Capítulo 4

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Llegaron a una gran plaza con dos estructuras triangulares que sobresalían del suelo, estaban bastante separadas pero daba la impresión de que era un barco partido por la mitad, hundiéndose.

-Esto es el titanic -dijo Deka, mientras subían por la estructura -nos reunimos siempre aquí, es perfecto porque tu puedes ver quien sube pero la persona que sube no te puede ver a ti.

-¿Tu fumas? -preguntó Diego

-No bueno, lo he probado, tabaco y maría, pero no habitualmente... -explicó Uriel sin saber muy bien qué decir.

-Como podrás comprender, venimos aquí para eso -dijo Deka con una sonrisa en la boca -también nos hacemos una cerveza o cualquier cosa.

Llegaron a la punta del triángulo y vieron a Ian liándose un cigarrillo, este se levantó, los saludó a todos con dos besos y se sentaron todos en el suelo.

-¿Y la policía no os pilla? -preguntó Uriel mientras miraba fijamente el piti de Ian.

-No, como te he dicho, podemos ver quien viene y si vemos a un poli lo tiramos por ahí -Deka señaló un pequeño agujero que había -y ya está. Lo tenemos todo controlado, esta es como nuestra guarida secreta.

-A veces, cuando salimos del insti, venimos aquí -añadió Diego.

-Es ese de ahí -dijo Ian señalando un edificio que había unas calles más allá.

-Dónde vivía, cómo era un pueblo, si hacías alguna cosa que no debías se enteraba todo el mundo, por eso, nos íbamos al bosque a beber o fumar -explicó Uriel.

-Aquí, como siempre ves a gente diferente, nadie cotillea nada -dijo Ian dándole una calada al cigarro.

Uriel no sabía porque, pero el hecho de que Ian fumara lo hacía más atractivo. No podía dejar de mirar como lo hacía, no podía dejar de mirar sus labios. Mientras, Deka sacaba una cerveza de una bolsa de tela que llevaba y se la bebía, y Diego estaba conectando el móvil al altavoz.

-Uriel, ¿tu tienes pareja? -preguntó Ian, mientras le daba otra calada.

-Tenía, lo dejé con ella porque me mudaba, llevábamos cinco meses -explicó Uriel.

-Por lo tanto, eres hetero -afirmó Deka.

-Si bueno, no lo sé, una vez tuve un rollo con un chico, pero la gente de mi clase no lo vio muy bien y mis amigos hicieron creer a todo el mundo que aquel chico me obligó a aquello, así que este se fue del pueblo -comentó Uriel.

-¿Y tu no hiciste nada? -preguntó Diego un poco molesto.

-No, era mi palabra contra la de todos mis amigos, ellos decían que me había comido el coco, y al final, ellos me lo comieron a mi -dijo Uriel avergonzado.

-¿Y se supone que son tus amigos? -dijo Ian con tono de desprecio.

-Sí, bueno, sé que lo que hicieron no estuvo bien pero con el tiempo acabas por no darle tanta importancia -aclaró el chico, sintiéndose un poco atacado.

-Creo que a aquel chico le va a costar más que a ti olvidarlo, si es que lo llega a hacer -murmuró Diego, enfadado.

-Pero, ¿ahora tendrías algo con un chico? -preguntó Deka, intentando calmar la situación.

-Sí, dependiendo del chico, claro -afirmó Uriel con una sonrisa incómoda.

Después de eso, se quedaron un rato callados, un poco incómodos. Aquella historia les pilló por sorpresa, Ian solo lo había preguntado para hablar de alguna cosa, no se esperaba para nada que Uriel les fuera a contar eso, pero siempre está bien saber un poco lo que han vivido los demás y ver de lo que es capaz la gente.

-¿Vamos a la playa mañana? -preguntó Ian para romper un poco el hielo.

-Yo no puedo -dijo Deka, sin dar explicaciones.

-Buff... a mi me da pereza, yo había pensado en quedarme en casa jugando a la play o viendo series, a parte, va a llover -contestó Diego.

-Pues vamos todos a tu casa a jugar -dijo Ian, con entusiasmo -¿Tu puedes Uriel?

-Supongo que si.

-Oye, que son las nueve, yo ya tendría que estar en casa -dijo Deka, levantándose de golpe.

-Nos vamos todos -afirmó Ian

Se levantaron del suelo a la vez y bajaron de donde estaban. Deka e Ian se fueron por un lado y los otros dos por el otro. Uriel llegó a casa en quince minutos, lo que significaba que estaba a un cuarto de hora del instituto, si iba a ese.

...

Al día siguiente, Deka se despertó como a las doce del mediodía. Bajó a desayunar con la família, pero estos ya lo habían hecho así que se fue a duchar y se quedó en la habitación hasta la hora de comer. Estaba lloviendo, tal y como dijo Diego. Mientras estaba con el ordenador, jugando un poco, escuchó como alguien abría la puerta de su habitación y entraban dos personas corriendo.

-¡Fuera de aquí! -gritó Deka a la vez que se giraba y miraba quién había entrado.

Aquellas dos personas no le hacían caso, se subían a la cama, saltaban, tiraban, sin querer, las cosas que tenía en la mesilla...

-¡Os he dicho que fuera! -repitió.

-Noa y Roc, id a jugar a otra parte, no molesteis a vuestra prima -dijo una voz femenina -y Deka, no hace falta que te pongas así.

-Pero, es que, siempre están igual -dijo Deka, molesta.

-Ellos tienen ocho años y tu diecisiete -dijo su tía, defendiendo a sus hijos.

Deka suspiró sin replicar nada. Los niños salieron de la habitación de la chica, riéndose. Deka vivía con sus tíos desde hacía unos cinco años.

...

Diego abrió la puerta de su casa y, seguidamente, entraron Uriel e Ian. Ya era hora de comer así que se sentaron en la mesa a comer una pizza que había hecho Diego.

-¿Dónde están tus padres? -preguntó Ian, mirando a Diego.

-Trabajando, tienen que trabajar en agosto -contestó Diego, mirando el móvil.

Acabaron de comer y se fueron directamente al sofá para jugar a la play. Primero jugaron una partida al Call of Duty Ian y Uriel, después Diego e Ian y por último Uriel y Diego. Se pasaron horas jugando y comentándole, según ellos, cosas relevantes sobre los compañeros de clase que iba a tener a Uriel. Ya eran las cinco de la tarde e Ian tenía que irse a casa, así que se despidió de todos y se fue. Diego y Uriel se quedaron viendo una película de acción y bebiendo un batido de plátano y fresa.

...

Deka salió de casa a las cuatro y media de la tarde para dar un paseo por la ciudad, ya no llovía, así que aprovechó la oportunidad, así podía despejar la mente. Caminó hasta el bosque que había a las afueras, no era una ciudad muy grande, así que no tardó mucho. Al llegar al bosque, se sentó en un pequeño descampado. El suelo estaba mojado, pero le daba igual, allí podría descansar un poco sin escuchar a sus molestos primos. Sin querer, recordó a sus padres, lo amables que eran con ella, lo bien que la trataban, como jugaban con ella, como se preocupaban, los echaba de menos. Ya hacía cinco años que no estaban, pero eso no impidió que llorara al recordarlos. Quería verlos una vez más, ni que fuera un minuto, quería decirles que los quería y que los extrañaba. Sus tíos, a veces eran insoportables y sobreprotectores, pero ellos también sufrieron después de lo que pasó, y les daba miedo que Deka hiciera una locura, así que la tenían bastante vigilada. Ella sabía que sus tíos la querían, pero lo demostraban de una forma muy peculiar. Deka escuchó unos pasos cerca suyo y se incorporó rápidamente, miró a su alrededor, pero no vio a nadie. Pensó que eran imaginaciones suyas. Volvió a recostarse en el árbol y esta vez los escuchó más cerca. Se levantó del suelo y se secó las lágrimas. Otra vez miró a su alrededor, pero no había nadie, pensó que quizá se estaba volviendo loca. Se quedó parada y de repente algo la empujó contra un árbol, del impacto se quedó medio inconsciente, notaba un dolor muy fuerte en la cabeza y lo veía todo borroso. Sentía como empezaba a llover. Veía como una sombra negra se acercaba a ella, cada vez estaba más cerca, y cuando la tenía delante, esta la agarró del cuello y la levantó del suelo.

La piedra de la reina CalifyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora