—Buenas noches estimados espectadores de este reality. Para los que no me conocen—que estimo deben ser pocos— me voy a presentar: Soy Genaro Grazziani, portero de estos dignísimos Estudios con carácter vitalicio, conocido como "El tano" por amigos —y de los otros.
No estaba muy seguro de contarles la historia, porque cuando uno es viejo, siempre lo tildan de chismoso o metido, pero, como parece que me dejaron solo, intentaré mantenerlos entretenidos hasta tanto se despeje el motivo de la deserción general.
Empecemos por el principio: yo llegué allá por los años 70, cuando la empresa no pasaba de ser un galpón con cuatro gatos locos. El cartel de "Estudios cinematográficos de filmación Luna de Plata" ocupaba casi más espacio que las incipientes instalaciones. El dueño era un tipazo, que me contrató inmediatamente cuando advirtió mi acento italiano que lo unía a sus orígenes. Don Felipe di Doménico tuvo un hijo que tomó su lugar en los Estudios y, raramente, mantenía la condición de "Buena gente" de su progenitor quien se henchía de orgullo dejando el producto de su vida en manos de su descendencia.
Yo me jubilé después de 35 años de trabajo, pero ¿qué iba a hacer? Con mi esposa ya muerta, mis hijos se olvidaron que yo todavía no la acompañaba, entonces tomé coraje y hablé con el heredero; él me tuvo más piedad que mi propia sangre y me permitió quedarme inventando un puesto de portero, ya que no estaba en condiciones de ocuparme del mantenimiento de la planta como antes. Como toda persona que transitaba por el lugar fuera concienzudamente verificada por el personal de vigilancia, mi tarea consistía en darles la bienvenida, saludar y a veces, si me dejaban, soltar algún consejo.
Como les decía, apenas llegado conocí a Ramón, amigo de la infancia del dueño, con quien soñaron y pusieron en práctica el Estudio. Ramón era camarógrafo, manejaba enormes armatostes, que por pesar toneladas debían ser sostenidos por máquinas estrafalarias en las antiguas instalaciones, donde funcionaba también el viejo Canal 32, antes del incendio que afectó en gran forma la economía y, que empezó en la ropería donde se fabricaban los atuendos para las grandes producciones, ahora casi todo se maneja por canje. En ese momento, no quedó esclarecido si había sido un accidente o el siniestro fue causado intencionalmente por una competencia cada vez más feroz en el mundo de los medios. El Estudio nació, desde un primer momento, como el sueño enorme de dos grandes amigos, puesto en práctica con trabajo y la constante colaboración de sus familias. Los amigos apenas pasaban de los 30 años, Ramón tenía un hijo varón, años después siguió su hermano y como frutilla del postre—y cuando menos se esperaba—hizo su aparición Letizia, según su madre el descuido de una alegre noche de navidad. Y es precisamente ella, quien ocupará mi relato.
Como la pequeña de la familia, Letizia, creció entre cada pasillo y escondrijo del estudio Luna del Plata. Los hermanos mayores, empezaron trabajando de cadetes y tiracables y con el tiempo—y un oportuno curso mediante—ocuparon su lugar como técnicos en la cabina de sonido, donde se sentían a sus anchas mezclando ruidos y tomando temas del tiempo de la abuela para transformarlos en "El tema del verano" haciendo honor a los tremendos caraduras que eran.
Letizia fue tema aparte desde el vamos. La llegada de la hija mujer dio rienda suelta a todos los sueños postergados de su mamá y quiso ponerlos en práctica con la heredera.
Pero Letizia no resultó ser la típica chica frágil y femenina de las novelas que amaba la señora Iris. Su pelo castaño con reflejos rojizos, sus dientes torcidos y medio encimados, sus largas piernas como tallos de cala, desembocaban en unos poco estéticos pies del número 44. Las clases de ballet, que generaron grandes expectativas en la señora, fracasaron con el informe de su profesora, aclarando sin lugar a alguna duda que la chica tenía la gracia de un pato con reuma. Las de piano siguieron igual destino como resultado de los dos torpes mazacotes que tenía por manos. A una primera mirada, la muchacha no era digna de arrobamiento, pero si algo podía destacarse en ella, eran sus ojos verdes y luminosos que demostraban lucidez y espíritu desafiante.
A doña Iris, la conocí de muy joven, pero su aspecto no ofrecía mucha variación; era una mujer baja, rechoncha y con un humor ácido que hablaba de su inteligencia. Con los años sumó canas y alguna arruga no demasiado pronunciada, ya que su cara redondeada mantenía la antigua lozanía.
Con el estudio en pañales, doña Iris hacía su aparición portando una vianda de comida caliente para su esposo, cuyas jornadas laborales se prolongaban hasta altas horas abaratando costos en favor del negocio recién iniciado.
Para la actualidad, los hermanos de Letizia, contaban en su haber sendos matrimonios con sus respectivos divorcios. Por otro lado, la chica buscaba afianzarse en el medio a fuerza de estudio y sacrificio, pero ellos nunca fueron condescendientes ni trataron de facilitarle el ingreso a un lugar preponderantemente masculino. Le llevó mucho tiempo hacer entender a su madre, que su destino estaba muy lejos del proyecto de heroína de las novelas que la hacían soñar a la hora de la siesta. La mayoría de los galanes pasaban por estos estudios y no le hubiera caído mal a la romántica señora convertir a alguno de ellos en su yerno.
Con 32 años, Letizia ya no creía en las hadas madrina y consciente de su aspecto desgarbado y lejos del estereotipo perfecto, se dedicó de lleno al logro de metas alcanzables por su capacidad y no por su belleza, dejando en Stand by el proyecto de familia con su hombre ideal no confesado que se asemejaba al galán de Indiana Jones, fuerte, protector y aventurero, capaz de alzarla en andas y llevarla a un feliz "The end".
De pequeña, cometió la imprudencia de abrir su corazón con Oscar, el menor de los cavernícolas que ostentaban el título de hermanos. No pasaron 15 minutos antes de que todos los conocidos estuvieran al tanto de sus sueños juveniles y se convirtiera en la burla de la escuela.
—¡Fiona quiere novio! ¡Fiona quiere novio!
Justo en la época que se puso de moda el largometraje Shrek y el nombre de la princesa, se prestaba de perlas para los ataques inescrupulosos de sus familiares, que no dejaban pasar la oportunidad de usarla de blanco siendo que, según ellos, Letizia llegó como "Peludo de regalo" interrumpiendo la armonía de su hogar. Esa fue la última vez que Fiona—perdón, Letizia confió sus sentimientos a alguien y ,los enterró, dentro de una coraza sin grietas de responsabilidad y trabajo incansable.
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El amor no estaba en los planes
General FictionLetizia Robles, es la productora estrella de los estudios "Luna del Plata" dónde se graban los éxitos de audiencia, envidia del mundo del espectáculo. La joven, tiene en sus manos el primer proyecto importante de su carrera; un reality del que depen...