Una semana había pasado desde aquel incidente. Todo había sido muy rápido para él. Nada de lo que había ocurrido tenía lógica alguna. Intentaba con todas sus fuerzas entender lo sucedido. Una chica lo había encontrado y él, ingenuamente, confió en ella. Acto seguido los guardias lo rodearon y, en un intento por escapar, él...
No tenía sentido.
Sabía que había sido real, lo había visto con sus propios ojos. Sus manos habían sacado fuego, sin embargo, no tenía ninguna herida. Su lucha por entender le hacía doler la cabeza. Finalmente se rindió. Lo que importaba ahora era el presente. Luego de lo sucedido, había corrido hasta llegar a uno de sus viejos refugios, donde ahora se encontraba. Era un techo de una casa abandonada al sur del bajo Gisarth. Los alrededores del refugio siempre habían sido tranquilos y sin mucha gente, era perfecto para esconderse un tiempo. Sin embargo, creía que lo mejor sería irse a las afueras de la ciudad. Sabía que sería altamente buscado, más teniendo en cuenta lo que había hecho. Gisarth ya no era un lugar seguro para él.
Lo que necesitaba para salir de Gisarth era un caballo. Sólo necesitaba encontrar uno y robarlo. Ya lo había hecho varias veces. Empezó a observar desde el techo si podía visualizar alguno y luego de 10 minutos lo encontró. Un comerciante había dejado su caballo para recoger unas cosas. Era el momento. Empezó a saltar de techo en techo y luego descendió hasta llegar al caballo. Mientras el comerciante estaba despistado, se subió rápidamente al caballo y empezó a andar.
—¡Alguien deténganlo!
No había mucha gente en el sitio por lo que sus llamados de ayuda eran en vano. Siguió andando hasta salir de la ciudad, y finalmente lo logró. No tenía un destino definido, pero se las arreglaría con lo que encuentre.
De pronto, un sonido de galopeo se empezó a escuchar. Alguien lo estaba siguiendo. La velocidad en la que andaba no le dejaba poder ver. Siguió derecho y un vasto bosque se veía en frente. Pensó que la mejor manera de perder a su perseguidor de vista sería dentro del mismo. Y así fue, una vez dentro, dejó de escucharlo. Al parecer fue por otro lado, pensó. Pero en ese instante, su caballo empezó inclinarse hasta caer por completo. Se levantó con un poco de dolor y vio lo sucedido. Un alambre pegado entre 2 arboles había hecho tropezar a su caballo. Era una trampa. En ese instante, cinco hombres salieron.
—¡Sorpresa! Entrégate sin resistencia o muere en el intento.
No tenían aspecto de guardias. Ninguno llevaba la vestimenta característica. Tadiu tenía muy claro quienes eran: Los cazarrecompensas. Estas personas recibían mucho dinero por hacer trabajos a encargo. Una vez había intentado ser uno, pero la asamblea no lo aceptó al no cumplir con sus pautas.
—¿Quién hizo el encargo? —preguntó Tadiu.
—No es algo que le importe.
—Bueno, digamos que para caer a manos de ustedes alguien tuvo que ofrecerles mucho dinero.
—Y así fue. No tienes idea del dinero que hay en juego.
Los cinco hombres comenzaron a acercarse con sus filosas armas. Ya había pasado por esto. Sólo debía hacer un golpe y fuego saldría de su mano. Acto seguido correría hasta perderlos de vista. Todo saldría como aquella vez.
—Yo que ustedes no me acercaría más —exclamó Tadiu sonriendo.
—Sigue hablando, bandido.
Entonces, hizo un rotundo golpe al rostro de uno de los hombres esperando a que el fuego saliera. Nada sucedió. El hombre le devolvió un golpe con el pomo de la espada que hizo que Tadiu diera un paso atrás. Lo atraparon y comenzaron a atarlo.
—Parece que nos mintieron. Dijeron que podías hacer cosas impensables. Que decepción, quería un poco de acción —dijo uno de ellos.
En ese instante una flecha a toda velocidad impactó contra su rostro dándole una muerte rápida y segura. Los 4 hombres restantes, sorprendidos, comenzaron a ver por todas partes de donde había salido aquella flecha.
—¡Salga ya! Quien quiera que haya hecho eso, esta muerto.
Dos flechas más salieron disparadas, dejando con vida solo a dos de ellos. Tadiu, quien por un momento se había quedado paralizado, vio la oportunidad de combatir. Agarró una espada de los cuerpos y se la clavó por la espalda a uno de los hombres.
—¡Te mataré! —Gritó un cazarrecompensa al ver como su compañero moría de dolor.
Una batalla de espadas comenzó entre Tadiu y los dos restantes. Las armas chocaban mientras cada uno buscaba infligirle daño al otro. Había tenido entrenamiento con armas desde que era chico. Era algo necesario para vivir en la calle. Acto seguido, pateó a uno de ellos e hizo un ataque en diagonal contra el otro, contándole la garganta. Ahora era uno contra uno. El hombre se abalanzó con furia hacia él y comenzó a atacar rápidamente con su espada. Era tanta la fuerza que hizo que la espada de Tadiu saliera volando por los aires. Era su fin.
—Ojala vayas al infierno —Exclamó el hombre.
Levantó su espada para darle un golpe final y, repentinamente, se detuvo. Un filo había atravesado su cuerpo. El hombre cayó y detrás de él un rostro conocido se pudo ver. Era una mujer. Era Mikaela.
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Gisarth - La búsqueda
FantasyTres jóvenes con vidas totalmente distintas serán cruzados por... ¿el destino? Pronto descubrirán que son más que simples personas.