Odiaba el sonido que me había obligado a despertar, aun sin conocer de qué se trataba.
Con pereza abrí los ojos para ubicarme de a poco en la realidad. Traté de fijar la mirada en la ventana para calcular la hora por la luz del sol que se filtrara, debía ser temprano porque el cielo apenas estaba clareando. Quise alcanzar el reloj que descansaba en el buró para salir de dudas, pero por la torpeza que cargaba lo tiré hacia atrás.
Solté un bufido de frustración porque el maldito sonido no cesaba. No me quedó de otra que removerme en la cama para ponerme de pie. Entonces fui consciente de lo que acontecía a mi alrededor. Caí en cuenta que el ruido era similar al golpeteo de una puerta, alguien debía estar esperando a que atendieran.
Una sensación amarga me invadió, pocas personas nos visitaban y en un día como ese lo que tuvieran que decirnos no podía ser una buena noticia.
Salté de mi cama provocándome un ligero mareo cuando mis pies tocaron el frío suelo. Imaginé entre mis pasos que mamá estaría ya en la sala, quizás pálida y con el cabello alborotado. Repasé todas las posibilidades, las peores antes de las que podían quedarse en el olvido.
Frené en seco cuando no encontré a mamá, lo más seguro era que fuera ajena al ruido, tenía un sueño pesado y le costaba despertarse después de una larga noche. Pero el sonido seguía así, insistente, por lo que no tardaría en acudir para saber qué pasaba.
Tal vez solo se trataba de algún vecino o mis tíos me habían venido a buscar para acudir más temprano al negocio. Eso no sonaba tan descabellado.
Ahogué un bostezo a la par que giraba la perilla y casi escupí el corazón cuando descubrí de quién se trataba.
—Hola, Lucas —me saludó Isabel con una enorme sonrisa despreocupada. Se veía vivaz, despierta y con un aspecto contrario al mío, como si no fuera mañana sino media tarde. Dios, yo parecía un vagabundo—. ¿Cómo estás? Hoy es sábado así que como no vamos a la escuela pensé que... Oye, ¿estabas dormido? —interrumpió sus palabras cuando pareció percatarse de mi rostro de muerto.
—Algo así —fue lo único que logré articular. No recuerdo si fue un impulso o confusión lo que me echó a un lado para que ella pudiera entrar a casa.
—¿Algo así? —rio como si jamás lo hubiera escuchado—. Se supone que tenías qué decir: no, como crees que alguien va a estar dormido a la siete de la mañana un sábado. Vamos, Lucas, tienes que empezar a decirme lo que piensas sin que te preocupe si eso está bien o no, ya sabes, hablar siempre es sano.
Mi mamá no pensaba igual...
Mi mamá.
Demonios. Si descubría que alguien había osado a interrumpir sus sueños iba a armarse un problema.
—Oye, vamos a mi cuarto —propuse porque en las paredes de la habitación de mamá el sonido resonaba como un eco.
—Tampoco tan directo —se burló mientras yo negaba con la cabeza con una sonrisa de lado. No me refería a eso.
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La chica de la bicicleta
Teen FictionHISTORIA GANADORA DE LOS WATTYS 2019. La vida de Lucas es un desastre. Después de la muerte de su padre, su existencia se ha dividido en el deseo de entrar a la universidad a pesar de los problemas económicos de su familia, el negocio de sus tíos q...
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