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❝Oh, if I were a zombie
I'd never eat your brain❞

Había pasado una semana desde que llegaron.

Y con cada día que pasaban ahí, Alfred perdía más su estabilidad; sus celos lo controlaban lentamente.

Todos querían al mexicano. Su presencia les agradaba, y algunas de sus ocurrencias eran divertidas. En cambio, Alfred, quien en el pasado solía ser "el alma de la fiesta" ahora era un "marginado social"; todos detestaban estar con él, y si antes ya lo hacían, ahora con más razón lo hacían.

Y eso a Alfred no podía importarle menos.

Lo único que le importaba era estar al lado del moreno.

Quería ser el único en su vida. Quería ser el único que pudiera ocasionarle una sonrisa. Quería ser el único que pudiera hablarle. Quería ser el único que despertarse a su lado cada mañana. Eso y más cosas quería.

Y a pesar de tener algunos privilegios, no le bastaba.

Los demás hacían todo lo posible para que él no pasara mucho tiempo con el mexicano y viceversa; nadie quería que estuvieran juntos. Antes la ubicación geográfica era un gran problema, igual ahora, pero no era tan 'alarmante' como en el pasado.

Su sangre hervía de furia cada que lo veía en compañía de alguien más que no fuera él. Y no le importaba el tener que derramar sangre de supuestos inocentes si con eso podía conseguir su meta.

Aunque claro, eso aún no lo había hecho. Tenía que pensar con 'la cabeza fría' para poder idealizar, preparar y lograr su plan para que no lo descubriesen en el intento; al final la recompensa sería bastante grande.

Si el héroe tenía que convertirse en un villano solo para lograr quedarse con el hermoso azabache, entonces que así sea.

(•••)

Está enojado. Sus brazos están cruzados y él está recargado en la pared más lejana pero con mejor vista para poder observar lo mejor que se puede lo que sucede en ese momento frente a sus narices.

¿Qué sucede?; pues, metros más adelante de él, estaban el mexicano y el guatemalteco hablando entretenidamente; en ocasiones el mexicano golpeaba en el hombro amistosamente al guatemalteco. Es entonces cuando Efraín le entrega a Alejandro un papel grande y largo enrollado, un papel similar al que utilizan para pintar.

No puede decir con exactitud que es, solo logra ver un trazo de color azul, por lo cual solo le queda observar como el mexicano lo abre con curiosidad para después abrazar al contrario con alegría.

Al momento, su único ojo se abre como plato mientras le va dando un tic en el ojo, aprieta fuertemente la mandíbula mientras su ceño se frunce lentamente, aprieta los puños y sonríe, el único pensamiento en su mente dice «Matar a Efraín. Matar. A. Efraín.»

No sabe que hacer; si retirarse para no hacer una estupidez ahí mismo o quedarse viendo lo que sucede. Decide lo segundo, puesto que busca más razones para matar al de lentes, y con algo de alegría observa como el escocés le habla al guatemalteco para pedirle algo, seguramente un favor o para que realizara una actividad.

El guatemalteco y el mexicano se despiden.

Decide que es tiempo de irse para poder preparse para eliminar a su primer objetivo. Después verá quien sigue; esto no es aquél juego de colegialas que el nipón le enseñó, donde una de ellas mata a todas por su "senpai" que ni siquiera la nota, no señor, eso era la vida real. Alfred matará a cada uno en cuanto este tenga algún tipo de contacto más amistoso de lo normal con Alejandro; un contacto que solo él debería tener.

(•••)

Era de noche, faltaba poco para poner su plan en marcha. Cabe destacar que su plan lo idealizó en la tarde, después de haber visto que el guatemalteco le había regalado algo a alguien —Alejandro— que se suponía le "pertenecía" a él —Alfred, o también conocido como Estados Unidos—.

Tras mirar el reloj de la cocina como un niño pequeño que espera ansioso algo, cuando decidió que ya era la hora, se levantó del asiento en el que estaba y se encaminó silenciosamente a la puerta para poder salir.

Tomó el picaporte y lo giró, abrió la puerta, y antes de siquiera poder dar un paso, una voz le detuvo.

—¿A dónde?. —se giró y notó como el azabache le veía seriamente con una ceja levantada y con los brazos cruzados— Ya es muy tarde para que salgas. —sentenció.

—Oh!, Alex! —dijo rápido— Don't worry, voy a ir a caminar. You always told me that I sound make more exercise. I swear you Alex.—levantó una mano, como si estuviera jurando y sonrió cálidamente; la otra mano la ocultó tras su espalda y cruzó los dedos.

Alejandro parecía estar incrédulo a lo que le decía la persona frente a él; pero después de todo le creyó, Alfred tenía que hacer ejercicio para bajar esos kilos de más.

—Tárdate gordo, después de todo, tienes que bajar esos kilitos de más. —le sonrío.

—I'm not fat!. —le respondió el contrario a la defensiva. 

—Repítelo hasta que te lo creas.

(•••)

Efraín caminaba tranquilo a donde le tocaría hacer su turno de guardia fronterizo; ya saben, vigilar que todo esté bien, que los zombies sigan ahí sin poder pasar, estar a tanto de la seguridad de los demás, etcétera.

En esos momentos caminaba por un sitio donde aún no había una buena electricidad, ya que estaba en desarrollo un poco tardío respecto a los demás lugares dentro de la comunidad.

Escuchó unos pasos detrás de él, pero al voltear atrás no vio nada.

Volvió su mirada hacía adelante y continuó caminando.

Apenas avanzó una distancia mínima, sintió que una mano con un guante cubría su boca con fuerza, y que lo jalaban hacia un lugar sumido en la total oscuridad y abandono.

Sintió que clavaban algo en su abdomen, algo como un puñal, soltando un alarido de dolor ante eso, siendo silenciado por la mano enguantada.

Lo tiraron bruscamente al suelo y se posicionaron velozmente sobre él.

Entre la oscuridad pudo distinguir la figura del norteamericano; su cara que no demostraba una pizca de cordura y su sonrisa socarrona.

—You are so fucked, my dear Efraín.

Después de eso solo se escucharon los gritos de dolor del guatemalteco.

(•••)

Lo había hecho.

La adrenalina corría por todo su cuerpo. Su oscurecida mirada perdida que no demostraba cordura, sino locura, la cual era acompañada por su gran sonrisa y su ocasional risa 'de héroe'. Sus temblorosas manos manchadas de sangre al igual que la boca no se quedaban atrás.

¿Se lo merecía? ¡Por supuesto! Además tenía un buen sabor.

Aunque realmente no llegó a conocerlo del todo. Pero lo que había hecho hace unas horas fue suficiente para él.

Debía admitirlo, probar su carne fue un exquisito manjar. Ahora entendía por que McDonald's, Burger King y otros ponían carne de humano en sus hamburguesas. También entendía lo de 'Santa Clarita Diet'.

Volviendo al tema principal.

Su plan había salido perfectamente; sin gritos que alertaran a alguien, sin testigos que hubieran visto su 'crimen', una muerte tardía y dolorosa... Sí, en definitiva. Todo había salido genial.

Se levantó después de quien sabe cuanto tiempo mirando, riendo y sonriendo como loco a la nada; tras fijarse que nadie lo estuviera observando, arrastró el cadáver del guatemalteco hacia un lugar alejado de todos los hogares que había para poder deshacer la evidencia.

Debió fijarse bien.

Cierto albino lo miraba desde la oscuridad; «Aún no es hora», se dijo.

〘The zombie song ┆UsamexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora