XII

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1
Annette salió de la cama y bajó a desayunar tan temprano que Margaret no tenía nada preparado, por lo que se sentó y esperó a que la vieja criada le sirviera algo; siguiendo la consigna que Alexander le había dado un poco más temprano de no dejar a Margaret sin supervisión.

—¿No te estoy presionando? —Preguntó la niña.

—No muñeca no presionas nada. —Respondió la mujer dejando sobre la mesa un vaso de jugo, volviéndose después para sacar del fuego la cacerola con la avena hecha en leche azucarada.

—¿Sabes si Lyla está en la biblioteca?

—¿Sigues enojada con tu abuelita?

La niña asintió tomando una cuchara del cajón de utensilios y regresó a la mesa.

—Nunca le voy a perdonar que haya corrido a Clarisse.

—Yo hablé ayer con ella por el teléfono —mintió la mujer—, ya consiguió otro trabajo en la tienda del pueblo y sigue ahorrando para la universidad. Te mandó muchos saludos.

Algo en el rostro de la niña cambió de inmediato; aunque a decir verdad la pequeña Annette de siete años había experimentado un cambio en cuanto pisó esa casa, volviéndose, con el paso de los días más desconfiada.

—Sigues siendo mentirosa Margaret. Alex me dijo que Clarisse está escondida aquí mismo.

2
El avión hizo su arribo en el aeropuerto internacional de la ciudad exactamente a las 11:30 de la mañana. Thomas bajó acompañado de Bonnie y después de documentarse y recoger los equipajes, la mujer le invitó a almorzar en compañía de su esposo y él aceptó mientras se dirigían fuera de la sala de llegadas internacionales.

Bonnie levantó la mano y saludó a su esposo quien se limitó a hacerle un movimiento de cabeza. La primera impresión que Matthew (marido de Bonnie) dio a Thomas, no fue la mejor. El hombre era alto y mal encarado; pero la mujer parecía encantada con él. Después de abrazarse ella le hizo una seña al joven para que se acercara.

—Matthew, este amable muchacho es Thomas Anders y como me soportó todo el viaje le he invitado a almorzar.

El viejo posó sobre él sus ojos oscuros y se adelantó un paso extendiéndole la mano. Ambos se saludaron.

—Matthew Williams. —Pronunció el hombre.

—Thomas Anders, un gusto en conocerle señor.

El hombre sonrió y su gesto mal encarado desapareció reemplazado por una sonrisa amplia y franca mientras decía:
—No hombre, el gusto es mío y me encantaría que durante el almuerzo me contara de que fármaco dependió para aguantar a Bonnie nueve horas seguidas, porque la verdad yo no he dado con esa receta.

Bonnie sonrió dando un codazo a su esposo al mismo tiempo que los hombres se desternillaban de risa y caminaron al parqueadero.

3
Algo en la casa parecía haber cambiado significativamente. Vista desde fuera, la sólida construcción lucía rodeada por una leve bruma que a Thomas le pareció extrañamente curiosa. Pidió a Matthew que detuviera el coche y bajó echando un vistazo alrededor; desde donde se encontraban, les era posible ver una gran parte de la villa coronada por el campanario de la iglesia anglicana adornada por sus vitrales de colores; sin embargo, en ningún otro lugar del camino que habían recorrido, se había percatado de la presencia de neblina.

—¿Te parece extraño después de lo que te hemos dicho? —Inquirió Bonnie como leyendo su pensamiento y descendiendo del auto.

Thomas asintió y se volvió hacia ella.

La Criada Silenciosa. [Completa] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora