Convivencia

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En la estructura del programa estaba el ir presentándose, para que el público se familiarizara con cada uno de los participantes. En la primera parte del día, deberían organizar su futura convivencia en el espacio que se le asignara. Letizia, sabía a rasgos generales de qué iba la cosa, pero en los detalles organizativos había derivado en Mimí—su asistente—las "minucias" que no estimaba importantes, como por ejemplo, el hecho de que en la casa no había víveres ni para el desayuno, esto lo comprobó muy pronto. Cuando Fernando comenzó a revisar alacenas y estantes, que además de los cacharros no contenían absolutamente nada comestible, empezó a palidecer y quedarse rígido en medio de la habitación. Al notar la extraña actitud, la chica, con pasos sigilosos giró en torno a su compañero, mientras movía la mano frente a sus ojos para comprobar si las pupilas de aquel hombre seguían sus movimientos. Pronto vio que tenía reflejos y preguntó que le pasaba. Al mismo tiempo, del otro lado de la pantalla, los televidentes esperaban con ansiosa curiosidad la respuesta, de aquel que hasta el momento, era quien despertaba el mayor interés debido a su raro comportamiento.

—¿Qué te pasa? ¿Sos epiléptico?

—No.

—¡Estás catatónico! ¿Qué tengo que hacer?—preguntaba esperando que el afectado la condujese.

—Tengo un desequilibrio orgánico, que si no como algo en tres horas, no me puedo mover.

—Me estás haciendo una broma ¡Nunca escuché semejante disparate!

—Es verdad. A veces me desma ma ma...¡Yo!

Fue la última sílaba que culminó al caer al piso. Letizia, conocía la regla de "No contacto físico" que estableciera el equipo creativo del programa, pero con el  apuro de tomar su papel en el juego, no revisó bien las características de ese contacto —Si ella debiera estar del otro lado de la pantalla.

Como no estaba segura de si podía tocar al compañero, que yacía sobre los listones de madera del piso de la cabaña, agarró la escoba que estaba en una esquina de la cocina y con ella lo empezó a "picar".

—¡Fernando! dale, despertate ¡Fernando! que tenemos que comprar algo para comer.

¡Nada! No reaccionaba y seguía blanco como vampiro en ayunas. De repente, recordó lo que con la urgencia pareció olvidar: en este momento, millones de personas buscaban un entretenimiento en el producto que ella ofrecía y su compañero semejaba una damisela en desgracia. En la desesperación, por ir dando dinamismo a la cosa, empezó a revisar los muebles para encontrar algo que la ayudara, cuando divisó, sobre la alacena, una caja de herramientas y sacó de allí un par de tenazas; entonces, aferró con ellas las botamangas del jean de su bello durmiente para poder arrastrarlo sin ponerle un dedo encima. Pero el pantalón se deslizaba dejando al descubierto sus calzoncillos de super-héroes. 

Letizia ya llegaba al comedor, cuando el desafortunado dio indicios de reacción y, observando a la chica  con sendas tenazas en las manos y la violación de intimidad que estaba sufriendo, se alarmó e increpó a los gritos:

—¿Qué estás haciendo? ¿En qué pensás usar esas herramientas? —Tratando de subirse los pantalones.

—¡Nada che! Quería traerte al sofá para que estés más cómodo. A esta hora no podemos comprar nada.

—¿Y por qué me agarrás con esas tenazas? 

—Por que las reglas dicen "Sin contacto físico".

—¡Contacto físico de tipo romántico! ¿Cómo se te ocurre una cosa así? Mirá si me estoy ahogando ¿Me vas a tirar con un martillo?

—No, claro que no. Es que no tuve tiempo de leer bien las reglas.

—¿Cómo que no? Si hace un mes que nos entregaron los papeles del contrato.

—Bueno, sí, ya está. Dame la mano que te ayudo, entonces.

Letizia se preguntaba qué estaría pasando del otro lado. Si la audiencia se mudaba de señal y si sus padres y hermanos la verían. Con el apuro no puso a nadie sobre aviso de su determinación de agregarse al reality.

Fernando ya estaba sentado en el sillón y la chica lo miraba con curiosidad.

—Y decime ¿Desde cuándo te pasa eso de convertirte en momia?

—Desde que mis padres se separaron. Yo juré que no me iba a pasar a mí y mirá ¡Repitiendo la historia!

 Y de pronto, irrumpió en un llanto casi infantil, con un quejido agudo que recordaba a un gato cuando se le pisa la cola. Tapándose los oídos, la chica apretaba los ojos pidiendo por favor que terminara con esa puesta en escena.

—¡Pará, que me vas a dejar sorda! ¿No te dijeron que los hombres no lloran?

—¡No!...¿Y qué hacen?

—Patean, gritan, insultan, golpean las mesas...

—¿Quién te contó eso? Estás leyendo mucho vos.

—Al menos cerraste un poco la boca. En este show, todos los participantes pasamos por problemas afectivos. No sos el único que sufre por que una mujer lo dejó por otro.

—Por otra—aclaró—Se fue con su secretaria. Yo estaba tranquilo, siempre estaban juntas y nunca la vi mirar a otro hombre.

—Bueno, mirá el lado positivo, no se llegaron a casar ¿Sabés las vueltas que hay que dar con los papeles del divorcio?

—Éramos amigos desde chicos, vecinos de toda la vida. Ella me mataba las arañas cuando yo me asustaba y me devolvía las figuritas que me ganaba. Nuestros padres estaban muy felices con el noviazgo.

Letizia no daba crédito a sus oídos, pensaba que todos los hombres se parecían a sus hermanos, haciendo cosas sin analizar, arriesgando todo para competir entre ellos y, he aquí, un tipo que lloraba porque su protectora le soltó la mano, más que por el abandono de su novia.

—¿No se te ocurrió pensar que a ella le gustaba tu dependencia, porque su temperamento era más masculino que el tuyo?—de inmediato, lamentó lo que dijo al notar que Fernando tenía las pupilas fijas, preparándose para otro desmayo.

—¡Ni se te ocurra! Ya limpiaste el piso por hoy—le advirtió—Mejor hagamos la lista de compras. Vos sos contador, sabrás administrar los gastos.

—Soy contador, pero no se hacer nada de la casa, yo te hago las cuentas.

—Ah, bueno. Con el desayuno, ¿comemos pan de cuentas o café de números?

—Vos sos una chica, sabrás cocinar.

—¿Y por qué iba a saber cocinar? En casa siempre cocina mi mamá y si no, está el delivery.

—Y resulta que yo era el dependiente.

Letizia iba a contestar ofendida, pero después de pensarlo intuyó que algo de razón tenía. Habría que arreglarse de alguna manera.




El amor no estaba en los planesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora