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Despertó gritando, con el corazón desbocado y el rostro mojado, más cuando vio la luz del día que entraba oblicuamente por las ventanas carentes de cortinas intentó sosegarse.

¿Había sido un sueño?

Todo apuntaba a que sí, pero la fragancia; ese aroma, era...

—Lavanda añeja —musitó llevando instintivamente su mano derecha sobre el lecho junto a ella; buscando consuelo, necesitando sentir el calor y la respiración rítmica del cuerpo de su esposo.

No lo encontró.

Benjamin Anders había muerto hacía algunos años, poco tiempo después de haber comprado la vieja casona que ahora ella habitaba sola. Su inesperada partida le había dejado una sensación de irrealidad sumiéndole en una depresión profunda.

Lyla dudaba que algún día le fuese posible superar la situación.

Ben había sido el amor de su vida y lo seguiría siendo hasta que se reuniera con él en la otra vida. Habían compartido cuarenta años en los que si bien, no todo fue miel sobre hojuelas el tiempo ayudó a madurar ese amor y ahora, ella era viuda, él ya no estaba y Lyla se sentía condenada a sufrir en consecuencia.

Se incorporó un poco sobre la cama matrimonial y aun con las manos temblorosas se embarró en el rostro las lágrimas nocturnas. Suspiró volviendo el rostro hacia la ventana y algo cayó en su interior, hasta lo más profundo de su mente consciente, como un engrane que encajase de pronto en el lugar correcto.

¿Qué había soñado exactamente?

Ya no lo recordaba, pero aún se hallaba muy afectada.

2
Desde la muerte de Ben, Lyla pasaba la mayor parte del tiempo encerrada en la soberbia biblioteca de la mansión. Los trabajos de restauración de la misma habían terminado hacía poco y ahora, ella debía poner en orden todos y cada uno de sus libros personales  conjuntándolos con los volúmenes interminables que pertenecieron alguna vez a los integrantes de la estirpe Bleufort-Harris. Parecía una tarea de romanos, pero lo disfrutaba mucho porque le permitía distraer su mente del dolor y la ansiedad.

La dinastía Bleufort-Harris.

<<La descendencia maldita>> pensó y apartó esa cavilación de su mente.

Faltaban algunas semanas para que iniciara el verano y con él llegarían también sus hijos y nieta a pasar una temporada con ella.

A decir verdad, Lyla y Ben solo habían procreado un hijo llamado Thomas, pero ambos adoraban a  la mujer con la que este se había casado considerándola también a ella como una hija, por eso pronunciaba la palabra en plural, en lugar de hacerlo en sentido singular y la pequeña Annette de siete años… Annette Jane Anders era un caso aparte. La niña era ahora todo su querer; rubia, flaca y espigada, lucía los mismos ojos grises clarísimos de su abuelo y cada vez que ella le miraba podía ver el reflejo de su difunto marido, además era una niña dotada de una mente excepcionalmente brillante para su edad y muy madura la mayor parte del tiempo.

Se encaminó a correr las cortinas con una sonrisa dibujada en sus labios. Thomas, Miranda y Annette eran todo lo que le quedaba… bueno, ellos y su hermosa casa antigua ya totalmente restaurada a su antigua gloria.

La Criada Silenciosa. [Completa] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora