Delicias de la vida cotidiana

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La segunda desmantelada de la cocina fue rápida, Letizia ya dominaba el uso de las herramientas y pronto quedó todo comprobado.

—Encendé el fósforo, pero retirá la cara por las dudas.

Fernando tomaba las cosas en forma literal, así que acercaba el fuego al quemador mirando para otro lado, con la cara completamente girada.

—¡Dame a mí!—Ordenó Letizia perdiendo la paciencia—¿Ves? Ya está. Ahora vas a poder tomar tu tecito y tené en cuenta— ya que sos contador— que la plata nos tiene que durar un mes y ,como va la administración hasta el momento, tendremos que comer mosquitos.

Una vez que estuvieron seguros de que la cocina no perdía por algún lado ni se percibía olor a gas, se sentaron en dos sillas de madera desvencijada y  apoyaron las tazas de vidrio sobre la mesita inestable por tener unas patas mas cortas que las otras. El ritual del desayuno culminó con galletas untadas con paté de alguna cosa. Ni bien Fernando amagó objetar el origen de aquel producto, Letizia lo solucionó quitándole la etiqueta y con la lata desnuda, le tendió la galleta untada.

—¡Comé!

Él parecía responder mejor a las órdenes que a las sugerencias, quizás por sus experiencias con la familia de origen, o tal vez inculcado por su dominante ex-novia.

—El té es más rico en tazas de porcelana—comentó tímidamente.

—Sí, y yo preferiría otro compañero, pero me tocaste vos.

—Bueno, mejor así. No hay peligro de que te enamores de mí y pierdas el premio.

—¿Ves? Ahí estás pensando como un hombre práctico o, mejor dicho, como un profesional. Seguí de esta manera que nos faltan ocho meses, menos un día.

La pareja  se encontraba absorta en sus preocupaciones de convivencia, ajena al interés despertado en la audiencia. Como todo reality, era transmitido durante las 24 horas, rotando la participación de los distintos integrantes del grupo, pero las mediciones llegaban a picos inesperados con las peripecias que sufrían Letizia y Fernando en contraposición a los demás, que adoptaban una pose estudiada todo el tiempo y actuaban para el público. El programa viró rápidamente, de la consigna inicial de novela lacrimógena en pocas horas, a disparatada comedia de enredos. 

Ya alimentados, empezó el reconocimiento de campo: su universo consistía en cocina, comedor y un dormitorio.

—Tiene una sola cama.

—¿Y qué te preocupa? Yo a vos no te toco ni con un palo—le aclaró la chica.

—No. Ya sé, me darías un escobazo o me tirarías con un martillo.

—Letizia lo miró con atención y le causó gracia el comentario.

—Bueno che, no te enojes. Es que me sorprendiste, pero ahora ¿Estás bien, no? ¿O te desmayás más de una vez al día?

—No. Me pasa cuando estoy muy nervioso. Mi terapeuta me dijo que es un problema de ansiedad y se me va a ir pasando con las sesiones.

—¿Y cuánto hace que vas?

—15 años.

—¡Vos estás loco! Lo único que se va a pasar es el saldo de tu cuenta a la suya. 

—Pero antes estaba peor.

—¿Peor que ahora?

—Sí. Cuando era chico no hablaba, pensaban que me quedé mudo por algún shock.

—¿Y qué te pasaba?

—Nada. No tenía nada que decir.

—No necesitabas terapeuta, te hacía falta un ladrillazo en el coco.

—¿Ves lo que te decía? Vos lo arreglás todo con violencia, sos igual que mi novia—Y se le caían los mocos otra vez.

—Mirá, cortala con el llantito y vamos a revisar. No veo el baño por ningún lado.

Entonces salieron por la parte de atrás de la casa y... allí estaba. Era un cuartucho de madera de 1x1 y, al abrirlo, un viejo inodoro de cemento y un balde de plástico amarillo dejaban verse por todo adorno.

—¡Es una letrina!—vociferó el contador.

—¿Y qué te imaginabas?

—Entonces, quiere decir que el balde es para buscar el agua de afuera.

—Sí, señor.

—Yo no pienso entrar ahí ¿Y si el piso se hunde y me caigo al río?

—No te hagas drama, el agua ya está contaminada, no lo vas a perjudicar mucho.

Este diálogo picante que era moneda corriente entre ellos, mantenía a los espectadores boquiabiertos en sus casas, en los bares y se incorporó en la charla habitual de los lugares de trabajo. Había apuestas a favor de uno u otro integrante de la pareja.

La solitaria cama, no presentó problemas. Letizia se dormía apenas acostada y no tenía idea de la actividad de su socio—Y tampoco le importaba.

Por su parte, Fernando, esperaba unos momentos, hasta que ella parecía estar dormida y entonces se levantaba, iba a la cocina y a la luz del farol, escribía en una pequeña libreta que luego escondía en la parte superior de la alacena. Veinte minutos después, se acostaba sigilosamente y dormía como un angelito.

Con la segunda llegada de la lancha, habían quedado mejor provistos de mercancías. El paté, el choclo de lata y las lentejas pre-cocidas no se ofrecían muy tentadores así como venían, ya estaban perdiendo el paladar y se volvía imprescindible que alguien cocinara. Fernando manifestó su rotunda negativa a tales procedimientos y,no quedando opción, la productora devenida en ama de casa todo-terreno hirvió papas, zanahorias, zapallos y agregó a eso una lata de atún, bien condimentado. Fue un descubrimiento, por tratarse de su primera actuación entre ollas y cucharas. Plena de orgullo por el triunfo se lo presentó a su comensal, como un gran logro. Con el hambre atrasado que llevaban, comieron sin hablar durante un rato, luego de lo cual ella le estampó una de sus frases amistosas:

—La verdad, estar con alguien inútil como vos me favoreció después de todo.

—¡Eh! No soy una joya, pero siempre te la agarrás conmigo, y gratis.

—Pero, si yo no te quería ofender. Era para halagarte, para que sintieras que algo bueno rescaté de todo esto.

—Sí, sí, no me halagues más, que no resisto la fama.

Los padres de Letizia, conteniendo la risa, casi no se movían del sillón anclados allí por la "Divina comedia" que protagonizaba su hija.

—¿Qué pasó Ramón?—preguntaba doña Iris, mientras traía el plato de empanadas para apostarse junto a su esposo.

—¡Pobre pibe le da con un caño! Esa hija tuya es terrible, no le tiene piedad.

—Es "Hija tuya" tiene tu carácter y no me vas a negar que el muchacho es un bueno para nada.

—Y... seguí, seguí mirando...




El amor no estaba en los planesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora