11: The Hound of Baskerville

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[Leo's POV]

Vi a un pelirrojo de ojos claros acercándose a mi casa desde la ventana. No dudé en abrir la puerta y dejar pasar al mayor de los hermanos Holmes.

-Buenos días Mycroft, ¿qué se te ofrece?

-Pues mira, simplemente vine a charlar con el hermano de la chica que sale con el mío.

-Oh, Dalia consiguió que ese moreno se fijara en ella. Déjalos, Dalia no lo va a dejar y si intentas separarlos podrías acabar con una bala en el cerebro.

-No seré yo quien lo intente. Pero pensé que podrías intentarlo. Eres su querido hermano, te escuchará.

-¿Por qué debería hacerlo?

-Porque mientras estén juntos ella estará en peligro. Sherlock pone en peligro a todos los que se le acercan. ¿Te suena el nombre de James "Jim" Moriarty, Leonard?
[John's POV]

Decidí hacer una visita a mi viejo amigo Sherlock Holmes, de modo que cogí mi abrigo y en cinco minutos me planté en la casa que había sido mudo testigo de nuestra extraña amistad, y de la que me había ido cuando me había casado con la mujer de la que me había enamorado: Mary Morstan, a la que había conocido en uno de los casos del detective. Toqué el timbre del 221B de Baker Street y me abrió la sra. Hudson, a la que saludé efusivamente. Subí los escalones y entré en la sala sin esperarme una reunión familiar, o más bien bifamiliar ya que estaban los hermanos Holmes y los Roberts.

-Ah, hola, John.

-Hola, Mycroft. ¿Qué...?

-Al parecer mi hermano y el de Sherlock nos hicieron una visita.

-Bueno, tome asiento, doctor Watson -dijo el pelirrojo con su característica voz suave.

-¿Interrumpo algo?

-No, en absoluto. Ellos ya se iban -mi amigo les lanzó una mirada asesina.

-Hablaremos otro día, hermano. Mycroft, Leonard, un placer veros.

-¿Qué pasó? -pregunté cuando se hubieron ido.

-No lo sé. Entraste antes de que hablaran. Inspector Lestrade, pase -dijo Sherlock sin mirar al hombre de cabellos plateados.

-Sólo acompañé al señor Knight a su casa, Holmes. Por el asunto del...

-Sabueso. El sabueso gigante de ojos rojos resultado de un experimento genético que mató a tu padre, ¿cierto? -preguntó Dalia.

-Nunca imaginé que Sherlock Holmes fuera una mujer -dijo el hombre.

-No lo es -se rió el inspector-. Holmes es el del sillón rojo. Hasta luego.

-Le acompaño a la salida, inspector.
[Dalia's POV]

-Greg.

-¿Qué ocurre, agente Roberts?

-Le vendrían bien unas vacaciones. Devonshire es buen lugar, me han dicho.

-¿Quieres que vaya con vosotros?

-No, que vayas antes que nosotros. Aprovecha para decirle a la doctora Stapleton que sé que Bluebell, el conejo, era fluorescente, y que tenga cuidado con las mascotas que regala a su hija si no quiere perder el trabajo. Holmes ya sabe todos los detalles, no quiero que investigue así que si lo intenta lo distraes con cualquier cosa. Si no hay nada mejor, le inyectas esto y que investigue por qué su pelo es rosa fluorescente. Evitará que salga de casa, espero.

-No sé si me acordaré de todo.

-No te preocupes, confío en ti. Date prisa. Los billetes de tren y dinero para los gastos.

Le di un beso en la mejilla y lo despedí con rapidez para entrar de nuevo, para mi desgracia Sherlock dijo que debía investigar al conejo de la pequeña Stapleton.

-Sherlock, vete a Baskerville e ignora al dichoso conejo. John, ve con él... yo os sigo mañana, hoy intentaré distraer a Myc y usan su identidad para entrar al laboratorio. Os doy 25 minutos en el laboratorio, las 5 primeras llamadas las ignorará, puedo asegurarlo.

-Vale -murmuró Sherlock-. Vamos a dormir.

A la mañana siguiente fui a la casa del mayor de los Holmes. Nos pusimos a hablar y yo puse su móvil en silencio. Luego fui a casa, me cambié y entré al tren con Greg. Parecíamos una pareja extranjera de vacaciones. Llegamos y fui al laboratorio dejando las llaves de la habitación del hotel a Lestrade. Saludé al personal y vigilé que todo fuera bien. Al rato llegaron Sherlock y John, tuvieron 25 min. hasta que los pillaron. Frankland intervino y los sacó. Luego les dio su número de "celular" como él decía, y ahí entré en su coche y fui con ellos a casa de Knight.

-Veinticinco minutos, como os dije.

-¿¡Que-!?

-John, es Dalia. Estaba allí y no ayudó mucho.

-Puse su móvil en silencio. Y esta tarde no puedo ir al páramo, ando ocupada.

-Iremos nosotros tres, entonces. Te dejo en tu hotel.

-Gracias.

Sherlock Holmes y el misterio del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora