Capítulo 8

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El día de la fiesta llegó. Uriel se vistió con una camisa de color azul clarito, unos tejanos y unas bambas. Se puso un poco de colonia, sentía que tenía que sorprender a alguien. Se despidió de sus padres y acto seguido saludó a Ian. Le había pedido que lo fuera a buscar a su casa porque no quería llegar solo a esa fiesta. Ian iba vestido con una camiseta de cuello pico de color verde caqui con la que se le podían apreciar los pectorales, un pantalón pirata blanco y un collar con un diente de tiburón. Estaba fumando, pero eso no olía como un cigarrillo.

-Hueles bien -señaló Ian acercándose un poco a Uriel.

-Gracias... -contestó el chico algo incómodo.

-¿Quieres? -le ofreció Ian -pareces algo tenso, esto te relajará.

Uriel lo miró y, seguidamente, cogió lo que le estaba ofreciendo el joven y se lo llevó a la boca. Lo notó un poco cargado y, sin quererlo, empezó a toser. Ian se empezó a reír y a darle palmaditas en la espalda. El chico se sintió un poco inútil, había quedado como un idiota delante de Ian, que parecía un chaval bastante popular. Y, efectivamente, al llegar a la casa dónde se había organizado la fiesta empezó a saludar a todo el mundo y a presentarle a todas las personas que había allí. Uriel agradeció que no se hubiese olvidado de él nada más llegar, ya que le iba ofreciendo cosas y hablando con él de vez en cuando. La casa estaba impregnada con el olor de la marihuana, el alcohol y del sudor de adolescentes de 17 años todo mezclado. Se concentró en la música y se dió cuenta de que estaba sonando Pure Water. Hizo una mueca, no le acababan de gustar ese tipo de canciones. Uriel miró la hora, eran las doce pasadas, solo llevaba una hora en esa fiesta. Fue a buscar una bebida a la cocina, Ian le había indicado dónde estaba, y allí vio a Diego hablando con dos chicos. Se acercó a ellos y saludó a su amigo, por sus ojos parecía que se había fumado tres porros él solo.

-Hola... em... ¿Cómo te llamabas? -preguntó Diego poniéndole una mano en el hombro.

-Uriel -contestó el chico dándole un sorbo al vaso que había llenado con ron-cola.

-Uriel... Uriel... -se quedó pensando.

-Te llamas como un arcángel -intervino uno de los chicos que estaba con Diego.

Uriel levantó una ceja y los otros tres se empezaron a reír a carcajadas por el comentario que había hecho su amigo, como si no se creyeran que este pudiera decir algo inteligente, ni siquiera él mismo. Uriel los dejó allí riéndose y salió de la cocina. Una vez fuera, se chocó contra una chica, era Iris. Esta le sonrió, enseñando sus dientes. No los tenía tan bien como Diego.

-Estas muy guapo y hueles muy bien -señaló Iris mientras se acercaba a su cuello para olerlo.

-Eh... muchas gracias -agradeció el cumplido, esta vez más incómodo que cuando se lo dijo Ian.

-¿Intentas impresionar a alguien? -preguntó la chica pasando sus delicados dedos por los botones de la camisa de él.

Uriel no sabía qué contestar, notaba un cosquilleo por todo su cuerpo. Sí que quería impresionar, pero no a ella.

-Vamos a un sitio más íntimo -sentenció Iris a la vez que lo cogía de la muñeca.

Uriel no dijo ni una sola palabra, se quedó atónito. Se bebió la bebida rápidamente y dejó el vaso en un mueble. No sabía muy bien a dónde se lo llevaba la chica, pero se dejó llevar. Entraron a una habitación, donde habían dos chicas enrollándose en la cama y, dentro de esta, entraron en un baño. Allí, Iris cerró la puerta y puso el pestillo, seguidamente, le acarició el pelo a Uriel y se lanzó como una serpiente hacia los labios carnosos del chico. Al principio se sorprendió, pero después le correspondió colocando sus manos en la cintura de Iris. Detrás de toda esa pasión, Uriel notó como la chica le iba desabrochando el pantalón mientras lo seguía besando. Fue ahí cuando Uriel reaccionó y le paró las manos.

La piedra de la reina CalifyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora