Miedo

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Era asombroso, como esta naturaleza, desconocida para ellos, estallaba con gran rapidez de un día para el otro multiplicando los frutos en cantidad y tamaño. Las hojas de zapallo eran motivo de diálogo animado, las comparaciones semejaban a la de los pescadores, cuando le atribuían el tamaño de una pizza grande. Ya alcanzaban la madurez y había que planear el futuro de la cosecha.

—Podríamos hacer un micro emprendimiento y llevarlo al mercado.

—¿De qué? Si no sabemos cocinar y en el puerto está lleno de zapallos.

—¡No puede ser muy complicado! Ayudame a ver cuántos frascos tenemos.

—¿Qué vamos a hacer?

—Zapallos en almibar.

Letizia estaba orgullosa de conseguir que algo diera frutos, aunque fuera por casualidad. Y pensar que se rieron de ellos cuando plantaron en el humedal, cuando tuvieron que llamar a un albañil, porque se desmoronó un pedazo de patio que daba al muelle. Es costumbre en la gente de la región explayarse sobre sus conocimientos regionales y lo complejo de su profesión. Este hombre les había explicado, que con el auge del turismo, los canales y arroyo eran sometidos a una erosión para la que no estaban preparados. El tránsito constante de las lanchas terminaría por derrumbar las viejas construcciones hechas a la vera de la corriente. No entendían, cuando los isleros afirmaban "El islero construye su casa, arriba del agua y abajo del viento". Frases lugareñas—pensaban. Pero realmente, las casas se construyen palafíticamente, es decir, sobre pilotes, por los suelos blandos y las inclemencias del viento sudeste. Columnas, zapatas y vigas deben tener altura y dimensión para soportar la inundación. 

Se crea un humedal artificial, que no es otra cosa que una gran maceta, donde se plantarán especies adaptadas a las condiciones, como juncos, lirios y totoras, a razón de tres metros por habitante de la vivienda. Se genera un albardón con tierra para abaratar costos, luego arena para sustrato de las plantas. Entre tierra y arena debe haber una manta plástica para evitar que el afluente contaminado filtre hacia el suelo. Se debe contar con una cámara séptica para alojar sólidos, que no tapen el sistema y una caja de inspección con ladrillos y revocada, donde se verifica el nivel del agua en el humedal. Todo debe tener un declive de dos centímetros en caída y que se colecta en un caño que en la salida es de piedra partida.

El albañil revisó todo concienzudamente y les aclaró que su plantación no resistiría un temporal, pero como hasta entonces no habían visto ninguno, lo desestimaron. 

—Aunque ustedes no lo crean, antes se podía usar el agua del río, se filtraba en vasijas de barro y listo, Ahora, con toda la contaminación, ustedes vieron, se le pone sulfato de aluminio para decantar y lavandina para hacerlo potable, pero nadie la quiere usar más que para limpieza y aseo. La mayoría hace como ustedes, usa el agua que recogen las zinguerías del techo y se guarda en tambores, el agua embotellada es un lujo.

—¿Por qué será que nos explican tantas cosas?, debemos tener cara de tontos—pensaba Letizia, Fernando estaba seguro de que así era.

La búsqueda de frascos guardados en el galponcito fue satisfactoria. 

—Treinta y cinco—anunció Fernando.

—Me parece bien, para la primera vez. Después podríamos hacer un descuento, si nos traen los frascos,—anunciaba la chica con espíritu de comercio.

Letizia se veía feliz y ,Fernando, no quiso arruinar su entusiasmo, así que la ayudó a lavar y hervir los frascos en silencio.

—¡Todo listo!, mañana empieza la cosecha. Es hora de dormir.

La idea de convertirse en una empresaria local, tenía entusiasmada a la muchacha, que se entregó al sueño profundo, hasta que, a las tres de la mañana, un estruendo espantoso pareció partir la casa a la mitad, despertándolos a los dos al mismo tiempo.

—¿Qué está pasando?

—Creo que es una tormenta.

Saltando de la cama, llegaron hasta la ventana del comedor que daba al muelle y se encontraron de frente al horror. La sudestada, arremetía con furia, olas enormes golpeaban impiadosas, trayendo árboles desgajados, escoria del río, maderas procedentes de otras casas y chapas que volaron de algún galpón. El sonido del viento amenazaba helarles la sangre, el agua ya llegaba a la altura de la ventana y comenzaron a rezar, para que no siguiera subiendo.  Las maderas crujían doloridas, en su alma lastimada. Letizia miró suplicando protección, se abrazaron sin decir una palabra y así permanecieron hasta media mañana, en la que el viento se retiró ordenándole al río que lo siguiera.

Al medio día, los sorprendió la presencia de una lancha en la que llegaron técnicos del Estudio, acompañados por Mimí, la asistente personal de Letizia.

—¡Leti! ¡Qué alegría verte viva!

Letizia corrió a abrazar a su colaboradora y amiga con sorpresa y alegría.

—¿Qué pasó? ¿Qué hacen acá?

—Nos asustamos mucho, el satélite interrumpió la comunicación y como supimos lo de la sudestada, creímos que podía haber pasado algo malo. Los muchachos instalan lo que se averió y nos vamos rápido, es que el público empezó a llamar cuando no tenían noticias de ustedes, son los favoritos.

—Así que no fue por idea del Estudio, ¿cómo van las cosas?

—Mirá, además de reparación, venimos a llevarnos a una pareja, se murieron de miedo y no quieren quedarse mas.

—Entonces quedamos tres, ¿y cómo van las mediciones? Todavía faltan tres meses.

—Hay dos favoritos, ustedes son uno, pero me tengo que ir, no te puedo contar más. Chau Leti.

Los técnicos enrollaron sus herramientas, comprobaron que todo funcionaba, y se fueron como si nunca hubiesen llegado.

—Queda uno menos—anunció a su compañero, que miraba desolado, en el fondo del patio, el destrozo que dejara la bajante. La galería quedó pelada de muebles y adornos y si todavía quedaba algo, fue porque se encontraba amurado al piso.

—No quedó nada y lo poco que se salvó está contaminado.

—Ya está, de nada sirve lamentarse—afirmaba Letizia pensando en las novedades que su asistente le confiara.

Pasarían la tarde despegando puré de zapallo de las paredes de la casa, era necesario, ya que tras la inundación aparecían todo tipo de insectos y alimañas traídas por el agua. Había que ser cuidadoso y no dejarse tomar por sorpresa. Paciencia y lavandina... y seguir.

El amor no estaba en los planesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora