de gestos Naruto para llamar su atención- Amigo, ¿me escuchas?

-No necesito que hagas esos movimientos ridículos para poder escucharte- le responde secamente

-Bueno, es que parecías que no lo hacías y bueno- le dice llevando su brazo a la nuca para rascársela- supongo que me podrás ayudar y decir donde la puedo encontrar, ¿no? De verdad necesito de ella amigo, siento que no puedo seguir adelante si no la tengo cerca- le pide con angustia en su rostro y en su voz, lo que genera mayor molestia en el azabache.

-Olvídate de ella- le responde cortante Sasuke, mirándolo con frialdad

-Pe... pero... Por qué ¡?- responde el rubio con indignación- Como puedes pedirme eso? Después de lo que te he contado?

-Está en un lugar donde ni yo puedo ir- se sincera el azabache mientras se acomoda en su silla- ni siquiera entiendo porque te digo esto- le acota con notoria molestia- pero por ahora se ha convertido en un ser inalcanzable para todos, en especial para tí, así que en tu caso, lo mejor que puedes hacer es olvidarla. Con eso te harías un gran favor y dejarías de verte tan patético.

-No me rendiré amigo- le responde con seriedad el rubio- por ella soy capaz de todo y ahora que sé que está viva, mis esperanzas vuelven y sé que lograré encontrarla nuevamente, tu no me vas a impedir estar con ella por...

-Te lo advierto- lo interrumpe el azabache- terminarás muerto si sigues tan estúpidamente obstinado con encontrarla- voltea a mirarlo, ahora comprende que su control no funcionaría dada su conexión con la joven- te involucraste en algo que no comprendes y que es demasiado peligroso para un simple humano como tú.

-No me importa- le responde dando un par de pasos hacia adelante para demostrar al azabache que la muerte no es algo a lo que le teme- si debo morir por ella, lo haría encantado

-Ustedes los humanos se toman la vida tan a la ligera- le dice sonriendo sarcástico al ver la actitud del rubio- son unos idiotas que se creen súper poderosos, no tienen idea de lo que significa estar vivos, disfrutar de poder respirar todos los días, disfrutar de la tranquilidad de amar, acariciar o saborear. Son unos estúpidos que no valoran lo que tienen a diario y están disconformes con todo lo que no pueden comprar.

El rubio comenzó a sentir que se le erizaban los bellos y un extraño frio recorrer por la espalda. Cada palabra que el azabache decía frente a él, con su tono lúgubre invadía sus sentidos, provocando que la habitación poco a poco se oscurecía con sus palabras. Se sintió transportado a las profundidades y sintió temor ante cada momento que pasaba con ese hombre frente a él. No tenía palabras, sentía un nudo en su garganta que le impedía pronunciarlas y de pronto todo lo que había ido a ser ahí se le había olvidado, sintió recorrer una gota por su espalda y una por su frete, como si hubiese corrido una maratón, era una sensación aterradora, se miraba las manos temblando intentando explicarse que sucedía, y no lograba llegar a ninguna conclusión. Sus piernas se sentían temblar y un recuerdo fugaz llego a su cabeza, solo que en aquella ocasión estaba tan agotado que no podía reaccionar y era Sakura quien lo sostenía entre sus brazos.

OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora