Nos estuvieron haciendo exámenes por una semana entera, hasta que nos dieron de alta; los doctores jamás supieron porque a nuestros cuerpos les pasó lo que les pasó. Ya podíamos irnos a nuestras casas, pero mi papá me había dicho que fuera con Jeremy a su laboratorio porque quería hablar con nosotros sobre lo que nos pasó; yo sabía que nos iba a regañar.
—Díganme, ¿de dónde sacaron la fórmula de la Energía Omega? —nos preguntó mi papá a Jeremy y a mí.
—El día que te acompañé al laboratorio, cuando me dejaste solo en tu oficina me puse a buscar la fórmula de la Energía Omega.
—¿Creí que viniste porque querías inspiración para su proyecto?
—Sí, así era, pero la Energía Omega me llamó mucho la atención.
—Se nota que eres mi hijo, te apasiona la química al igual que yo —afirmó mi padre—. Pero Jeremy dice que fue culpa suya que tomaras la fórmula sin permiso.
—Sí, el me terminó de convencer cuando hablamos por teléfono.
—Bueno... tú tomaste la fórmula incorrecta. La fórmula real, la buena, está aquí —dijo mientras tomaba un papel de su escritorio y nos lo enseñaba—. Usualmente se mantiene en el mismo lugar donde mantengo las muestras de la Energía Omega. El papel que tú tomaste tiene tachones y rayones porque es solo una hoja que use en su momento para hacer algunas anotaciones.
—Eso explica la explosión... —comentó Jeremy.
—Sí, pero no quiero que ninguno se eche toda la culpa... porque fue culpa de ambos —aclaró mi papá—. Adivinen quien tiene que pagar por las reparaciones del colegio.
—¿Nosotros? —preguntó Jeremy.
—No, yo. ¿Tienen alguna idea de cuánto dinero es?
—Mucho, supongo —comenté.
—Sí, es mucho dinero.
Jeremy y yo nos quedamos en silencio sin saber que responder.
—Cada año ustedes cometen una «gran travesura», y siempre ambos tienen la misma cantidad de culpa.
—Yo no diría «cada año» —respondí.
—¿No? cuando se conocieron, tenían diez años, recuerdo bien que juntos se fueron al balcón de la casa y comenzaron a tirar piedras desde ahí; rompieron el vidrio de un carro y casi matan a un niño. Cuando tenían trece años tomaron un cuchillo y empezaron a cortar las sillas de nuestra casa, porque según ustedes «eran ninjas». A los quince años, ya estaban aprendiendo a cocinar, casi queman la casa. ¿Quieren que siga?
—No, con eso basta —concluí.
—Escuchen... la Energía Omega, como dije, es muy peligrosa, y desconozco lo que les pueda llegar a pasar... es probable que la explosión los haya dotado de... habilidades.
—Espera, ¿Habilidades? —pregunté.
—¿A qué se refiere? —cuestionó Jeremy.
—Cuando descubrimos la Energía Omega, ya hace tiempo, estábamos haciendo pruebas y un compañero toco la muestra con la que estábamos trabajando, y... Unos segundos después de hacerlo su cuerpo se empezó a quemar desde dentro, no pudimos hacer nada para impedirlo, el murió. Haciendo pruebas e investigaciones descubrí que no todos los organismos reaccionan igual a la Energía Omega. Cuando llegué a la explosión y vi que todo estaba destruido, supuse que usaron la Energía Omega; tuve miedo de que no despertaran del coma, o aun peor, que murieran. Cuando despertaron, concluí que su cuerpo se adaptó a la situación y que posiblemente adquirieron nuevas capacidades.
—¿Adaptó? ¿dices que la Energía Omega altero nuestro ADN de alguna forma? —pregunté confundido.
—Sí, en parte sí. Jeremy, quítate los guantes.
—Claro.
Jeremy se retiró los guantes que llevaba puestos y pude ver como sus manos tenían un tono rojizo.
—Jeremy, ¿qué te paso?
—Cuando desperté del coma, mis manos estaban rojas y calientes, no podía tocar nada, ya que sentía un dolor inmenso; por suerte ya no es así, y ya están a una temperatura normal.
Mi papá saco una pila pequeña de papeles de su estantería y la puso en el suelo. Entonces le dijo a Jeremy que, con sus manos, apuntara hacia esta.
—¿Justo así? —Entonces la mano de Jeremy empezó a emitir una luz roja intensa y en eso, salió disparado un fuerte haz de energía— ¡Que rayos! ¡no puede ser! —la pila de papeles quedo hecha polvo.
—¡Oh dios! ¡funcionó! —exclamé alterado.
—¡Lo sabía! —añadió mi papá.
De las manos de Jeremy había salido un rayo color azul con detalles rojizos, la pila de papeles se quemó totalmente, solo quedaron cenizas. Jeremy y yo quedamos sorprendidos al ver lo que había pasado; mi papá, aunque parecía que ya sabía lo que iba a pasar, se emocionó, aun así.
—¡No puede ser! sí funciono —dijo Jeremy.
—Bueno, ¡es mi turno!
Al escucharme, mi papa tomó otra pila de papeles e hizo lo mismo, colocarla en el suelo para que yo pudiese dispararle energía. Hice lo mismo que Jeremy, levanté uno de mis brazos y apunté hacia la pila de papel. Y paso lo mismo: con un rayo los quemé totalmente, pero el rayo que yo saqué era de color amarillo con tonos verdosos.
—Parece que ambos pueden lanzar rayos de energía por sus manos.
—¿¡Es genial no!? ¡somos alterados ahora!
—Ahora que lo mencionas, sí, somos alterados ahora —me respondió Jeremy.
—¡Podríamos ser superhéroes! siempre quise ser un superhéroe, mi nombre sería «Omega». Suena bien ¿no?
—¿¡Qué!? no, ni de broma —intervino mi papá.
—Sí, supuse que dirías eso.
—Tu papá tiene razón Zack —anotó Jeremy.
—Espera... ¿qué? ¿me vas a decir que no quieres ser un superhéroe?
—Bueno, yo...
—Ni siquiera se te ocurra responder a eso Jeremy, por tu culpa mi hijo y tú están en esta situación —replicó mi papá.
—Pensé que era culpa de ambos —respondí para intentar defender a Jeremy.
Mi padre solo llevo su mano hacia su frente y agachó la mirada para poder pensar un momento.
—Esto es lo que haremos: les enseñaré a controlar sus poderes... pero no para ser «superhéroes», si no, para que no haya ningún accidente y no lastimen a nadie ¿queda claro?
—Sí.
—Sí.
Ambos aceptamos ya que no nos quedaba otra opción.
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𝗢𝗺𝗲𝗴𝗮: 𝘌𝘭 𝘖𝘳𝘪𝘨𝘦𝘯 𝘋𝘦 𝘜𝘯 𝘏𝘦𝘳𝘰𝘦
ActionZack Damon, un joven de 17 años, fue víctima de un accidente en un laboratorio junto a su mejor amigo, Jeremy. De ahora en adelante, ambos tendrán que aprender a controlar sus nuevos superpoderes. ¿Pero los usarán para hacer el bien, o para provocar...