Capítulo 3

461 39 1
                                    

Las actividades del fin de semana llevaron las cosas a una condición estable, Renato llevó a Bruno al parque y a jugar a la pelota, Gabriel llevó a las niñas al centro y fueron de compras, pero Gabriel les entregó pequeñas cantidades de dinero en efectivo y permaneció en la puerta de los locales leyendo las noticias deportivas en su celular.

Se reunieron todos al final del día para una riquísima comida en patio de comidas temático, donde los meseros que estaban disfrazados y se deshicieron en atenciones con los niños y murmuraban a espaldas de Gabriel y Renato.

A Gabriel no le importó y sostuvo una resplandeciente mirada mientras apoyaba su brazo sobre el respaldo de la silla de su novio.

Les dieron postres gratis. Gabriel estaba complacido. Encantado hasta que llegaron a la calle y se dio cuenta de que Renato no encontraba el asunto divertido.

Así que Gabriel se molestó con el fastidio de Renato. ¿A quién le importaba si los meseros sabían que eran una pareja? Luego fueron a casa, acostaron a los niños, y garcharon.

Era lo usual por aquellos días.

*****

Gabriel tenía una historia romántica bastante consistente con las mujeres; las que iban más allá de sexo de una noche, se convertían en encuentros pesados y muy calientes, nada de hablar, ni pelear y separarse. Durante años le había ido bastante bien.

Podía identificar los momentos en que las cosas iban bien en la relación; es decir, cuando cojian como conejos y también cuando iban mal; es decir, nuevamente, discusiones chillonas. Las cosas con Renato eran diferentes, y no porque era un hombre.

No sólo porque era un hombre.

Renato no gritaba o arrojaba cosas a la cabeza de Gabriel. No hizo lo de pasivo agresivo, lo que Gabriel podía calificar como un lector profesional, gracias al comportamiento de su madre.

Renato llevaba un manto de culpa, una capa de tensión, y algunas máscaras de amor y necesidad, que cambiaban en función del día de la semana y del humor de sus hijos.

Así que Gabriel aprendió los signos, sabía por el tono de Renato o el estado de sus hombros lo que hoy traería. A veces era fácil; podría aplacarlo con espacio, comida o sexo. Cuando sus necesidades coincidían con eso, era perfecto.

A veces era desconcertante. Frustrante. A Gabriel le resultó más fácil tratar con la pubertad y el reino de los niños que con el humor de Renato. Otras veces se sentía desagradecido, si las cosas iban bastante bien ¿por qué no solo apreciarlo? ¿Por qué no solo cenar, encargarse de los niños, ver un partido, garchar y luego ir a dormir? ¿Por qué eso no era suficiente para una buena vida?

Entonces Gabriel se sentía culpable y una mierda por minimizar los problemas de Renato y preocuparse por ello lo conduciría a los mismos sentimientos que habían hecho que se separan en el pasado. Eso lo llevó a ser temeroso, a medir cada paso, cada movimiento de Renato, para ver si los hundiría una vez más.

Esto hizo que se sintiera culpable y enfadado.

Lo que ponía a Renato nervioso.

El ciclo era interminable.

*****

─Así que me voy a llevar a los niños por el fin de semana largo, si están de acuerdo ─dijo Camila mientras apoyaba los codos sobre la mesada de la cocina─. ¿Ustedes no tenían algo planeado, no?

Gabriel y Renato eran un equipo para la cena; Gabriel iba y venía a la parrilla en el patio, mientras Renato asaba las papas  en el horno. Gabriel se detuvo a mitad de camino y ojeó el todopoderoso calendario, colgado al lado de la heladera.

#2 D&D Quallicchio [Adaptación]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora