Tres semanas fueron las que necesité para reunir el dinero y lanzarme al mercado a espulgar la sección de música. Damián me había ayudado a conseguir el nombre del casete apenas le dije algunas partes de la canción. Él era una especie de radio andante.
Había salido a mediados del año pasado, pero tuvo tan buena acogida que no se me dificultó hallarlo. Isabel amaba una canción en particular, una que no era sencillo aún, pero la había escuchado en casa de una de sus vecinas. Al principio la detestaba porque hacía retumbar sus paredes antes de dormir, mas terminó hallándole el gusto hasta convertirla en su favorita.
Se me había ocurrido, la loca idea, de colocar la canción justo en su estadía antes de regalárselo.
Encontré el casete a muy buen precio en el puesto del amigo de mi tío, bajo la excusa de su compañerismo me hizo un descuento.
—Me gusta el helado —me comentó Susana camino a casa. La gente que poblaba el mercado cargando canastas y pacas descendía al alejarnos. Había llevado a Susana, que corría de un lado a otro mientras yo arrastraba la bicicleta, aprovechando mi día libre y sus ganas de no quedarse en casa. Además, prefería que el misterio se acabará antes de que a ella se le ocurriera soltarlo—. ¿Qué compraste para ti? —me preguntó al notar que no traía nada para comer. Saqué el casete para enseñárselo—. ¿Y eso qué es?
—Es música. Ya sabes, como los casetes que tiene tío Amelio —le expliqué porque así le sería más fácil identificarlo. Aún recordaba la vez que hizo una pila con ellos y se vinieron abajo cuando ya estaba superando su propio récord, a mi tío casi le dio un infarto.
—¿Compraste música del flaco de oro?
Estaba acostumbrada a ese nombre que pensaba que todas las canciones del mundo pertenecían a él. Hasta a mamá le preguntaba eso cuando la escuchaba cantar algún sencillo de Yuri.
—No. Este es otro tipo de música. Más... No sé cómo describirla... ¿Moderna?
—Yo prefiero una hamburguesa a la música —me dijo con inocencia mientras se encogía de hombros.
—Ya me di cuenta.
—Prefiero todo lo que sea comida —siguió su debate—. ¿Para qué quieres algo que no se pueda comer?
—En esta vida no todo es comida, Susana. Hay otras cosas importantes —le expliqué aunque sabía no lo entendería. Sentí de pronto que intentaba escucharlo de mí mismo. Cuando pasas tantos meses luchando solo por conseguir pan cuesta creerlo.
—¿Más que la comida? —se horrorizó ante mi atrevimiento—. Lucas ya no quiero ir a la prepa si voy a decir esa cosas tan raras. Mejor trabajaré con Don Tito para que siempre me regale hamburguesas.
Luego se echó a reír antes de correr como si hubiera hecho una travesura al pronunciarlo en voz alta cuando era un secreto. Negué con la cabeza, no tenía remedio, pero no podía culparla.
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La chica de la bicicleta
Teen FictionHISTORIA GANADORA DE LOS WATTYS 2019. La vida de Lucas es un desastre. Después de la muerte de su padre, su existencia se ha dividido en el deseo de entrar a la universidad a pesar de los problemas económicos de su familia, el negocio de sus tíos q...
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