Bajo docenas de bolsas y cientos de residuos, el bandido logró ver un mínimo haz de luz que pegaba justo en su ojo, y eso podría significar solo una cosa, alguien había abierto el contenedor. Era su fin, iba a ser capturado por lo guardias e iba a parar a la prisión.
El muchacho escuchó una voz proveniente del exterior:
—Sal de donde estás escondido —poco entendía, pues tenía toda la basura encima que le impedía escuchar con claridad —sal, no te entregaré a la policía.
¿Cómo era posible que aquella persona que estaba hablando sepa que era un ladrón y estaba allí metido?
El bandido desconfiaba. No sabía si salir de ese asqueroso lugar o seguir escondido allí. Podía ser una trampa. Pero en verdad, necesitaba a alguien que le de una mano. Quizá podía aprovechar y robarle a aquella persona que lo espera afuera, o simplemente ser amable y pedirle algo de dinero. Así que el joven con mucho esfuerzo se fue quitando las bolsas de basura de encima. Su cabeza se estaba asomando muy lentamente, hasta que por fin pudo ver la silueta de una mujer, desde su cintura, hasta su cuello. Él chico terminó por salir completamente de las pilas de basura, y ya tenía en frente a una mujer joven, de cabello colorado y largo, con ojos marrones y pecas que le cubrían el rostro.
—Así que tu eres el famoso bandido del bajo Gisarth-dijo la chica.
—No sabía que era conocido
—Vamos, que ignorancia de tu parte. Todo lo que sucede en estos rincones tarde o temprano es público.
—Bueno, gracias por la información. Si eres una especie de fan, no es un buen momento para molestarme. -queriendo hacer un paso adelante pero siendo impedido por aquella chica.
—Oye, despacio , vamos de a poco. Me presento, soy Mikaela Abyss, y pretendo ayudarte. ¿Tú nombre?
—No te importa. Ni siquiera sé que quieres de mí. No estoy para tonterías.
—Escucha, no soy un fan como dices. Y si te preguntas, no te entregaré a la policía si es eso lo que te preocupa.
—¿Qué dices? ¿No me entregarás a la policía? —el joven rápidamente cambió de tema, como si se hubiese dado cuenta de algo —espera, ven atrás del contenedor, si sigue pasando gente es posible que alguien me reconozca.
—Tienes razón, lo siento.
Se pararon atrás del depósito de basura, éste era muy alto, cubría perfectamente sus cuerpos enteros.
—Como decía —el muchacho retomó lo anterior— ¿Así que no me entregarás? ¿Cómo puedo confiar en ti? Y... ¿Qué quieres de mí?
—Verás, yo solo intento ayudarte, la verdad me diste algo de pena, me recordaste a mí. Yo también fui como tú. Llevaba una vida de crímenes y peligros. Por suerte, ya me deshice de ese pasado, y te ayudaré a que te deshagas del tuyo.
—¿Tú? ¿De verdad?
—Sí, larga historia, te la contaré en su debido momento. Iremos a mi casa, allí podrás esconderte de los guardias.
—Suena un buen plan. Pero... ¿Cómo supiste que me escondía aquí? ¿Acaso me viste?
—Sí, estaba en la vereda de en frente y vi como tiraste un bolso hacia mi lado. Parecía que estabas escapando de alguien. Al ver luego los guardias, noté lo que sucedía. Tenía que ayudarte porque sabía por lo que pasabas.
—Vaya, la próxima vez tendré mas cuidado. Suerte que fuiste tú quién me encontró, otra persona ya me hubiese llevado hacia los guardias.
—Sí. Oye, persona sin nombre, basta de charlas y partamos de una vez.
—Me parece una gran idea. De paso, mi nombre es Tadiu.
—Lindo nombre.
Ambos salieron de atrás del contenedor y se dirigieron hacia la calle para marchar hacia el refugio. Por cada paso que hacía, miraba hacia sus costados, no podía disimular los nervios de ser reconocido por alguna persona y terminar en una celda.
Pasaron algunas cuadras y doblaron en un callejón. Se adentraron en él y para cuando llegaron al final, nada había. Ambos se detuvieron.
—¿Qué sucede? —exclamó Tadiu.
No hubo respuesta.
Detrás, unos oficiales lo estaban esperando. Diez de ellos. La joven le había tendido una trampa, y la especulación que había hecho en un inicio de que la voz que escuchaba desde dentro del contenedor podía traicionarlo se hizo cierta. Ella lo engañó, lo había entregado a los guardias.
Con una leve y malévola sonrisa en su cara, la joven se dió vuelta y se fue como si hubiese cumplido una misión. Dejado al ladrón solo, los guardias empezaron a acercarse.
Estos iban avanzando de a pasos hacia donde estaba él, mostrando sus imponentes espadas de acero. Cada paso que éstos daban, era un paso más cerca para el joven de ser capturado. Éste no podía hacer nada. Tenía las manos en alto, estaba rodeado. Cualquier movimiento sería su fin.
Se le vino un pensamiento a la mente, concluyó que prefería morir allí luchando y con suerte lograr escapar antes que ir al infierno mismo. De todas maneras, no tenía mucho más por vivir. Su vida se basaba solo en andar por las calles robando y durmiendo en las sucias rocas bajo la lluvia. Así que decidió que éste podría llegar a ser su final. Al menos, iba a morir luchando, con orgullo, y no en una maldita celda. Pensó en usar su puñal pero no lo llevaba consigo. Supuso que se le calló cuando estaba escapando. Sólo le quedaba sus manos, como en los viejos tiempos.
Cuando uno de los guardias hizo un movimiento para tomarlo de los brazos, el joven sin pensarlo dió su primer y único golpe. Un golpe que hizo que ese, y todos los oficiales que estaban alrededor saliesen volando metros a la redonda. Era fuego. Un haz de fuego había salido de su mano y los guardias lo habían recibido.
Tadiu se quedó quieto por segundos y miró sus manos. Le salía humo. No entendía lo que acaba de suceder. Lo único que sabía, era que todos sus perseguidores estaban tirados en el piso y que él tenía la oportunidad de escapar y seguir con vida.
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Gisarth - La búsqueda
FantasíaTres jóvenes con vidas totalmente distintas serán cruzados por... ¿el destino? Pronto descubrirán que son más que simples personas.