Tadiu - I

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—¡Maldito ladrón! ¡Regrésame mi bolso por favor! — exclamó una anciana.

En la ciudad de Gisarth el día era lluvioso y oscuro. Un joven ladrón le había arrebatado el bolso a una pobre señora. Todos presenciaron el acto y varias personas lo persiguieron detrás pero ninguno pudo alcanzarlo. Al rato, los guardias emprendieron una persecución.

— Mierda — se dijo el joven ladrón a si mismo.

Habían seis agentes persiguiéndolo detrás de él. El joven tiraba todo a su camino. Pasaba por un puesto de frutas y las tiraba por las rocosas calles y veredas de la ciudad, dejando que se arruinen con el agua y el barro que provocaba la inmensa lluvia. Iba empujando a toda la gente que se le pasaba por delante, con el bolso aún en brazos. Los oficiales seguían detrás de él. No sabía lo que hacer, hasta que vio la oportunidad de treparse por una casa, llegando al techo. Esa era su especialidad. Aprovechaba que se encontraba en la parte baja de Gisarth, la zona de la ciudad más pobre que contaba con edificaciones bajas, para subirse a los techos de las antiguas casas de madera e ir saltando una por una. No se rendiría, iba a perder a esos guardias.

Al mismo paso que iba el joven corriendo y saltando por los techos, debajo estaban los agentes. Tres de ellos de un lado de la calle y del otro lado los demás. El chico estaba casi acorralado. Si bajaba, iba a estar sin salida. Tenía que idearse un plan rápidamente. El joven saltó de un techo con seguridad y cruzó por delante de tres guardias. Su plan fue correr y correr, cruzando y doblando calles, hasta que los que lo perseguían finalmente lo perdieran de vista. No le importaba perderse él mismo en el camino ya que nunca tuvo un hogar. Se adaptaba en cualquier lugar que encontrase.

El bandido iba doblando en cada calle que podía, tratando de encontrar algún callejón en donde poder entrar y esconderse. Finalmente se metió en uno. Los guardias estaban muy cerca de él y, lo que hizo luego, fue lo primero que se le vino a su mente: Meterse en el contenedor de basura. Así que, para despistar a los agentes de una vez por todas, sacó todo el dinero que había en el bolso y lo tiró al asfalto que estaba del otro lado de la calle, para que los guardias vean el bolso de la otra vereda y piensen que se fue por un callejón distinto.

Abrió las puertas del contenedor, y terminó metiéndose y tapándose con todas las bolsas de basura hasta tocar el mugroso fondo.

Los pasos y voces de los guardias ya se escuchaban al lado de él. Ya habían llegado hasta esa calle, y el joven escuchó a uno de ellos gritar que un bolso se encontró tirado y que vayan para tal dirección. Como el plan lo marcaba, el bolso desvió a los agentes hacia otra calle, despejando la zona y terminando su búsqueda.

Esperó pacientemente durante un largo tiempo, con la esperanza de estar a salvo. Pero unos pasos se escucharon delante de él. Alguien había abierto el contenedor de basura en donde el joven se estaba escondiendo.

Gisarth - La búsquedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora