Capítulo 18

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Diego estaba sentado delante del ordenador, a su lado se encontraba Uriel con una mano apoyada en el respaldo de su silla y, más atrás, estaba Deka, de pie, con los brazos cruzados y el ceño fruncido. Diego introdujo en el buscador: “niños desaparecidos llamados Kilian en los últimos veinte años”. Un millón doscientos treinta y seis mil cuarenta resultados. No tenían muy claro que estaban buscando, no sabían con claridad si era un niño desaparecido o que había crecido y se había ido de casa. Así que no tenían muchas esperanzas de encontrar nada. En el caso de que fuera un desaparecido, seguramente había sido hace mucho y la gente cambia. No sabían como era de pequeño. Empezaron a entrar en las páginas web, pero ninguna daba información útil. Más de la mitad de las páginas ni siquiera hablaban sobre niños y mucho menos llamados Kilian. Gracias internet. Después de, aproximadamente, una hora de búsqueda, se dieron por vencidos. Diego se recostó en la silla junto con un suspiro y, Uriel colocó sus manos en sus caderas y miró hacía el suelo, decepcionado. 

-Os lo dije -se limitó a decir Deka con una pequeña sonrisa en la boca.

-Me cago en todo -murmuró Diego frunciendo un poco el ceño y mirando a Deka por el reflejo de la pantalla del ordenador.

-No avanzamos -se quejó Uriel, dirigiéndose hacia la ventana de la habitación de Diego.

En ese momento, el móvil de Diego sonó, era Iris. Este se sorprendió al ver de quien se trataba y se levantó rápidamente de la silla con el teléfono en la mano.

-¿Qué pasa? -preguntó Deka mirándolo fijamente.

Diego negó con la cabeza y miró el mensaje que le había mandado la chica: “Solo quería volverte a agradecer la disculpa del otro día. He pensado que podríamos empezar de cero, quiero decir, conocernos de verdad.” El chico no sabía muy bien qué contestar, ni sabía cómo podían reaccionar los presentes. Por culpa de quedarse pensativo mirando el mensaje de Iris, no se dio cuenta de que Uriel y Deka se habían acercado a leer lo que tenía en la pantalla del móvil. 

-¿Qué disculpa? -curioseó Deka mirándolo con las cejas levantadas. 

-E… El otro día… -suspiró Diego -le dije que sentía todo lo que le había dicho en la fiesta… -explicó

-No conocía esa faceta tuya tan culpable… -afirmó Deka algo molesta.

-¿Qué le vas a contestar? -intervino Uriel, no quería acabar en medio de una pelea de pareja.

-N… no lo sé -confesó Diego pasándose la mano por la cara.

Después de pensarlo durante un buen rato, con el móvil en la mano y el chat de Diego preparado para escribir, decidió enviarle el mensaje. Iris sabía que seguramente no le contestaría, seamos realistas, que se hubiera disculpado no significaba que ahora quería ser su amigo. Pero no perdía nada por intentarlo. Al momento de enviar el mensaje, ya sabía que el chico no iba a contestar, pero cuando se disponía a irse a la ducha, este se encendió, dejando a la vista el nombre de Diego, indicando que le había contestado. Una sonrisa cubrió su lindo rostro. Cogió rápidamente el teléfono y leyó la contestación. “A qué te refieres??”. Se pensó un rato cómo podía contestar a eso, hasta que se decidió por: “He pensado que podríamos quedar... o hablar un poco más en el insti”. Una vez enviado, fue corriendo a la ducha con una gran sonrisa en la boca, necesitaba una ducha de agua fría para aclarar sus pensamientos. 

Deka entró por la puerta de su casa, aún pensaba en el mensaje de Iris. No entendía porque le daba tantas vueltas, solo era un mensaje. Quizá era por quien estaba escrito o para quien iba dirigido, no lo tenía muy claro. Subió a su habitación a dejar las cosas y después bajó a la cocina a coger algo de cenar. Abrió la nevera y cogió un taper que contenía macarrones, seguramente de hacía una semana. Se giró y al levantar la vista pegó un pequeño grito. Su tía estaba parada en la puerta, mirándola fijamente.

-¿Podemos hablar? -preguntó con un hilo de voz.

Deka asintió con la cabeza, antes de coger un tenedor y sentarse en un taburete de la pequeña isla de la cocina. Ya estaba preparada para hablar con ella. Su tía se sentó en frente suyo, manteniendo las distancias. 

-Lo he estado pensando y quizá sea mejor que conozcas toda la historia -sentenció su tía.

-¿Toda la historia sobre qué? -preguntó Deka alzando una ceja.

-Sobre tus padres -aclaró -Mis padres, es decir, tus abuelos, eran magos. Ellos nos tuvieron a mi y a tu madre, las dos salimos magas, pero cogimos caminos distintos. Yo me desentendí de todo el mundo de la magia, en cambio, Christina, se metia cada vez más. Nuestros padres estaban orgullosos de ella, cada vez mejoraba más y más, mientras que a mi me iban olvidando -hizo una mueca -Yo no quería formar parte de todo aquello, yo quería ser como mis amigas, una chica normal. Así que un día decidí quitarme los poderes. Cuando mis padres se enteraron, me echaron de casa. Me fui a vivir con unos familiares, mientras, a Christina la seguían educando para que se convirtiera en una maga muy poderosa. Un día me llegó una carta, era tu madre, me estaba invitando a su boda, con tu padre por supuesto, otro mago. Pero Henry era un mago un tanto especial, provenía de una familia adinerada y bastante conocida en ese mundillo -sonrió mirando al techo -sí, tu padre era descendiente del mago capaz de saber quien era la famosa piedra de la reina Califya -pronunció ese nombre con un tono irónico y rencoroso -del mago del que todo el mundo hablaba y, a la vez, todo el mundo quería matar para que la piedra quedara desprotegida. Al principio, ellos no se querían, se habían casado por obligación de las familias, pero con el paso del tiempo y tu nacimiento, se supieron soportar el uno al otro -sus ojos se cristalizaron -Sé que con la muerte de tu padre, en paz descanse, ese poder ha pasado a ti. Y no soy la única que lo sabe. Piensa en porque esta ciudad tiene la fama que tiene. Durante años los magos se han matado unos a otros para poder conseguir una piedra que ni siquiera sabían dónde estaba. Por alguna extraña razón, la piedra y el mago están conectados y, tarde o temprano, se acaban encontrando. Por eso te oculté lo de tus padres, no quería que acabaras como ellos -una lágrima empezó a bajar por su mejilla.

-Tu no eras quien para decidirlo -siseó Deka con la garganta hecha un nudo.

Su tía asintió con la cabeza y se dirigió hacia la salida. Una vez allí, se paró y miró fijamente los oscuros ojos de la joven.

-No creo que la muerte de tus padres fuera un accidente -declaró antes de dirigirse hacia su cuarto.

La piedra de la reina CalifyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora